POV Valencia - Cinco años después
El odio nunca es bueno, excepto cuando va dirigido a Denver Wright.
Me recuerdo eso porque tengo un presentimiento inexplicable invadiendo mi pecho, no suele pasarme. Sin embargo, el odio no es precisamente lo que me preocupa, por ahora estoy en paz. Me asombra la tranquilidad que he sentido esta mañana y, se debe a que estoy casi sola en la firma. Mientras los demás están en sus vacaciones, yo he preferido trabajar todo el verano y justo hoy voy a cerrar mi caso más importante.
«Mi gran logro»
Escucho un ruido proveniente de afuera, así que dejo de morder la punta de mi lápiz para ver hacia la puerta. Solo pasa un segundo antes de que esta se abra y una de las recepcionistas, pelirroja aparezca con un ramo de rosas y una enorme sonrisa.
—¡Señorita, mire lo que acaba de llegar para usted! —exclama, acercándose con el arreglo que deja en mi escritorio. Hay cuatro rosas blancas y la del medio es color rosa—. Están hermosas.
Tomo la tarjeta para leer la dedicatoria, aunque ya me imagino quién envió el llamativo ramo. No es un obsequio, es más bien una advertencia de mi rival número uno.
—Me imagino que son de su prometido, ¿verdad? Qué romántico el doctor Jasper.
Le sonrío, aunque por dentro estoy resistiendo hacer una mueca de disgusto, no por ella y su rebosante entusiasmo, sino porque la dedicatoria me acelera el corazón.
“Cinco años, ma rose”
Ya son cinco años en que mi vida cambió y mentiría si digo que todo fue mejor, ahora tengo al demonio dictador de jefe y rival, por suerte está de viaje y puedo tener un poco de tranquilidad antes de que vuelva a empezar una de sus estrategias de saboteo en mi contra.
—¿No son de su prometido? —inquiere la pelirroja, curiosa. Ya llevo algún tiempo aquí y sigo sin saber su nombre. Desde luego, no es por falta de cortesía, ella y sus compañeras suelen cambiar sus apodos cada dos días. Pero no me pregunten por qué, ahora que estoy pensando en el ramo.
—¿Tú las recibiste? —pregunto, guardando la tarjeta en uno de los cajones del escritorio.
—Llegaron a recepción.
—¿Y a eso se debe el escándalo de afuera?
—Ah, no, no es por eso. —Ella toma asiento, y sé que va a contarme con lujo de detalles todo el motivo del alboroto afuera; lo que no espero, es que lo que dice, me de un vuelvo en el estómago—. Parece que regresó el señor Wright.
«Hasta ahora mi mañana iba muy bien». Yo, Valencia Carlsen, suelo ser más feliz cuando ese demonio no está en el mismo espacio, no es que me intimide, aunque eso es lo que él intenta cada día, pero que quede claro que su hobby favorito es odiarme y ser un dictador.
—¿Cómo qué regresó? —inquiero, luego de unos largos segundos perdida en mi cabeza.
—Wiggins nos dijo. En realidad, todas las chicas nos paramos detrás de su escritorio para escuchar y así supimos. Pero, esa es una buena noticia, ¿no?
«Para su séquito de fans, sí. Para mí, no»
Para todo los demás, el innombrable es un abogado ejemplar, modelo a seguir, todos conocen su mano dura en el trabajo, pero aun así lo tienen como un rey. Solo yo sé lo cruel que puede ser este rey de ojos verdes.
—¿Y está aquí en la firma?
—Supongo que vendrá luego. Ya sabe que no pierde ningún momento para trabajar.
Empujo un poco la silla hacia atrás y me levanto, mientras tomo mi portafolio rosa pálido.
—Tengo un juicio en veinte minutos, así que ya me voy. Por favor, si tengo citas para hoy cancélalas, no creo que pueda regresar hoy a la oficina.
—Sí, señorita. —Ella se pone de pie y me sigue a la puerta—. Ah, se me olvidó avisarle que el oficial Miller vino porque necesita hablar con usted sobre la demanda del ciego pervertido.
—¿Pidió que fuera a la comisaría?
—Sí. Parece que pasó algo con el demandado. Supongo que le cobraran una multa. Si quiere le reprogramo una cita…
—¡No! —exclamo, porque lo que más deseo es salir de aquí. No me apetece encontrarme a cierto sujeto innombrable—. Tengo tiempo antes del juicio. Gracias.
Apresuro mis pasos por el pasillo, para ir directo a los ascensores. Miro impaciente los números que cambian en el tablero, indicando que el aparato está subiendo. Solo espero que venga vacío.
—Señorita, ¿quiere que ponga las rosas en agua?
—Quédeselas, sé que le gustan. —Esta vez le sonrío con más sinceridad.
El ascensor llega, sujeto con más fuerza mi portafolio cuando este empieza a abrirse. No suelo pasar por estos episodios de huida, si algo he aprendido a lo largo de estos años es a enfrentar cualquier cosa, incluso a él. Pero soy consciente que la última vez que lo vi no quedó nada contento conmigo porque tomé un caso que me prohibió, aunque yo creo que hay algo más detrás, es una excusa para seguir odiándome con esa intensidad que desprenden sus ojos cada vez que estoy frente a él.
Soy más valiente cuando Stella está aquí, además de ser mi jefa, es mi amiga y me ha enseñado cómo ser una rival empoderada, aunque por nuestra amistad los demás suelen decir que me da privilegios. Eso no es verdad, puedo parecer una princesa, una chica consentida, pero me he esforzado igual que cada unos de los abogados de esta firma, incluso he venido a trabajar mientras tengo el corazón roto.
El asesor de mi derecha se abre, antes de ver quien sale, ingreso al que está enfrente de mí. Presiono el botón del estacionamiento en cuanto escucho las voces de las recepcionistas en coro.
—¡Bienvenido, señor!
Un suspiro escapa de mis pulmones una vez el ascensor desciende. Por ahora solo debo enfocarme en cualquier cosa que no sea él.
___ ___
Al parecer ya todo Londres se enteró del regreso del señor Wright. Una vez llegué a la comisaría para preguntar con los avances de mi demanda, las oficiales me preguntaban sobre el regreso del señor Denver Alexander Wright. Solo mencionar su nombre me provoca un escalofrío, no por miedo, sino frustración. Las personas aquí lo admiran en la misma proporción en la que le temen, eso no quita que lo llamen el conciliador perfecto.
Perfecto.
Si la gente lo conociera como de verdad es no estarían diciendo que es perfecto, porque Denver es todo menos eso. En realidad es todo lo malo que hay, aunque el mundo lo ama y, a mí, en cambio, la vida me está odiando, la prueba irrefutable es que mi mañana se acaba de arruinar.
Suelto un suspiro exasperado mientras reviso mi reloj, me doy cuenta qué han pasado veinte minutos desde que vine aquí, y eso significa que llevo veinte minutos de retraso para mi juicio. Estaré en la lista negra del juez y ninguna excusa de ayudar a una ciudadana me salvará esta vez.
Supongo que puedo explicarle que terminé en la comisaría porque no debí decirle “Ciego pervertido” a un pobre hombre que se atrevió a tocarle el trasero a mi clienta. El motivo de mi enojo es que el “pobre hombre” dice ser ciego y que mi demanda está de más. No voy a retirarla porque sé que es un mentiroso. He trabajado suficiente tiempo en Croydon para saber que ese pervertido tiene la mirada tan nítida que la usa para mirar con morbo a las pobres mujeres de la comunidad.
La gran ironía es que yo demandé y terminé siendo la demandada.
—Señorita Carlsen, ¿me estás escuchando? —pregunta el oficial Miller. Es un hombre bajito, de mediana edad, y con una gran panza que retrata a la perfección el cliché del policía amante de las donas.
—Perfectamente.
—Estaba diciendo que debería llamar a su prometido para que le ayude a salir de aquí antes de su juicio. O podría usted misma retirar…
—Y no voy a retirar la demanda —lo interrumpo, decidida—. Y no meta a mi prometido en esto.
—Entonces, ¿pagará la multa?
—De ninguna manera. Usted tiene que detener a ese hombre por sobrepasarse con mi cliente.
—Señorita, el señor es ciego, no sabía que estaba tocando a la señora —me mira con resignación, al ver que tomo asiento en la sala de espera.
Él me conoce y sabe lo obstinada que puedo ser cuando se trata de defender a mis clientas, y puede que me conozca porque vengo aquí más seguido de lo que me gustaría. Es mi necesidad de demandar a los idiotas, lo que me ha ganado el apodo de “Demanda rosa” en la firma, ignoro los comentarios burlones como me lo sugiere Stella, pero siempre los escucho.
«Serás una buena abogada, Valencia»
Dejo que sea ese pensamiento el que llene mi mente, antes de que cualquier otro me lleve al borde de la duda. Intento ser fuerte, juro que lo intento.
—Lo siento, señorita Carlsen, pero entonces se quedará detenida. —Me entrega un café, pese a que casi mediodía—. ¿Por qué no paga la multa? Tiene el dinero suficiente para ahorrarse este episodio. Su padre es León Carlsen.
—Créame, mi padre estará más orgulloso si lucho por la justicia y no gastó su dinero cubriendo una injusticia.
El hombre me mira como si estuviera ante una niña que cree en las hadas y los gnomos, ya no soy tan ingenua como lo fui hace cinco años, después de todo haber sido decepcionada por el diablo hecho hombre tuvo que servir para algo y, me sirvió para dejar de ser una muchacha ingenua. Aunque sigo creyendo en la justicia, no por nada me estoy convirtiendo en abogada.
El teléfono del escritorio de Miller suena, él atiende la llamada y puedo ver como pasa de fruncir el ceño a quedar sorprendido y luego sonriente.
—¡Señorita, Carlsen! —exclama—. Su prometido ya sabe que está aquí.
Me levanto de mi lugar y voy hacia él, lo veo retroceder detrás de su escritorio y eso me hace detener, no quiero descargar mi ira con él, porque la estoy reservado exclusivamente para el juicio al que ya voy media hora tarde.
—¿Quién le dio permiso de avisar que estoy aquí? —pregunto, cruzando mis brazos.
—Se me salió. No me demande, por favor, no puedo pagar multas ni juicios como usted. Ya, ya puede irse…
—¿Qué?
—La multa ya está pagada. Puede irse, señorita…
Pestañeo para luego dejar caer mis brazos. ¿La multa ya está pagada? Eso solo significa que Jasper la pagó y lo que menos deseo es deberle un favor, porque estoy segura de que me lo va a cobrar en cuanto tenga la oportunidad. Sé que me quiere, pero también quiere tenerme en sus manos, es por eso que sigue diciéndole a todos que soy su prometida.
—¿Quién pagó la multa? —pregunto, esperando escuchar el nombre de Jasper seguido de su elegante apellido, sin embargo, el nombre que revela el oficial hace que el corazón se me baje a los pies.
—El señor Wright…
«No puede ser…» Espero que se esté refiriendo a mi cuñado, pero sé que él no me sacaría de un problema como este a menos que mi prima se lo pida directamente y, eso es imposible porque Samara no sabe que estoy aquí, ya que está de vacaciones.
—¿A cuál de ellos te refieres?
—Ah… La están esperando afuera —termina y finge que lo están llamando sus compañeros.
Él desaparece detrás de una puerta que da a la sala de interrogatorios. Ojeo mi reloj otra vez, 40 minutos tarde para mi juicio. No sé si debería ir, ver la cara enojada del juez no es algo que me apetezca luego de haber tenido una mañana tan desastrosa, además, ahora mismo estoy reprimiendo el enojo. Todo se debe al diablo cuyo apellido sigue resonando en mi mente. De verdad espero que sea Aidan, porque las cosas se van a poner feas, de ser el demonio al cual prefiero no llamar por su nombre.
Ahora que lo pienso… «Cielos, me siento saboteada» ¿Será que no querían que yo llegara a ese juicio hoy? Resoplo tomando mi bolso, y saliendo de la comisaría.
Mis pasos son tan duros que mis tacones hacen un ruido fuerte en el asfalto, la verdad que no me molesta malograr mis hermosos tacones de la colección Foster (regalo de mi prima menor), porque mi mirada se enfoca en el caballero que encuentro esperando junto a mi coche. Lleva un traje n***o de tres piezas, el cabello azabache como la noche, bien peinado y el aire de snop activado.
—¿Qué haces aquí? —pregunto con dureza.
—Estoy seguro que no hay privilegios que te permitan hablarle así a tu jefe —Brendan Wilcox, uno de los dueños de la firma, es la confirmación de que el demonio cuyo nombre me niego a nombrar, otra vez, está detrás de todo esto. Mi instinto de conservación me grita que debería callarme y no meterme con él, porque eso es algo que nadie en su sano juicio haría, sin embargo, yo perdí mi sano juicio cuando me convertí en empleada de los demonios con tarjeta de abogados—. Nuestro señor Wright me envió para que pagara la multa —Le gusta referirse a ese demonio como “Nuestro señor” porque le encanta pensar que soy el juguete de su amigo; además que es la mejor forma de molestarme.
—¿Y cómo sabía su amigo que estaba aquí?
—Nuestro señor Wright lo sabe todo, no deberías subestimarlo. —Me entrega una factura, la cual leo como el comprobante de pago de mi multa—. No es necesario que le pagues a Denver, pero conociéndote querrás devolver el dinero, así que este es el monto.
—Por supuesto que no quiero deberle nada a ese hombre. —Guardo el comprobante en mi bolso—. Te haré un cheque.
—No —dice, rotundo—. Nuestro señor Wright dijo que solo aceptaría el dinero si lo vas a dejar a su apartamento. Ya lo conoces, será mejor que lo obedezcas.
—Ese imbécil…
Brendan curva su labio en una sonrisa burlona, por la forma en la que ha llamado a su compañero. Este hombre no solo es el mejor amigo de Den… el hombre que no voy a nombrar, sino que también es su cómplice y estoy seguro de que apoya a ese demonio en todas sus locuras, porque le gusta ver el caos. La única vez que verás a Brendan sonreír, es cuando se sale con la suya, no tiene emociones y apuesto mi fortuna que él y Denver se formaron en la misma escuela de “Cómo ser un hombre sin sentimientos”.
—Pues dile a tu amigo, que no me va a decir que hacer. Le haré llegar su dinero. Ah, y dile que ya sé que esta detención fue por él. Seguro quería evitar que yo llegara al juicio.
—Nuestro señor Wright no usaría trucos baratos.
—Tu señor Wright, es un truco barato. Permiso.
Abro la puerta de mi coche para entrar, antes de que mi acción se complete, Brendan me mira con esos ojos grisáceos y apáticos, ahora parece más burlón.
—Valencia, lamento que no haya podido tomar vacaciones, creo que la necesitabas. Como consejo, debería hacerle caso a Denver.
Tras decir eso, se va a hacia su propio auto y yo hago los mimo. Golpeo el volante enfrente de mí. Reviso mi reloj y ya son 50 minutos tardes para mi juicio. La emoción que hierve dentro de mí no es agradable, pero no le daré el gusto al demonio de hacerme perder los estribos. Este juicio era importante y estoy segura que voy a ganar, pero después de esto creo que mi victoria está en juego.
Posiblemente, Denver me distrajo, él me ha puesto trabajas en el camino y, es porque no puede dejar su odio de lado. Me ataca en el trabajo porque es donde más me puedo controlar, ya que es algo así como mi jefe inmediato. Lo peor es que esto es algo que llevamos en silencio, nuestros amigos y familiares no tienen idea de la guerra constante en la que vivimos, porque eso que pasó hace cinco años ha sido nuestro mayor secreto.
No niego que es frustrante e incómodo fingir que nos agradamos. Después de todo, trabajamos juntos, y su hermano es el marido de mi prima Samara. Ellos sí pudieron arreglar las cosas, no como Denver y yo, eso no tiene solución.
Aún resuenan en mi cabeza las palabras que me dijo antes de que todos entre nosotros terminara definitivamente “A partir de hoy, vas a arrepentirte de lo que me has hecho, ma rose”. Ese día empezó a llamarme así y marcar las reglas de un juego lleno de odio y tensión, sin embargo, justo ahora me niego a acceder a su chantaje de ir hasta él.