Diciembre - Primera Parte

1685 Words
Cuantas veces he repetido esa escena en mi cabeza, cambiando las frases, las miradas y el sentido, pero sinceramente nunca podré cambiar lo que realmente sucedió. Era una tarde veraniega, toda la escuela rugía de emoción y exasperación al saber que ya no tendrían que venir aquí hasta tres meses más. Miles de abrazos y besos por parte de las niñas hacia otras, algunas deseosas de salir rápidamente de aquí, que pegaban saltos por cada minuto que pasaba en el reloj. Nosotros, los profesores, esperábamos calladamente a que el reloj diera las doce, mientras que algunas alumnas se acercaban a despedirse de los profesores más queridos, o simplemente por cortesía. La mayoría de mis colegas fingía una falsa sonrisa y se unía a los demás despidiéndose de las niñas, todos al igual que ellas, esperábamos la hora para irnos con nuestras familias y descansar luego de muchos meses haciendo exámenes, enviando tareas, soportando el carácter de todo un salón entero con estas niñas. Pocas se acercaban a despedirse de mí, algunas más valientes que otras se atrevieron a darme un abrazo y un beso en la mejilla, como Eva por ejemplo. Mis colegas al igual que mis alumnas me miraban con miedo y rencor, debo reconocer que a lo largo de mis años he aprendido de la profesión, así agrandando mi carácter, uno fuerte y decisivo, haciendo caer hasta mis propios amigos. Durante toda mi vida he sido difícil de conquistar y agradar, por lo que cuento con muy pocos amigos a los que en verdad les agrado. Volvamos a esa tarde, como profesora tengo un curso a cargo mío, que me ha costado controlar, son treinta niñas en total, todas con carácteres fuertes y sin respeto, pero como siempre, cuando yo entro al salón un silencio nervioso se extiende en el ambiente, una costumbre que todos los cursos a los que enseño han aprendido a tomar. Todos esos ojos me miran llenos de angustia, con su boca cerrada y sentadas correctamente esperando el comienzo de mi clase. Pero ella no. Tú, mi Eva, desde mi primer día enseñándoles no me prestaste ni la mínima atención, tus ojos divagaban por el blanco salón, observando las cortinas con la cabeza en alto y con una expresión dura, tu rostro siempre era inexpresivo y frívolo, tu postura siempre recta y los brazos sobre la mesa. Cuando comencé a hablar en general, me miraste sorprendida, aparentemente no te habías dado cuenta de mi presencia, desviando la mirada rápidamente, inicie mi clase como siempre, un discurso de lo responsable que deberían ser, de que en mi clase antes de hacer cualquier acción deberían preguntármelo a mí, a lo que todas asintieron rigurosamente, mirándose unas a otras con caras asustadas. Mis ojos viajaron directamente a Eva al terminar de hablar, estabas concentrada mirándote tus manos, con tu cabeza en sentido paralelo al mío, con expresión pensante y absolutamente desinteresada a lo que sucedía a tu alrededor. Les dicté que como era el primer día de clase, las dejaría hablar con sus compañeras, un par de horas libres para que se acostumbraran al horario escolar. Ellas asintieron alegremente al saber que no enseñaría hasta el siguiente día, yo me volví y me senté en la mesa del profesor, sacando mi computadora para hacer algunos arreglos que debía concluir. Mientras pasaban los minutos, no paraba de levantar mi cabeza y mirar a todo el salón, pero era Eva mi objetivo principal, mirándola cautelosamente, ella se sentaba casi de las últimas, por lo que me era difícil mirarle discretamente. Decidí pasar la lista para averiguar tu nombre, o algún indicio de que familia provenías, pasaban los números y tu no levantabas la mano, llegué a asustarme pensando en que tu aparente desconcentración hacia el entorno te habrías saltado tu nombre, pero al llegar a la antepenúltima "Eva "levantaste lentamente la mano y dijiste presente, tu voz era ronca y dura, como una mujer ya realizada, no me sorprendía mucho, bajaste la cabeza con el mismo desgano que antes y continuaste una charla con tu compañera de puesto, sin mirarme otra vez. Durante las siguientes tres horas arreglé algunas cosas de mi computadora, te dedicaba unas miradas fugases, algunas veces conversabas con algunas niñas, otras veces te apartabas de todas y mirabas para todos lados de la habitación concentrada en tus pensamientos, daría todo mi dinero con saber que era lo que pensabas, que pasaba por esa cabeza calculadora que meses después conocí. Al terminar la hora de clase forme a todas en el pasillo, y cuando sonó la campana les permití bajar, Eva estaba de las ultimas, sola mirando al suelo, con los brazos cruzados y expresión desafiante, pasaste junto a mí, sin notar mi presencia, continuando la fúnebre marcha hacia el patio. Luego de unos días ya todas acostumbradas al sistema, enseñé lo que más me gustaba, algebra. Desde pequeña siempre sentí una gran pasión por esta asignatura, la mayoría de mis compañeras en esos años me pedían ayuda en sus trabajos de matemáticas a lo que yo pacientemente les explicaba cómo hacer cada ejercicio. Volvamos al presente, los primeros meses de clases me los pasé analizando a Eva, siempre estaba callada y ausente, pero a la hora de inicio de clases, sus ojos y cerebro me miraban a mí y al pizarrón, siempre tomando apuntes o cuestionándote lo que no entendías, por ejemplo, cuando yo explicaba algo y tú me mirabas con una expresión de no entender, o levantabas la ceja, yo profundizaba mas en el tema, explicando paso a paso, te dirigía una mirada, a lo que Eva respondía escribiendo en tu cuaderno y esperando la siguiente explicación. Cada vez que me encontraba con Eva en el recreo, le veía junto a chicas de otros cursos, nunca con alguna de tu misma edad, siempre con tu aire de grandeza y delicadeza, nunca hablabas, siempre callada y pensante, cuando veía a alguna de tus compañeras hablándote, tú rostro se contraía, ponías tu cara más pesada y aguantabas su molesta presencia sin temor asiéndole notar a la otra el desagrado que era para ti estar con ellas. Yo siempre te dirigía miradas interrogativas, pero pocas veces pude disfrutar ver tus ojos posados en mí, a veces te sorprendía mirándome durante algún examen, la mayoría de las niñas que estaban en el salón me dirigían miradas silenciosas y asustadas, cuando se encontraban con mis ojos ellas bajaban la cabeza y no la volvían a levantar hasta finalizado el examen, pero tú no te inmutabas, y seguías con tu mirada posada en mí, me ponía nerviosa al sentir tus ojos mirándome directamente, con toda tu atención en mí, por lo que me paraba de donde estaba sentada y daba una vuelta por el salón, intentando tranquilizar mis respiraciones y mi latiente corazón. Pero volvamos al presente, al mirar mi reloj vi que faltaban cinco minutos exactos para que todas las estudiantes se fueran, yo solo te buscaba por todas partes, esperando verte por última vez, dedicarte una sonrisa o guiñarte un ojo, no te veía por lo que comencé a desesperarme, saber que en tres largos meses no volvería a verte me llenaba de angustia y desesperación, di un par de vueltas por el alumnado, pasé por tu curso y no estabas, cansada volví a mi posición anterior, resignada a no verte más. Pero de repente, a lo lejos, vi tu figura, caminabas apresuradamente, distanciada de las despedidas de las demás, buscabas a alguien, cada pocos metros levantabas tu mirada y mirabas para todas partes, hasta que tus ojos dieron con los míos. Me reconociste inmediatamente, tu cara de sorpresa se extinguió rápidamente, relajaste tu caminar y lentamente te viniste acercando a mí, sin quitarme la mirada en encima, como siempre lo hacías. Mi corazón de aceleró rápidamente, tu cabello café oscuro iba suelto, un poco desordenado posado en tus hombros y espalda, llevabas el uniforme de la escuela, un poco apretado a tu gran cintura, tenias el cuerpo de una mujer, unos enormes senos que nunca ocultabas, un buen trasero que deleitaba a cualquiera, incluyéndome, unos ojos claros y una piel suave y bien cuidada. Llegado a este punto, tuve que cambiar mi posición, ya que no paraba de mirarte, miré hacia otro lado hasta que sentí tu fuerte olor a crema cerca de mío, inmediatamente te miré, tus ojos brillaban intensamente y tu posición desafiante estaba a tan solo unos centímetros de mí. Por primera vez me sonreíste, mi corazón se detuvo, debo reconocer que tuve ganas de tomarte en mis brazos y besarte ahí mismo, pero contuve toda mi fuerza y te devolví la sonrisa, te veías realmente hermosa sonriendo, pocas veces pude verte sonreír de esta forma, realmente alegre, pero en tus ojos pude ver miedo ¿miedo de qué?, ni yo misma lo sé. -Que tenga unas felices vacaciones profesora- dijo con su voz grave pero esta vez suavizada, cerraste los pocos centímetros que nos faltaban y me abrazaste, sentir tu piel junto a la mía, hizo que miles de mariposas en mi estómago revolotearan de un lado a otro, se me cortó la respiración, luego subiste tu mirada hacia mi rostro y me diste un suave beso en mi mejilla, prácticamente casi tocando el extremo de mi labio. Estaba totalmente paralizada, sentir tu cuerpo en mis brazos me hacía sentir un deseo pocas veces duraderos en mí, quería llevarte a mi oficina y desnudarte, para luego besar cada parte de tu cuerpo y finalmente hacerte mía. Pero la realidad vino a mi cabeza y dedicándote unas palabras de aliento y que pasaras unas lindas vacaciones, me sonreíste por última vez y te fuiste caminando lentamente, la campana había sonado que rato, pero tú fuiste derecha hacia los baños y no saliste de ahí hasta diez minutos después, me miraste desde el otro extremo del patio, yo seguía en las misma posición en que me dejaste, nos miramos un buen rato hasta que giraste tu cuerpo hacia la salida, eso fue lo último que pude ver de ti, caminando hacia afuera, lejos de mi presencia, lejos de mi alma.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD