Capítulo 2

1566 Words
La noche fue la peor parte del día. Los dolores de mi cuerpo solo habían aumentado y daba gracias de que Cassandra hubiera ignorado mis palabras y buscado esos analgésicos, porque sino ahora mismo estaría viendo las estrellas. La cama parecía estar hecha de piedras y las colchas apestaban a húmedad. Afortunadamente Cassandra me había dejado la parte baja de la litera y ella había ocupado la parte de arriba, ya era bastante difícil moverme a causa de los golpes, no quería imaginar lo que sería subir la litera. No sé por cuánto tiempo estuve dando vueltas en la cama sin lograr conciliar el sueño. Habían innumerables murmullos por todo el pasillo e incluso se escuchaban gemidos, lo cual me hizo sentir incómoda al pensar lo que los provocaba. No tenía nada en contra de las relaciones homosexuales, solo que odiaba el escuchar cualquier sonido relacionado con el sexo, ya fuera heterosexual, homosexual, tríos, orgías o lo que se le ocurriera a la gente hacer. «...Salí de casa un poco más retrasada de lo normal, la noche anterior me había dormido demasiado tarde chateando con Ángel. Apresuré mi paso para tratar de llegar a tiempo a mi primera clase, los profesores de la universidad eran estrictos en extremo, sobretodo con el tema de la puntualidad. Suspiré frustrada al ver la puerta del salón cerrada y decidí ir por un café bien cargado a la cafetería del campus. Ni siquiera tiempo de tomar el desayuno había tenido. Estaba sentada en una de las mesas más apartadas del salón revisando un libro de psicología conductual cuando una chica que nunca antes había visto en mi vida se sentó frente a mí. —Aslin Moretti ¿Verdad?—dijo con la voz bastante temblorosa, yo la miré detenidamente antes de asentir con mi cabeza. Tenía el aspecto de un animalito asustado, estaba sucia y desaliñada y su ropa tenía más de un rasguño. —¿Tú quién eres?—le pregunté dejando de lado el libro que leía y centrando toda mi atención en ella, había algo en esa chica que no me daba muy buena espina. —Eso no es importante, solo quiero advertirte. Aléjate de Ángel Robledo, él es más peligroso de lo que crees, solo quiere hacerte daño. Aún estás a tiempo de salvarte de él, no creas nada de lo que te dice, solo eres una más en su lista, una más de nosotras—escuché cada una de las palabras que salieron de su boca y la rabia me invadió, ¿Quién rayos se creía esa chica para hablar así de mi novio? ¿Ángel dañarme? Por favor él no era capaz de herir ni a una mosca, menos aún a mí, era la persona más dulce y amorosa que podía existir. —No sé quién eres y como dijiste tampoco es que sea importante. Pero no permitiré que vengas a hablar mal de mi novio y decir puras calumnias sobre él. ¿Qué, eres una ex celosa y dolida por casualidad? Pues que sepas que no creeré nada de lo que digas, sé muy bien de lo que es capaz una mujer desesperada por perder al hombre que ama, pero tienes que aceptar que Ángel ahora está conmigo y ni tú ni nadie nos va a separar—dije lo más borde que fui capaz. Ángel me había comentado de que había tenido algunas novias problemáticas, dos de ellas se habían suicidado y otra era una adicta al crack. La adicta debía de ser la que estaba sentada frente a mí, incluso su aspecto denotaba lo mal que estaba en la vida. —Estás tan ciega como lo hemos estado todas, para nuestra desgracia Ángel tiene ese poder sobre nosotras. Yo solo trato de advertirte y salvarte, ninguna de nosotras tuvimos a nadie que nos previniera del peligro en el que nos encontrábamos, solo intento que no se repita la historia contigo. Comprendo que no creas nada de lo que te digo, pero en este pendrive encontrarás pruebas de lo que te digo—dijo con la mirada triste y cargada de pena entregándome el pendrive y marchandose de la misma manera tan repentina como había llegado. Yo solo guardé el pendrive de malos modos en mi mochila y acabé mi café. Sinceramente mi día no podía empeorar...» Me desperté agitada y sobresaltada con los golpes en los barrotes y gritos de las guardias ordenando que nos levantaramos. Realmente no sabía cuál era la pesadilla, el sueño del recuerdo que había tenido o despertar y ver que era real el que estuviera presa. Me levanté lentamente y seguí a la masa de presas que caminaban sin muchas ganas, mi mente estaba en cualquier parte menos en esa maldita prisión, las palabras de esa chica no paraba de repetirse en mi cabeza, ¿Por qué no la pude escuchar? Si tan solo le hubiera hecho caso a tiempo, hubiera seguido su consejo y me hubiera alejado de Ángel cuando aún estaba a tiempo nada de esto estaría pasando. Yo estaría asistiendo a mi facultad y mi vida hubiera seguido siendo normal, no esta realidad de mierda donde era una asesina y estaba en un reclusorio. Reaccioné al sentir el brusco empujón de una de las guardias para que entrara de una vez en el comedor. El empujón resistió los golpes del día anterior pero traté de entrar lo más rápido y derecha posible, no demostraría ningún signo de debilidad, en un lugar como este mostrarse débil podía ser tu perdición. —Anís, ven aquí. Siéntate junto a tijeras—gritó la mujer que ayer había mandado a las otras a que me cayeran a madrazos. Intuía que debía ser la jefa del lugar, o al menos una de las que más poder poseía, por el respeto e incluso miedo que todas mostraban ante ella, muchas no se atrevían a levantar la vista si estaban cerca de donde estaba ella y otras la lisonjeaban de todas las formas posibles. Me acerqué con la bandeja que parecía contener comida de perros hasta la mesa en la que estaba y me senté junto a Cassandra como me lo había pedido. Lo más inteligente era mantener un perfil bajo y ganarme poco a poco su confianza hasta que supiera bien el funcionamiento de este lugar y fuera capaz de acabar con ella, no olvidaría el recibimiento que me había dado. —Ves, así me gusta, obediente. Ayer no tuvimos tiempo de presentaciones pero poco a poco irás conociendo a todas las que están aquí adentro. Por ahora las que debes conocer son las que estamos en esta mesa, a mí me dicen la matriarca, ella es la gata, tiene las manos tan delicadas y suaves como las patas de un adorable gatito que no eres capaz de sentirlas mientras vacía tus bolsillos—dijo señalando a una de mujer de pelo corto y un tatuaje de mariposa en el hombro—la de los piercings es agujeros, la mayoría del tiempo está colocada pero a pesar de ser una drogata es buena camello. Y esa de ahí es gasolina, le prendió fuego a su casa con su marido y sus suegros dentro. —¿Qué fue lo que hiciste tú?—preguntó la tal agujeros y con solo ver su semblante supe que estaba drogada, tenía los ojos inyectados en sangre y unas ojeras enormes. ¿Acaso no se daba cuenta del daño que se estaba haciendo ella misma? —Nada, solo me defendí—respondí tajante, no quería hablar del tema. Aún dolía el recordarlo todo lo que ese degenerado había hecho conmigo y con todas esas mujeres antes de mí, pero lo que más impotencia me daba era ver lo imbécil que había sido al caer en su trampa. —Ninguna de las que estamos aquí hicimos nada, así que responde la pregunta, ¿Qué fue lo que hiciste para acabar tan joven en el bote?—dijo la matriarca mirándome amenazadoramente. —Maté a mi novio, le apuñalé hasta el cansancio—respondí fríamente y probé lo que había en la bandeja. Sabía asqueroso, parecía que estaba comiendo algo caducado, pero el hambre que sentía era feroz, no había comido nada desde antenoche, el día de ayer no había probado bocado, así que traté de imaginar que comía uno de esos deliciosos pasteles que solía preparar mamá y continué comiendo lo que fuera que había en la bandeja. —Vaya, no me equivoqué contigo al decir que tenías temple, bienvenida al grupo. A partir de hoy trabajas para mí, siéntete afortunada. Tendrás varios privilegios al ser una de mis perritas, podrás andar libremente por la prisión incluso por el pabellón masculino, la comida que te servirán será mejor que esa bazofia que consumes ahora, además de que ganarás algo de lana. Pero al más mínimo fallo—dijo haciendo un gesto con su dedo sobre su cuello que entendí perfectamente, al más mínimo fallo lo pagaba con sangre —¿Qué tengo que hacer?—pregunté decidida, odiaba la idea de tener que obedecer a esa mujer, pero si haciéndolo lograría obtener algunas ventajas y además me podía ganar su confianza y así acabar con ella más rápido, lo haría sin pensarlo —Así me gusta, osada y atrevida. Es fácil lo que tienes que hacer, simplemente todo lo que yo te ordene que hagas.
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