Después de aquel loco momento donde las emociones de Adele fueron llevados al límite por Paolo, ella se dijo a sí misma: Vine a vivir mi libertad, no para que un chiflado italiano ponga mi mundo de cabeza…
¿Qué tiene en su cabeza Paolo? Cómo se atreve a entrar a mi habitación como si fuéramos pareja para derretirme en sus brazos para luego dejarme con las ganas…
Ufff… ¡Definitivamente esta loco! El hecho de que su novia lo haya traicionado con otro hombre lo volvió loco… ¿Qué pensó que yo haría? Pensó que me iba a lanzar en los brazos a ese tipo… ¡Claro que no! Ni siquiera me pareció atractivo…
¿Cómo pudo pensar eso de mí? Yo nunca traicioné a Rick, por eso él siempre me creyó de su propiedad… ¡Por tonta! Por ingenua y enamorada…
Mirándose en el espejo eligiendo el vestido que se iba a poner, Adele hablaba consigo misma.
No podía negar que sentirse en los brazos de Paolo fue algo que la hizo sentir y desear que el contrato que firmó, no estuviera presente como una barrera entre los dos, pero a la vez le hacía recordar lo doloroso que fue tomar la decisión de abandonar a Rick.
Habían sido años de vivir enamorada, aunque ahora que se veía en el espejo, lejos su país, y de Rick, después de romper con él, un sentimiento de tristeza la envolvió.
Por primera vez se preguntó: ¿Qué fue lo que hice? Después de volver a mi país, ¿a dónde voy a ir?
¿Con mis padres? ¡Eso nunca..! Ya no soy una niña y después de lo que le hice a su “amado Rick” no tendré lugar en su casa…
Además, no quiero escuchar a mi madre decir: Adele, ponte un suéter para salir… Adele, no uses ese vestido, Adele, no te pongas tanto maquillaje… Adele no hagas esto, Adele no hagas aquello…
¡De tan solo pensarlo se me descompone el carácter! Creo que fue precisamente por la actitud controladora de mi madre que le dije que sí a Rick la primera vez que me propuso vivir juntos…
Mis hermanas la soportaban y sabían comportarse sin meterse en problemas con mamá, ¡mis hermanas eran más listas que yo, o más tolerantes! Yo siempre he tenido un alma rebelde, un alma deseosa de libertad…
No sé si eso es un pecado o mi propia esencia, la verdad no lo sé, pero después de años de decir sí a todo, quiero poder decir lo que quiero, lo que pienso y lo que me dé la gana…
¡Tengo derecho! Soy una mujer libre, y como mujer libre, yo decido …
Luego de mirarse varias veces en el espejo Adele soltó su cabello y no lo peinó, solo lo sacudió dejándolo libre.
A Rick no le gustaba que ella tuviera el cabello suelto, todo el tiempo le pedía recogerlo en un moño, algunas veces en coleta o trenza, pero suelto, jamás.
Ahora que no estaba con él Adele le puso el sello de rebeldía a su cabello también. Con unos tenis blancos y un vestido estampado Adele salió de su habitación para tocar la puerta de la habitación de Paolo.
Una vez éste abrió Adele le dijo: ¡Se nos hace tarde! Quiero recorrer las calles, sentir el viento, y comer algo de pizza con mucho queso… Poniendo sus manos detrás de su espalda inclinó su cabeza y con una sonrisa de niña dijo: ¿Nos vamos?
Paolo la miró de arriba abajo, la mujer que había llegado con él a Nápoles vestía muy formal, con una coleta y anteojos sobre su cabeza, ahora se veía fresca, sin maquillaje y con el cabello suelto.
Se veía más joven, y muy hermosa.
Paolo no pudo evitar detenerse en la nueva Adele, la mujer frente a él le causaba muchas emociones que lo confundían.
Claro… Respondió Paolo, después de aclarar su garganta.
Saliendo con ella Paolo decidió iniciar su recorrido caminando, le mostraba a Adele los lugares legendarios que eran conocidos por su historia y sus personajes emblemáticos.
Adele lo escuchaba atentamente, como si estuviera en la universidad y le fueran a hacer un examen.
Pero de repente pasaron frente a una panadería artesanal, el olor que emanaba de aquel lugar le abrió el apetito a Adele.
Tomando de la mano a Paolo lo arrastró dentro de la panadería. Sus ojos se abrieron enormes de la emoción, luego se achicaron para ver de cerca lo que había en las vitrinas.
Volviéndose hacía Paolo le dijo: Dile por favor que quiero ocho de las pastas de chocolate con nueces, ocho de las de mantequilla, y ocho de las de pistacho y …
Volviéndose de nuevo hacía la vitrina dijo: También ocho de esos panes de queso…
Jajajaja… ¿Vas a comprar todo eso? ¿Hace cuanto que no comes Adele? ¿Vas a alimentar a un regimiento o es todo para ti?
Sonriendo Adele se volvió hacía la dependiente y con un italiano algo rústico le pidió cinco rollos de canela.
La mujer que había escuchado todo lo que Adele le había dicho a Paolo, trajo una linda canasta adornada con un mantelito a cuadros rosas y blancos, puso todo lo que Adele pidió y dentro de la canasta puso también una botella del espumoso vino de uvas llamado Asti, de Piamonte y dos vasos desechables.
¡Un regalo para los enamorados! Dijo muy sonriente la mujer.
Paolo tomó la canasta con las pastas y el vino, y cuando los iba a pagar, Adele extendió su tarjeta diciendo: ¡Yo invito!
¡Una chica lista e independiente..! Señaló el panadero que salía con una bandeja de pan recién horneado. Mirando a Paolo le dijo: No la dejes escapar muchacho, es una chica linda, simpática y con dinero, tienes en ella todo lo que necesitas…
Paolo sonreía mirando a Adele, pidiendo algo de los bollos con frutos secos que traía el panadero, y también algo de queso y unos cubiertos desechables para cortar el queso.
Paolo amaba comer, pero nunca creyó conocer a una mujer que disfrutara de la comida tanto como él, y al parecer Adele sentía el mismo amor y placer por la comida como él.
En lugar de molestarle que Adele lo hiciera cargar la canasta qué estaba repleta, a Paolo le parecía divertido.
Una vez salieron de la panadería Paolo la llevó a unas mesas para sentarse a disfrutar del vino y de lo que Adele había comprado.
Se suponía que debían ir a algunos museos y lugares históricos, pero se quedaron platicando, bromeando, riendo y comiendo hasta acabar con todo lo que había en la canasta.
Sobre ellos se tendió la tarde, un celaje espectacular se puso sobre sus cabezas dejando entre los dos una atmósfera de serenidad y romanticismo.
Adele le provocaba a Paolo una sensación de estabilidad qué nunca había experimentado, mientras que Paolo le hacía sentir a Adele, seguridad.
Mientras Paolo la veía reír sin temor a lo que otros pensaran, mientras comía con gusto los panes con queso, Paolo se dijo: ¡No puedo entender que estaba pensando su ex al dejarla ir..!
Adele es hermosa, divertida, dulce… Creo que la estoy mirando demasiado, y lo peor es que me gusta todo lo que veo en ella… Me gusta su risa, sus ojos, su cabello movido por el viento, sus manos… Y su boca… Todo me gusta de Adele…
Mientras Paolo buscaba ocultar sus sentimientos y pensamientos de Adele, ella actuaba con naturalidad, como si nada le importara, se veía feliz y muy agusto en compañía de Paolo.
De vuelta al hotel, Adele se sentía muy cansada, había sido demasiado para un solo día, y habiendo comido tanto, sentía que en su estómago no cabía ni un grano, así que solo quería descansar.
Paolo la dejó en la puerta de su habitación y se despidió de ella con un: Gracias por una tarde maravillosa…
Adele sonrió, luego acercándose a él le dió un beso en los labios para luego decirle: Que descanses Paolo, y que tengas hermosos sueños…
Cerrando la puerta Adele se dejó caer en la cama sin pensar en nada de lo que había hecho, sus ojos estaban cargados de sueño.
Tanto, que dos minutos después de cubrirse con las sábanas cayó profundamente dormida.
Mientras que Paolo estando en su cama tocaba sus labios recordando el dulce sabor de la boca de Adele.
Era su primer día juntos y su cabeza daba vueltas pensando en ella, no cómo su cliente, sino como mujer.
Adele no era su primera clienta, pero con ella todo había sido diferente desde la primera vez, todo eso era tan confuso para Paolo, como especial, alocado y poco ético.
Él nunca se había relacionado íntimamente con una clienta, nunca lo había hecho, nunca se había permitido cruzar la línea de lo prohibido, pero con Adele no solo había cruzado la línea de lo prohibido, sino que lo deseaba seguir haciendo.
Cerrando los ojos Paolo se quedó dormido pensando en Adele y los besos que se habían dado ese día.