CAPÍTULO 2.

2650 Words
Cuando Valeria se marchó, la noche cayó por encima de la habitación de Alma. No quería salir de donde estaba, se sentía segura en su reconfortante refugio. Alma vivía en un pequeño pueblo de España con su madre y su padre. Pero, ellos se encontraban divorciados. Cada tanto veia a su padre, pero siempre solía estar trabajando. Ese fue el motivo por el cual sus padres decidieron separarse. Por la falta de atención que el hombre tenía sobre su familia. Al principio fue muy difícil para ella superar el divorcio, pero era mejor que los dos estuviesen alejados y distanciados, ya que cuando los dos se juntaban ¡siempre discutian! Cosa que jamás le había gustado a la pobre Alma. Y allí estaba ella, sentada en el baúl de madera que estaba por debajo de su hermoso ventanal que daba vista a las tintineantes estrellas más allá del cielo oscuro. Apoyó su cabeza contra el cristal frio y dejó fluir las lágrimas que la quemaban. –¿Hace cuánto tiempo has estado enamorada de él?–le preguntó Tom, al sentarse en frente de ella. –Hace cinco años.–contestó, en seco. –Sabes que podrías haber conocido a alguien en ese transcurso ¿verdad? ¡Por supuesto que lo sabía! Pero para ese entonces sólo tenía ojos para él. Su Lucas, su amor imposible. Alma asintió con la cabeza, sin animos y levantó la mirada hacía las estrellas que parecían que se compadecían de ella. —No sé qué decirte para que te sientas mejor. —Vete y déjame sola, Tom. —No me pidas algo que no puedo hacer.—masculló, malhumorado. —¿Por qué estás aquí?¿por qué vienes a joderme la vida a mí y no a otra persona que quizá te necesita más que yo? —Sí prometes calmarte te lo explicaré. Alma tomó una bocanada de aire y se frotó el rostro para calmar sus humor. Cuando se tranquilizó, Tom comenzó a hablar: —No todas las personas tienen esta suerte de que su compañero de vida se les aparezca ¿alguna vez has escuchado el típico caso de que los niños pequeños ven a personas imaginarias? Pues, no es así Alma. Los niños nos ven a nosotros y cuando van creciendo desaparecemos con una típica despedida de "jugamos luego". —¿Y por qué hacen eso? —Porque nosotros crecemos con ellos. No somos mayores de edad o somos más grandes que ellos, tenemos la misma edad y cuando te das cuenta de que no eres real, de que no eres de carne y hueso...vas desapareciendo hasta desvanecerte por completo. Cuando ellos nacen, nosotros también. Hasta que ellos ya no pueden verte nunca más, pero sí sentir tu presencia. Somos las voces del subconsciente, podemos ver a través de tus ojos pero no tenemos permitido mover sus cuerpos. Sólo estamos allí, como si viésemos una película. Sólo podemos aconsejar cuando es adecuado o cuando está pasando algo importante en la vida de la persona y nada más. Escuchó atentamente cada una de sus palabras. Tom la observó como si tratara de adivinar sí había comprendido lo que le acababa de decir. De repente, el silencio de la habitación se apagó para que una fuerte carcajada ocupase su lugar. Alma estalló de risa, una risa nerviosa, casi sínica. Ahora Tom pasó de un estado melancólico a un estado de frustración. —No puedo creer la imaginación que tengo. Te imagino a ti, a un chico extremadamente lindo y con una historia que no tiene sentido alguno. Vaya, tengo que escribir un libro acerca de esto. Muy bien imaginación, ya es suficiente ¡desaparece este chico por el amor de Dios! —¿Pero qué diablos...? ¡Alma no soy parte de tu imaginación! —Nunca creí que mis alucinaciones fueran tan reales ¡es asombroso! La chica saltó del baúl y fue de camino a su armario para colocarse la ropa de dormir. Se desvistió delante de Tom como si él no estuviera allí. Él estaba mirándola cautivado por la pequeña figura corporal que tenía. —Bonitas piernas.—comentó, hipnotizado. Alma no le prestó atención. Ella seguía desvistiéndose sin importar que tan lejos podía llegar así misma. Por supuesto, era ella alagandosé así misma y nada más. Tom se acercó a ella con lentitud mientras que se colocaba una remera gris que siempre usaba para dormir. Cuando se la colocó, por debajo de ella se sacó el sostén y sus dos amigas quedaron liberadas. Fue hasta su mesa de noche y apagó la lampara enseguida. La noche se hizo presente. Se hundió en su cama y se acobijó entre las sabanas que le acariciaban la piel.  Intentó cerrar los ojos para sumergirse en un sueño en donde Lucas le daba una respuesta diferente. En donde le decía que la amaba y que nunca la dejaría ir. Pero le resultó imposible cerrarlos ya que la mirada penetrante de Tom la seguía en cada movimiento. —¿Tom? —¿Sí? —No eres parte de mi imaginación ¿verdad? —No, no lo soy. —Buenas noches, Tom. —Buenas noches, querida Alma. Al día siguiente sonó el despertador a las siete a.m, Alma se contuvo para no arrojarlo y estrellarlo contra la pared. Abrió sus ojos somnolientos y recorrió la habitación con la mirada. Tom no estaba y sus hombros se relajaron. Después de todo fue una ilusión, ese tal muchacho ya no la molestaría. Se refregó los ojos y largó un estruendoso bostezo. Se había levantado con un buen animo hasta que recordó lo sucedido de ayer. Aquel día tendría que ver a Lucas otra vez y con tan sólo pensarlo, se hundió en la cama, totalmente avergonzada. ¿Cómo podría enfrentarse a él? Por supuesto que ni siquiera iba a mirarlo, pero no podría soportar su presencia en el mismo curso. La mala suerte había conspirado contra ella ya que hoy no debía faltar a la escuela porque tenía examen de Literatura. Había estudiado el libro de Flores en el Ático a la perfección y hasta le había fascinado la trama. Así que no necesitaba de sus apreciados copiados cada vez que necesitaba las respuestas de cualquier examen. Sólo quería faltar a la escuela porque él iba a estar allí, con esa sonrisa perfecta y hechizante que siempre llevaba en sus labios carnosos. Pensar que jamás probaría el sabor de su boca la tenía devastada. Nunca iba a poder besarlo ¡jamás! La puerta del dormitorio se abrió y Alma creyó que Tom había vuelto para fastidiarla, pero largó el aliento que había contenido al ver a su madre ingresar con el desayuno. —Sé qué debe de ser un día difícil para ti cariño. Sí no quieres ir a la escuela por lo que pasó con Lucas, lo entenderé.—le dijo mientras que le apoyaba la bandeja sobre su regazo. —Mamá, tengo que ir.—su voz sonó desanimada y sin vida—Tengo examen y no debo faltar. No voy a vivir escondiéndome a espaldas de él. Tendré que enfrentarme a la humillación de verlo y tener la mejor cara de que no ha pasado nada y tengo que demostrarle que no me ha afectado en nada lo que me ha dicho. Por más que lo dijese lo mismo miles de veces, sus palabras sonaban vacías y estúpidas. Como si lo hubiera dicho cualquier presidente en uno de sus discursos. La madre la miró con dulzura y besó su mejilla, luego se marchó de la habitación para dejarla desayunar tranquila. —Veo que te has despertado muy decidida esta mañana. La voz de Tom la tomó por sorpresa y por poco escupe el café que había llevado a su boca. Tragó el liquido con fuerza y miró al chico que estaba junto a la ventana, penetrándola con sus ojos avellanas. Esta vez, su vestimenta era completamente negra; sudadera negra, jeans negros y zapatillas negras. —¿Puedes avisar aunque sea cuando aparecerás?—preguntó Alma, sacada de quicio. —Buenos días querida Alma. Lo miró con mala cara para que supiese que no era un buen día. Estaba segura de que hoy seria el peor día de su vida, ¡el peor! Tom se sentó a la altura de sus caderas y tomó una de sus panes recién sacados del horno que le había traido su madre. Lo comió con lentitud sin despegarle los ojos de encima. Alma se removió incomoda en su lugar. —¿Me permites hacer algo?—le preguntó Alma, con cierta timidez. Tom arqueó las cejas y asintió sin importancia. Fue acercando su dedo en busca del rostro de Tom. Pero éste no se lo permitió y se apartó. —No creo que sea buena idea.—le dijo no muy convencido. —¿Por qué?¿acaso puedo traspasarte o algo así?—preguntó Alma, con el entrecejo fruncido y con confusión. —No Alma, todo a su tiempo. Ahora levántate de la cama y ponte el uniforme. Te estaré esperando afuera de la casa. Y dicho eso, salió de la habitación. Ahora ella se había quedado con la boca abierta por como la había tratado. Tan autoritario, tan mandón...tan...tan, ¡idiota! Salió de la cama y dejó la bandeja del desayuno a un lado. Su madre se iba a enfadar con ella por no haberse bebido ni la mitad del café. Se colocó el uniforme y fue al baño para cepillarse el pelo y los dientes. Se alisó el pelo con la plancha y se delineó los ojos. Dejó caer su pelo de color miel sobre sus pechos y se miró una vez más al espejo. —Ya veras que puedo ser feliz sin ti Lucas. Y para su sorpresa, al final de sus palabras, soltó un leve eructo que la hizo ruborizarse. El café por las mañanas no le caía nada bien al estomago, pero no le importaba. Volvió a la habitación y tomó su mochila más su teléfono móvil. Bajó por las escaleras y saludó a su madre con un beso casto en la mejilla. Su madre le deseó buena suerte para el día de hoy y Alma se aferró a esa "buena suerte". El servicio meteorológico había anunciado fuertes lluvias para justamente HOY. Así que Alma ya había puesto por anticipado una campera de lluvias que le llegaba hasta las rodillas para que por lo menos su cuerpo no se mojara. Salió del jardín de su casa y allí estaba Tom. Con su espalda apoyada en un árbol y con una posición que decía "no juegues conmigo, muñeca". Frotó su frente y miró a varias dirección antes de hablarle, ya que quería asegurarse de que la gente no la viese hablando con un árbol. —Tom...no es necesario que me sigas todo el tiempo ¡ve y se libre!—le aconsejó con una sonrisa burlona y a la vez se encontraba muy nerviosa—Ve a conocer Francia y ese tipo de lugar que alguna vez soñaste. Aprovecha que nadie puede verte y métete en fiestas privadas, y esas cosas. —le dijo en voz baja para que sólo él pudiera escucharla. Tom la miró con expresión seria y sin ninguna pizca de alegría en su rostro. —Alma los dos estamos conectados por un maldito hilo rojo que tú claramente no ves. Hay muchas cosas que tengo que explicarte pero creo que esperaré a que caiga la noche para hacerlo. Alma comenzó a caminar con pasos largos para ignorarlo. Apretujó el morral de su mochila con las manos y cerró los ojos para tratar de tranquilizarse. Sentía como sus talones eran pisoteados por él. La presencia de ese chico le hacía poner los pelos de punta. Fue a la parada de autobuses y tomó el primero que vio a la vista. Tom seguía allí, presente sin decir nada. Se sentó en uno de los últimos asientos y se colocó los auriculares para escaparse aunque sea unos veinte minutos de la realidad. Tom se sentó a su lado y no dejaba de mirarla ¡lo hacía claramente para fastidiarla! Cuando llegó a la escuela lo primero que hizo fue ir hasta su casillero y buscar su cuadernillo de literatura. No vio a Lucas por ningún lado y eso la relajó. Alma se encontraba en su penúltimo año de secundaria en el instituto Santa Maria. No tenía muchos amigos, sólo a Valeria y a Matias. Sus dos fieles compañeros de toda su infancia que asistian a su misma escuela. Le resultó raro que Valería no tomara el mismo autobus que ella. Quizá se había quedado dormida, como siempre solía pasar. —Ahora puedo ver en primera persona todas las chicas tan guapas que pasan por los pasillos.—comentó Tom, que permanecía a su lado mientras silbaba a las chicas que aparecían a su vista. Alma lo miró con su nariz arrugada y se mantuvo callada. Cerró su casillero y apretó su cuadernillo de literatura contra su pecho. La campana sonó y todos los estudiantes de Santa Maria corrieron a su curso de manera apresurada, ya que las institutrices de allí eran demasiado exigentes y cualquier mal comportamiento era una amenaza de expulsión del colegio. La niña subió las extensas escaleras y caminó hasta su curso. Se encontraba nerviosa y la frente le sudaba. Estaba nerviosa porque lo vería a Lucas después de lo que había sucedido el día anterior ¡se arrepentía tanto de haberle dicho lo que sentía! ¡Era una estúpida! Y tener a Tom detrás de ella, soplándole la nuca, tampoco servia para calmar su enojo. Cuando se encontró frente a la puerta de su curso. Peinó su flequillo con sus torpes dedos, y tomando su ultimo aliento, ingresó. Estaban todos compañeros del curso con sus murmullos y parloteos que por alguna extraña razón, la había tranquilizado ya que nadie se había percatado de su presencia. Y también por lo que pudo notar es que ninguno de ellos se habían percatado de la presencia de Tom. Sin darse cuenta, buscaba con disimulo el rostro de Lucas, y se odió a sí misma por haber hecho eso. Pero dicen que el que busca, encuentra. Y fue allí como los ojos de ellas fueron terriblemente atrapados por los de él. Lucas la miró al mismo tiempo, de manera distraída. Con esos ojos castaños oscuros que la habían cautivados. El tiempo paró en ese mismo momento entre los dos. Alma contuvo el aliento y su corazón paró. Sintió unas inmensas ganas de llorar. Lo amaba tanto. Estaba tan guapo como siempre, con su uniforme y ese pelo desprolijo que siempre llevaba. Él no era el típico chico popular de la escuela. Él no era el centro de atención para todas las chicas que pasaban a su lado. La presencia de Lucas no hacía soltar suspiros en cualquier lugar que estuviese.  Pero si era el centro de atención para Alma. Sí hacía soltar suspiros a Alma, ¡Lucas era todo para Alma! y con eso le bastaba. Siempre sufría de celos al verlo rodeado de chicas, aunque estas fueran sólo sus amigas. Las envidiaba por estar tan cerca de él y no poder ser ella quien le dijera ¡Hola! ¿cómo estás hoy, Lucas? «Daría lo que sea por establecer una amistad con él, sólo para mantenerlo cerca y no tan apartado como lo estaban ahora.» Para ella, él era su todo. Pero para él, ella era una total desconocida que lo amaba, y con locura. —Tienes que ser fuerte.—Tom le susurró al oído, y Alma despertó de sus pensamientos. Tragó saliva y buscó un asiento para sentarse. Se desesperó al ver que el único lugar que había era uno detrás que el de Lucas. Su cuerpo comenzó a temblar y se concentró para no caer de bruces delante de todos sus compañeros. Pasó por al lado de Lucas para poder sentarse en el pupitre y largó el aliento que estaba conteniendo cuando su trasero se posó en el incomodo banco de madera blanca. No se sentía muy cómoda estando tan cerca de él y de sus molestos amigos que no paraban de reírse a carcajadas hasta más no poder. —...Y cuando me di cuenta estaba durmiendo con dos mujeres. Fue la mejor noche de mi vida. Le comentaba su mejor amigo, y Lucas sólo asintió con la cabeza sin ni siquiera mirarlo. Parecía que no lo estuviera prestando atención realmente, parecía estar perdido en su cabeza. Alma se preguntó en qué estaría pensando Lucas en ese preciso momento. —¿Piensas que está pensando en ti, Alma?—le preguntó Tom, en un tono burlón. Lo fulminó con la mirada y disimuló cuando lo hizo. Tenía que lidiar con él también. No se iba acostumbrar nunca a su presencia ¿así estaría él todo el tiempo?¿Hasta que se haga viejita y los cuervos empiecen a volar a su alrededor para avisarle que en cualquier momento morirá? Santa Mierda.
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