El Adonis me avanza, haciéndome recular hacia adentro de la habitación. Su mirada se ha oscurecido, haciendo que luzca amenazante y me atemorice, al punto, que casi me pone a temblar. —¿De verdad piensas hacerlo, Kimy? —inquiere, mientras, continúa avanzando con paso seguro, y acorralándome, como una bestia acorrala a su presa—. ¿Es más importante el qué dirán, que lo que dices sentir por mí? —demanda—. O, ¿Es que acaso, tu amor por mí, no es tan grande como el que yo siento por ti? No puedo seguir avanzando. Mi espalda choca contra la pared y, el Adonis, se planta frente a mí, arrinconándome contra ella. —Jim, yo… —balbuceo, con voz temblorosa. No puedo hablar. Las palabras se escapan de mi boca y no sé qué responderle, porque cualquier cosa que diga, el la objetará y no puedo men

