CAPÍTULO 1.

1619 Words
—¿Mi qué?—preguntó Alma, totalmente confundida. ¡Muy bien subconsciente, ya deja de hacerle ilusiones a la niña! Se frotó la frente y miró parpadeante al muchacho que seguía de pie con un gesto arrogante en su rostro. Le era imposible creer que sólo ella podía verlo. —Lo que has escuchado.—le contestó con tranquilidad— Toda persona que existe sobre la tierra, tiene a su compañero de vida. Hasta tu madre tiene uno, pero no lo ve ¿alguna vez en tu cabeza alguien te ha gritado que hagas algo y pensaste que sólo era tu instinto? Bueno, eso no existe. Somos nosotros quienes manejamos la vida de los seres humanos. Bueno, en realidad, los pensamientos. Pero eso ya es otra cosa. Lentamente fue bajando la lampara hasta dejarla nuevamente sobre la mesa de noche. Las cosas que le estaba diciendo ese tal chico no tenían sentido alguno. —No te creo. —Tienes que creerme. —Pues, no lo haré.—le respondió con la barbilla en alto y una mirada desafiante. —Necesitas olvidarte de Lucas, no seas idiota y deja de comportarte como una ridícula enamorada.—le dijo Tom a través de sus pensamientos y Alma quedó pasmada sin poder creerlo. Era como si se aconsejara así misma, pero ahora sabía que no tenia nada que ver con su instinto, sino, que era Tom el que hablaba dentro de su cabeza. Siempre había sido él. —¿Puedes leer mis pensamientos?—le preguntó con voz temblorosa ya que no sabía que iba a responderle. Tom se sentó nuevamente en la punta de la cama y sonrió con malicia. Alma palideció. —Varios de ellos.—contestó con un guiño de ojo—Pero no todos, sólo puedo leer tus pensamientos más fuertes. Esos que se te cruzan por la cabeza cuando estás triste o feliz. Sin embargo, ahora mismo me encuentro fuera de tu cabeza y lejos de tus pensamientos. Así que no puedo saber las diversas emociones que estás sintiendo en este instante.—le aseguró. Miró perpleja a Tom. Necesitaba procesar lo que estaba sucediendo. Se sentía un poco avergonzada por sus pensamientos tan íntimos que de seguro él ya sabía. Maldición ¿ahora ya no tenía intimidad ni secretos?¿cómo iba a creerle de que ya no podía saber lo que pensaba? —¿Puedes dejarme un rato a solas?—le preguntó Alma con su voz que trasmitía algo de dolor y tristeza. —Por supuesto. Tom salió de la habitación. Alma se sorprendió al ver que él salía con sólo abrir la puerta y cerrarla. Ella creyó que saldría traspasándola o algo así. En cuanto se percató que Tom se mantuvo fuera de la habitación, fue hasta su mochila y sacó su móvil. Con torpeza marcó el número de su mejor amiga. —Valeria, tienes que venir a mi casa en cuanto puedas. Tengo que contarte algo.—se apresuró a decir la joven antes de que la voz de su amiga la interrumpiera. —Sí quieres contarme lo que pasó con Lucas, ya sé acerca del rechazo. Su mejor amigo se ocupó de contarle a todo el curso. Cerró los ojos y tuvo que masticar la noticia que acababa de abofetearla en la cara. Luego lloraria por Lucas, primero debía encargarse de aquel chico que veia. —No, no es eso.—le respondió en seco—Hay un chico en mi casa que sólo yo puedo ver. —¿Es broma cierto? —¡No es broma, ven a mi casa! Y dicho eso, colgó. Se dejó caer en la cama y se refregó los ojos con la mano. Las lágrimas seguían acumuladas porque su pecho ardía a infiernos por la humillación que había vivido. Y ahora estaba segura de que toda la escuela sabía de antemano acerca de todas las palabras que le había soltado a su amor imposible. ¿Cómo pudo ser tan estúpida en ir a declararse? Ella había necesitado decirle las cosas porque ya no aguantaba más. Jamás lo olvidaría, lo amaba con locura. Fueron cinco años de tortura, cinco años en donde su amor había sido oculto. Cinco años llevaba enamorada de la misma persona que jamás había sentido ni un gramo de cariño por ella. —¿Con qué Valeria, eh?—la voz de Tom casi la tiró de la cama. —¡Déjame en paz y vete!—gruñó como respuesta. —Por mucho que lo deseara no puedo hacer eso mi querida Alma.—se lamentó en forma de burla y ella lo fulminó con la mirada. —¿Cómo has entrado si ni siquiera abriste la puerta?—le preguntó con un tono de asombro y miró fugazmente la puerta. Esta yacía cerrada. —Te explicaré luego de que calmes tu furia. —Sólo eres producto de mi imaginación.—Alma se plantó una almohada en la cara y la apretó contra ella—Sólo te estoy imaginando porque Lucas no me ama. —Lucas es un idiota. —¡No le digas así! Alma le tiró la almohada con agilidad y Tom se apartó a un lado para que no le pegara en el rostro. —¿Te acaba de rechazar y lo defiendes? —Por favor, déjame en paz.—le suplicó, con las lágrimas que amenazaban con salir. Alma se acurrucó a un lado de la cama y abrazó con fuerzas a otra almohada. Se echó a llorar como nunca antes lo había hecho. Le dolía el corazón y mucho. Fuertes gritos dejó soltar contra la esponjosa almohada que le hacía compañía en un momento muy difícil de su adolescencia. El que nunca sufrió por amor, nunca se ha enamorado realmente. Sintió cómo el peso de Tom se dejaba caer sobre su cama, lo sintió tan real que se contuvo para no entrar en pánico. —Sé qué duele mucho amar a una persona y que esta no te corresponda. Ya lo superaras Alma, no llores. —Tú no sabes lo que es amar a alguien durante tantos años y tener tus ojos puestos sólo en esa persona.—le dijo, a la defensiva. Tom se quedó callado al ver que ella no bajaría los hombros por cualquier cosa que le dijeran para consolarla. —Me voy a morir ¿Cierto?—le preguntó Alma un poco más calmada, sin dejar de abrazar su almohada—Tú eres un ángel de la muerte que viene a decirme que mis días están contados y que en este preciso momento dejaré de respirar ¿no es cierto? —Si fuera un ángel me llamaría Patch Cipriano y te llamaría "ángel" cada dos minutos para intentar conquistarte. Y si fuera la muerte, ya te habría tapado la boca con cinta adhesiva para que te calles, y sin duda ya te hubiera matado ¿sabes Alma? Eres muy habladora. Alma abrió los ojos de par en par al ver que él se estaba burlando de ella por haber leído Hush Hush, su libro favorito. Y luego pasó de su estado de sorpresa al de furia. Ella no hablaba mucho ¿o sí? —Eres un idiota. —Por supuesto que lo soy. Al igual que tú. Alma estaba apunto de contraatacar su respuesta, pero la puerta se abrió por sorpresa. Valería ingresaba a la habitación con una bolsa en la mano. Era la típica chica que establecía la guerra con cualquiera que la tratara mal.  Val vivía a la defensiva siempre. Su cabello castaño caía sobre sus hombros como una cascada de chocolate y tenía una sonrisa hermosa. Su rostro se ruborizaba constantemente, pero no brindaba la mirada angelical que la que mostraba a Alma. Ese día llevaba puesta una remera a rayas con colores al rojo vivo y al blanco. Unos jeans negros y unas sandalias floreadas. Lo que más le gustaba a Alma de su amiga, era su manera de vestirse. Valeria aparentaba ser una niña dulce y tierna con lo que llevara puesto, pero su personalidad era como la de una villana. Sólo los que la conocían de verdad, sabían cómo era ella. —Creo que alguien me necesita.—dijo Valeria en posición de un súper héroe que estaba apunto de levantar vuelo—Y yo, súper Valeria está aquí con la solución de dos cafés cortados recién sacados del café de Marta. Alma sonrió apenas y en su nariz rozó ese leve olor a café recién hecho. Valeria apoyó la bolsa de papel sobre la mesa de noche y besó la frente de su amiga. Sacó los dos vasos y le tendió uno a Alma. Luego, de la misma bolsa, sacó varias galletas recién horneadas por la madre de la joven. —¿Cómo te sientes?—le preguntó Valeria mientras devoraba la delicia que había hecho su madre. ¿Cómo se sentía? ¡Fatal y destrozada! —Bien. —¿Bien? —No, no me siento bien.—confesó, apenada. —Cuéntame cómo le has dicho a Lucas que lo querías. En ese momento, Alma desvió la mirada hacía donde estaba Tom. Él seguía allí, intacto. Sus ojos se encontraron con los de él y sintió un leve escalofrío que le recorrió todo el estomago. Rápidamente, apagó esa electricidad con un sorbo de café que pasó cálidamente por su garganta. Valeria, al ver que la joven tenía fija la mirada en un punto muerto de la habitación, miró en la misma dirección que su amiga. —¿Qué miras tanto?—le preguntó con curiosidad. —¿Tú tampoco lo ves?—su voz sonaba sin ánimos. Ni siquiera había sonado como una pregunta. —Pensé que bromeabas cuando me habías dicho que había un chico en tu casa que sólo tú podías ver. Creí que lo decías sólo para que viniese más rápido a verte. Ahora Valeria sonaba preocupada, pero a Alma no le importó en absoluto. No podía dejar de mirar a ese chico que parecía tan real. El chico era de carne y hueso ¡ella lo veía así y lo sentía así! Cualquiera diría que estaba delirando, ¡pero no era así! —Alma me estás preocupando ¿qué pasa? Las palabras de su amiga se escucharon cómo si sus palabras hubiesen sido arrastradas por el viento. Se encontraba ahora mismo en una especie de trance. Como si la mirada de Tom tratara de decirle algo, algo importante. Pero éste no hablaba, se encontraba mudo. Como si el silencio dijese todo lo que tenía que decirle. —No me delates.—le dijo a través de sus pensamientos—No me delates o te perjudicaras. Te trataran cómo una loca. Y sé qué tú no quieres eso, Alma. —Fue un pretexto para que vinieras, Val.—mintió, con un leve suspiro al final. Esa misma tarde, entre Alma y Tom hubo tregua...o algo así.
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