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Entre Rejas

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Blurb

Muchas personas creen que todo aquel que es apresado era un criminal, que merece estar en prisión o incluso que no merece salir nunca de allí. Pero la realidad es que muchas de las personas que caen en prisión no se lo merecen, muchas de esas personas que son apresadas son más víctimas que victimarios, principalmente las mujeres. Son personas que la vida que les ha tocado no ha sido fácil, han sufrido y pasado por situaciones que les obligaron a tomar decisiones, tal vez erradas o no, pero sí desesperadas y con el único fin de salvarse o salvar a un ser querido. ¿El amar te convierte en un criminal? ¿El protegerte te hace merecer una condena? ¿O por estar enferma te vuelves culpable?

Una joven que es acosada durante meses, una adolescente que es atrapada por su adicción, una madre que solo trata de proteger a sus hijos de un padre abusivo, un muchacho que lo único que quiso fue poder pagar la operación de su madre que tiene un tumor cerebral, un joven que solo defiende a su hermana de una violación. Son historias que suceden a diariamente, historias que se repiten una y otra vez. Son las historias que nos muestra Entre Rejas.

Esta novela nos llevará a una cárcel mixta, donde hay verdaderos criminales, violadores, asesinos, narcotraficantes, pero también hay personas que no tuvieron elección y su única opción les llevó hasta un lugar que no conoce la misericordia ni la piedad. Donde dominas o te dominan. Un lugar que se convertirá en tu peor pesadilla y tu mejor escuela.

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Capítulo 1
Nunca pensé que fuera a terminar en un lugar como este. La cárcel mixta del condado, la mayor prisión del país. Siempre fui de las que pensó que quien acababa aquí se lo merecía, era un criminal, una persona execrable. Siempre tuve esos prejuicios de no acercarme a un exrecluso porque podría ser peligroso. Pero ahora que lo estaba viviendo en carne propia me daba cuenta de mi error, no todos los que entrabamos aquí éramos criminales, yo no era una criminal yo solo había actuado en defensa propia, pero eso a nadie le importó, nadie escuchó mi versión, nadie entendió que yo era la víctima de esta historia, no, todos simplemente prefirieron ver que tenía las manos manchadas de sangre, fue más fácil condenarme, tildarme de asesina. Una de las guardias de la prisión me empujó bruscamente para que acelerara el paso, desde el minuto cero en que había puesto mis pies en este lugar no habían hecho más que maltratarme, estaba harta de este trato pero no había nada que pudiera hacer, solo podía aguantar y esperar a que todo acabara. Pero claro que eso no era lo que iba a ser, nunca había sido una sumisa, ni había agachado la cabeza ante nadie, solo necesitaba tiempo para poder saber que cartas jugar, pero de lo que estaba segura era que no permitiría que nadie en este lugar acabara conmigo. Demasiadas historias sobre lo que pasaba en una cárcel había escuchado ya, y no estaba dispuesta a permitir que hicieran nada de eso conmigo. Caminé por un pasillo entre ambos patios y sentí repulsión al escuchar lo que decían los presos y presas a mi paso. Una parte de mí sí que se acobardó al estar ahí rodeada de tantas personas que podían o no ser criminales, porque puede que hubieran más personas como yo aquí, personas que no lo merecían pero también había personas que sí lo merecían, narcotraficantes, violadores y asesinos por placer, verdaderos psicópatas con los que tendría que aprender a convivir de ahora en adelante. Fui empujada a una de las celdas del pabellón B y la guardia cerró la puerta en cuanto entré. En el interior de la celda habían otras cinco mujeres y la cara con la que me miraron cada una de ellas no me gustó en lo más mínimo, aunque hubo una de ellas que me miró con lástima y trataba de mantenerse lo más alejada posible del grupo. —¿Cómo te llamas nueva?—preguntó de muy malos modos la mayor de todas. Debía tener unos cuarenta y algo de edad y por la actitud que todas las demás mostraban ante ella parecía ser la jefa del lugar—Te he hecho una pregunta, ¿Eres sorda o qué? —Soy Aslin—respondí y traté de pasar por su lado para llegar a la cama que se notaba estaba vacía. —¿A dónde vas Anís?—dijo la misma mujer sosteniéndome del brazo y yo no pude evitar safarme de manera brusca de su agarre. —No quiero tener problemas ¿Ok? Me llamo Aslin, no Anís y si no te importa me gustaría ir hasta mi cama, ¿Así que por qué no te quitas del medio para que pueda pasar?—dije utilizando el mismo tono de voz que ella había utilizado conmigo, sabía que estaba cometiendo un error, no debía estarme comportando de esta forma si no quería problemas, lo más inteligente sería que me estuviera tranquila hasta que lograra obtener un poco más de experiencia en este lugar, pero no podía mantenerme tranquila ante ese tipo de tratos, no iba a permitir que ni ella ni nadie me viniera a querer intimidar. No me importaba si tendría que enfrentarla a ella o a quien fuera, pero me ganaría el respeto de todos en esa prisión, y lo haría de la forma que fuera necesaria. Sí eso significaba ser de la misma manera que lo eran todos allí, pues así sería. —Tienes agallas, eso me gusta pero creo que no has entendido. Aquí las cosas se hacen como yo digo. Creo que podrías ser de mucha utilidad Anís solo necesitas que te enseñen un poco de modales. Chicas, démosle la bienvenida a Anís y enseñenle como funcionan las cosas aquí—tras esas palabras las tres mujeres que se habían mantenido tras de ella todo el tiempo se abalanzaron sobre mí y comenzaron a golpearme. Traté de defenderme pero fue en vano, eran mucho más fuertes que yo y además tenían mayor experiencia en riñas de las que tenía yo. De pronto fue como si estuviera volviendo en el tiempo y volviera a estar en esa maldita cabaña en el bosque. «Sentía como su mano impactaba una y otra vez contra mi cuerpo. Las lágrimas corrían a raudales por mi rostro y solo podía suplicarle que parase pero él no lo hacía. Solo me golpeaba una y otra vez. Era mi castigo por intentar escapar, por querer abandonarle. Se suponía que debía de arrepentirme por intentar huir de la cabaña cuando él había salido pero de lo único que me arrepentía era de que no huberlo logrado. Me arrastró por el suelo cuando se cansó de golpearme y me encerró en la habitación. Yo no tenía fuerzas ni para poderme mover. Solo podía llorar, no entendía como él hombre del que me había enamorado podía haber cambiado tanto, como podía haber acabado en esta situación. —Te quedarás en esta habitación hasta que entiendas que tu único lugar es junto a mí. No cenaras nada hasta que no me muestres que estás realmente arrepentida de lo que has hecho hoy—dijo desde el otro lado de la puerta y yo solo le deseé lo peor con todas mis fuerzas» Dejé de luchar contra ellas y a los pocos minutos cesaron los golpes. La puerta se abrió y todas salieron excepto la que se había mantenido al margen todo el tiempo, quien se acercó a mí y me ayudó a incorporarme y guío hasta la cama. —¿Estás bien?—preguntó de forma amable y me contuve de soltarle una respuesta borde. Solo trataba de ser amable conmigo y era la primera persona que lo hacía en este horrendo lugar. Traté de regalarle una sonrisa pero por el gesto de su cara deduje que fue más bien una mueca de dolor—Tranquila, el dolor pasará, le pediré a una de las enfermeras algún analgésico para que te sea más llevadero y un antiinflamatorio porque esos golpes no se quedarán así, de seguro se inflaman y toman una coloración morada o negra. —Gracias, ¿Pero por qué estás siendo tan amable conmigo?—dije y me resultó un poco difícil hablar. Ella me dedicó una mirada comprensiva y a la vez apenada. —Porque sé lo que se siente estar en tu lugar, sé lo que es ser la nueva y no merecer estar aquí, Aslin no eres la primera que pasa por esto y tampoco serás la última, pero por alguna razón me veo en ti, te pareces mucho a mí cuando llegue aquí. —Gracias por llamarme por mi nombre, pero no necesito que te apiades de mí por lástima. Sé que la vida en la cárcel no es fácil, pero tranquila he pasado por demasiadas cosas, estoy segura de que lograré pasar por esto también. —Eres demasiado ingenua aún. Todas las que estamos aquí hemos pasado por cientos de cosas malas en nuestras vidas, ninguna eligió estar aquí y para ninguna es fácil estarlo, no creas que porque algunas se muestren como unas perras no sufren igual al estar aquí, al estar lejos de sus familias, no dejes que las apariencias te engañen. Todas solo intentamos sobrevivir, cada una de la manera que puede. Puedo ver el sufrimiento en tus ojos, pero puedo asegurarte de que nada de lo que hayas pasado se compara con lo que te tocará ver y vivir aquí adentro. Y te daré un consejo, sé más inteligente y menos valiente. Iré por tus medicamentos—dijo tras lo que se levantó y dirigió hacia la puerta. —Espera, no es necesario el dolor no es tan fuerte ¿Cómo te llamas?—dije porque realmente quería saber más de ella, la forma en que había hablado me había conmovido y hacerme preguntar por lo que había tenido que pasar esa mujer que no sería más de diez años mayor que yo pero hablaba como alguien de cincuenta años y toda una vida de experiencia. —Soy Cassandra, mis amigos solían decirme Cassie, pero aquí me suelen llamar tijeras—dijo y se marchó dejándome sola. Me dolía todo el cuerpo pero en verdad era un dolor soportable, supongo que a esto se referían cuando decían que la cárcel era un verdadero infierno, solo que ya yo había pasado por el infierno y había sobrevivido, ellas no podrían conmigo. No sería hoy, ni la próxima semana pero tarde o temprano me devolverían cada uno de los golpes que hoy me habían dado. Sí acabé con él, acabaría con ellas y con todo aquel que se metiera conmigo. Ahora era la nueva, la inexperta, pero no pararía hasta ser la que llevara el control de este lugar.

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