—Jim, no podemos hacer mucho para mantener esa noticia oculta por más tiempo. A menos, que los de Grazio hagan algo por su lado y no quieran que los escándalos de su hijita salgan a la luz y manchen la reputación de su buen apellido —expresa, Jonathan, mi agente, del otro lado del teléfono—. Sabes muy bien que esto es una bomba de tiempo y en cualquier momento va a explotar.
—Sí, lo sé —contesto, mientras, digo las instrucciones del GPS me doblo en la esquina que me indica.
Según la dirección que me dio el mesero, el departamento de esa chica es ese que está frente a mí.
—Y, ¿dónde demonios estás? —inquiere, molesto—. Se supone que deberías estar en tu jet, viniendo de regreso aquí, para que solucionemos esto.
—Lo siento —le respondo—. He tenido algo importante que hacer. Mañana es
