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Más/ Que una secretaria

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Blurb

Un Ligue de una noche. Se combierte en la peor pesadilla de Cora, al enterarse que su ligue es el actual jefe de su hermana. Y ahora su actual jefe. Su mala suerte sólo acaba de empezar. Hacer tratos con su jefe no está bien y menos cuando el sexo esta incluido.

Al parecer en esta vida todo no basta para Cora Patinson. Tener un Jefe Millonario obsesionado con el sexo y con su empleada. Donde el deseo y la lujuria puede ser más fuerte ¿O donde una simple secretaria se puede convertir más que un objeto s****l de un caprichudo Jefe?

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CAPITULO 1 .
POV: Cora. Me llevo la mano a la cabeza, froto mi entrecejo y pienso que bastó solo un día para que mi vida se derrumbara por completo, quedando sin casa y sin trabajo. Observo a mi alrededor y lo único que veo, es el montón de cajas que tengo por desempacar. Suelto un enorme suspiro y me dejo caer en el sofá de la sala. Escucho unos pasos que hacen retumbar el suelo con cada pisada, alzo mi mirada y ahí está la causante del estruendoso ruido, al caminar con unos tacones de diez centímetros. Mi hermana pequeña, Cara, que de pequeña realmente no tiene nada; es mucho más alta que yo y esos tacones altos la hacen lucir aún más exuberante y estilizada. Lleva puesto un conjunto de un top que hace juego con una chaqueta y una mini falda que logra causar el efecto de alargar sus hermosas piernas. Su cabello chorrón n***o que combina perfectamente con el color de sus ojos, que ahora me miran fijamente. ―¿Por qué aún no estás lista? ―pregunta, parada frente a mí. Sus ojos negros me miran con curiosidad. Desde pequeñas hemos sido muy unidas, ella es la compañera de todas mis locuras y fiestas; quien saca lo mejor de mí. Podría decir que cuando nos juntamos, provocamos un terremoto en cualquier bar o discoteca; los que siempre solemos frecuentar. La única regla, es embriagarnos y bailar como desquiciadas, hasta perder el control. Así eran nuestros tiempos, hasta que conocí a mi ex novio, Harry. ―No sé si tenga ánimos para salir, Cara ―respondo, declino su oferta y señalo las cajas. Recuerdo haberle prometido que la acompañaría en una noche de copas con sus colegas de trabajo de la compañía. Según mi hermana, se iban a reunir en la discoteca más famosa de la zona, pero ni siquiera una discoteca con el ambiente más divertido podría sacarme de aquí, menos con todas estas cajas a mi alrededor. ―Yo paso —digo al fin. Cara me da una mirada crítica y no puedo negar que logra inquietarme. ―¿Acaso es por el idiota de Harry? —Al escuchar su pregunta, me quedo sin habla. Ella más que nadie sabe que todo lo que me está pasando es por su culpa, aunque yo tampoco me quito la responsabilidad. Harry siempre fue impulsivo, pero yo no me quedo atrás; así que, mala suerte. Cuando me negué a acostarme con él, por no sentirme preparada mental ni físicamente, me dijo que terminábamos y que ya no quería que trabajara en su empresa. Según él, quería una mujer en todos los sentidos. Que patético, ¿no?, pues yo no dudé en darme la vuelta y recoger mis cosas de su departamento, dispuesta a mudarme. Lo bueno de todo, es que pude regresar con mi hermana al departamento que habíamos comprado cuando decidimos mudarnos solas Le frunzo el ceño a mi hermana para saber hasta dónde quiere llegar. ―Pensé que eras más inteligente, mientras tú estás aquí pensando en él, tu querido Harry tiene que estar follando a lo bien. Casi me atraganto con mi propia saliva al escuchar las palabras de Cara. Aunque no dudo que sea así, si es capaz de dejar a su pareja en la calle por un simple rechazo; no sé qué más podría esperar de él. ―Lo sé, solo estoy cansada. —Disimulo la molestia con una verdad a medias. Estaría mintiendo si dijera que no pienso en Harry; son cuatros años llenos de recuerdos junto a él. Es difícil poder apartarlo de mi mente y de mi vida por completo; no solo fue mi novio, también fue mi mejor amigo. Nos entendíamos en todo, nunca tuvimos un desacuerdo hasta hoy. Ni siquiera me miró a la cara cuando le dije adiós, simplemente me di la vuelta sin mirar hacia atrás. No soy de las mujeres que le ruegan a un hombre; tal vez, eso lo saqué de mi madre. ―Bueno irán hombres guapos, tú sabes, de esos que te quitan el aliento ―dice ella, mientras me da una sonrisa pícara, de esas que solo Cara Patison sabe dar―. Nada mejor que una noche de conquista después de terminar con un idiota. Muevo mi cabeza en negación, riendo con su sugerencia. Sé perfectamente que a Cara nunca le agradó Harry. ―Eso lo sabes tú mejor que nadie ―me burlo y Cara pone rostro serio ante mi respuesta. ―Veo que no hay manera de sacarte de aquí. Si más tarde cambias de opinión, me llamas. Se da la vuelta, no sin antes echarme una última mirada. Pasa la vista de mí a mis cajas y sale, caminando por el pasillo, hasta que ya no escucho sus pasos. Comienzo a recoger algunas de las cajas donde se encuentran mis pertenencias y las llevo hasta la habitación que una vez fue mía. Las paredes, de un color gris y n***o, siguen iguales y mi cama está en el mismo sitio. La única diferencia ahora es que el tocador y el clóset están vacíos. Dejo las cajas que llevo en mis manos en el piso y regreso, para buscar las demás que me hacen falta. Han pasado dos horas desde que se fue Cara y ya llevo la última caja que faltaba. En realidad, no sé si tenga las energías suficientes para desempacar hoy, puesto que todas están llenas de accesorios, revistas, libros e, incluso, obsequios de Harry; o sea, demasiado para organizar. No soy una persona, digamos, emocional; así que, tener ositos de peluche de mi ex novio no me hará llorar toda la noche como una maldita desquiciada. Tampoco me llenaré de ira porque me haya dejado y comenzaré a golpear a los peluches. Más bien, me siento neutra, como si nada hubiera pasado. Durante toda mi adolescencia mis noviecillos se quejaban diciéndome que era una persona fría y sin sentimientos, poco romántica. Nunca les tomé importancia a sus incoherencias, me parecía patético y tonto; hasta que hoy ya empiezo a considerarlo. Fueron cuatro largos años y ni siquiera he derramado una puta lágrima después de escucharlo decirme —Hemos terminado—. Por negarme a su patética petición me botó no solo del trabajo, sino también de su departamento y, por ende, de su vida. Sin embargo, yo solo le respondí con un —Bien, como tú lo desees—, sin protestar, como si se tratara de cualquier cosa. Hice lo que cualquier mujer con dignidad haría, recogí mis cosas y me largué de ese maldito lugar. No sé cuánto tiempo ha pasado, pero al mirar solo la mitad de las cajas ya desempacadas, comienzo a arrepentirme de no haber ido con Cara a pasar una noche alocada, en lugar de estar aquí. Sin pensarlo dos veces, le envío un mensaje de texto a mi hermana y me meto de volada al baño, sin dejar mi celular. Busco en la lista de música y selecciono la primera canción, que es de Rauw Alejandro. Comienzo a desvestirme como una loca desenfrenada, tiro mi ropa al piso sin importarme el desorden y me meto a la ducha mientras canto la música que suena en mi celular. Lo hago tan fuerte que mi voz resuena en todo el baño, mientras el agua de la ducha se desliza por todo mi cuerpo. Cuando suena el coro comienzo a cantar y muevo mi cuerpo de una manera sensual. «Uf, ese cantante tiene una voz jodidamente sexy», pienso, mientras salgo del baño y me envuelvo con una toalla. Voy al lavabo para cepillar mis dientes rápido y cuando termino, busco el secador de cabello que se encuentra encima de mi cama; como no he terminado de ordenar todo, tengo muchas cosas encima. Comienzo a secar mi cabello y en pocos minutos, termino; al ver mi cabellera, decido plancharla un poco. La diferencia entre mi hermana y yo es que mi cabello es lacio, así que no hay mucho por hacer. Termino de ordenarlo y empiezo por el maquillaje, no tardo mucho, ya que solo coloco rímel en mis pestañas y un labial de color rojo que hace lucir mis labios. Cuando termino, pienso que prenda voy a utilizar; mis ojos ruedan con un toque de brillo al mirar un vestido color rojo coral corto, tirado en mi cama. No lo pienso dos veces y me lo pongo, el vestido se adapta a mi cuerpo y marca mi esbelta figura; mi calzado, son unos botines altos de color n***o que llegan hasta mis rodillas. Miro mi celular para ver si Cara me respondió, mientras camino al espejo de la sala, pero no veo ni un mensaje suyo. Al llegar al espejo, quedo satisfecha al ver mi figura; cabello suelto y oscuro, cejas bien definidas, ojos pequeños entre café y n***o y labios carnosos que con ese color de lápiz labial quedan perfectos. Miro también como mi vestido destaca la forma de mis senos y mi cintura estrecha; y dejo para último, mis nalgas, con las que puedo decir que tengo un buen trasero. Así que, sonrío con el resultado. No me preocupa cuando Cara no responde, porque ya estoy en camino y espero encontrarla allá. Llamo a un taxi y le doy la dirección de la discoteca; llegamos media hora después por culpa del exorbitante tráfico, ya que hoy es viernes y es común en Manhattan que así sea. Antes de entrar a la discoteca observo el ambiente; se escucha muy buena música, mientras que algunas personas se encuentran vomitando, bailando, fumando alrededor de la piscina y algunos, se besan y tal parece que algunos tendrán sexo ahí mismo. Una sonrisa aparece en mis labios, porque algo me dice que esta noche será inolvidable, que beberé y bailaré como una loca desquiciada. Salgo de mi trance y vuelvo a revisar mi teléfono en busca de señales de Cara, pero ni siquiera me ha dejado en visto. Coloco un mechón de cabello detrás de mi oreja y comienzo a adentrarme entre las personas. Observo todo tratando de encontrar a mi hermana, aunque sé que será imposible, ya que este lugar es enorme. Cuenta con más de diez pisos, cada piso incluye bar, discoteca, sección de juegos de billar, habitaciones privadas, piscinas y salas VIP. Todo lujoso, tanto jóvenes como personas adineradas frecuentan este lugar; por lo que buscar a una persona sería como hacerlo con una aguja en un pajar. Cuando por fin estoy dentro, me siento en otro nivel. Avanzo entre la gente que se manosea al ritmo de la música y doy un brinco cuando siento que me aprietan un seno; miro a mi alrededor, pero no puedo ver quién lo hizo, ya que todos están concentrados en lo suyo. Trato de olvidarme de ese percance y sigo mi camino, rumbo a la barra. Al llegar, me siento en una de las altas sillas. ―¿Qué desea, señorita? ―pregunta el encargado de la barra. Lo pienso, pero para comenzar elijo algo suave. ―Una caipiriña, guapo ―respondo y le guiño un ojo. Con un asistimiento y una sonrisa, se aleja para preparar mi bebida. Desde mi puesto observo el lugar con la esperanza de encontrar a mi hermana, pero mi ilusión desaparece al ver tanta multitud. Escribo otro mensaje, tecleando con furia. Estoy en la disco. ¿Dónde rayos estás? Solo pasan unos segundos y se conecta, luego me responde. Creí que no vendrías, ya me fui de ahí, a joder a otra parte, ya sabes que estar en el mismo lugar aburre. Hago un gesto de disgusto. Tanto arreglo para nada. Y como no me dice que nos encontremos en otra parte o para volver a casa, tecleo de nuevo. Me quedaré un rato. Su respuesta, no se hace esperar. Por supuesto, con su habitual desparpajo. ¡¡Diviértete!! Y folla a lo bien. Niego con la cabeza y me río de lo que leo en su mensaje. No es un secreto que mi hermana es una desmadrada para hablar porquerías. Guardo mi teléfono en el pequeño bolso sobre mi regazo y balanceo mis pies al ritmo de la música. Le sonrío al barman cuando pone mi bebida sobre la barra y sin muchos miramientos, llevo la copa a mis labios para darle un trago corto. Ya llevo un rato bebiendo cuando los tragos comienzan a afectarme. La música está a lo máximo y me dirijo a la pista para bailar. Mi cuerpo se mueve solo al ritmo de la canción y aunque no tengo idea de cuál sea, es muy pegajosa y me provoca bailar de manera sensual. Mientras lo hago, una extraña sensación me invade, como si alguien me observara desde hace rato. Por el rabillo del ojo, busco la fuente de tan intensa mirada y sigo moviendo mis caderas al ritmo de la música. Pocos segundos después, me quito esas tontas ideas de la cabeza, al no encontrar a nadie mirándome. Intento darme vuelta, pero antes de que pueda completar el movimiento siquiera, unas manos se posan en mis caderas. El simple toque me hace estremecer y siento una extraña sensación invadir todo mi cuerpo. Esas manos desconocidas recorren todo mi cuerpo hasta posarse en mi trasero; me hacen perder el sentido y me instan a moverme, recuperando esa parte de mi mente que me hace ser consciente de todo lo que ocurre. Intento alejarme, para ver la cara del causante de todas estas raras sensaciones, pero fallo estrepitosamente cuando él me toma por la cintura y me acerca con fuerza hasta pegarme a su cuerpo. Su aliento se cuela en mi cuello y es, entonces, cuando pierdo la cabeza.

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