—Cómpralos todos —manifiesta, extendiendo las manos y señalando todos los zapatos de diseñador que hay en los estantes de aquella lujosa boutique, en Rodeo Drive, a la que hemos entrado—. Un par de cada uno.
Ver todos aquellos zapatos, de mis diseñadores favoritos: Gucci, Prada, Salvatore Ferragamo, Jimmy Choo, Channel… Es el paraíso para mí y, tal parece, que también para Jim, porque se ha vuelto loco de remate.
—Pero, ¿cómo vas a creer? —le retruco, sintiéndome muy avergonzada—. Te has vuelto completamente loco.
—Sí —responde—. Pero loco por cogerte duro, mientras solo usas esos zapatos.
Casi escupo el sorbo de frappuccino que estoy tomando en este momento. Toso una y otra vez, sintiendo que me atraganto con el líquido. Le doy un puñetazo en el brazo y aúlla, entre quejumbroso y m
