Se moría por tocar su cabello corto de un tono castaño. Se moría por besarle la nuca que quedaba al desnudo porque el cuello del uniforme no llegaba a cubrirlo. Se moría por gritarle cuánto lo amaba...porque no se lo había dicho el día en que le confesó lo que sentía.
¿Cómo fue la situación? Muy sencillo. A través de una carta que había hecho ella con puño y letra.
Alma le había dejado su carta en el casillero de Lucas. No pregunten cómo narices hizo, lo importante es que consiguió meterla.
Cuando tocó la campana de descanso. Lucas fue hasta su casillero y cuando lo abrió, lo primero que vio fue la hermosa tarjeta de un tono rosado que había escogido la joven con mucho cuidado. A ella más que nadie le encantaba el romanticismo y no había nada mejor que el color rosado en una tarjeta que declarara su amor por ella. Sí era muy cobarde para confesarselo de esa manera, pero no estaba preparada todavía para decírselo a la cara, ¡una total cobarde, pero con mucho amor que demostrar!
Bueno, prosigamos con lo sucedido esa tarde. Lucas abrió el casillero y tomó la carta, con el entrecejo fruncido. Alma estaba escondida detrás de una columna muy poco visible para que Lucas la viera. Ella observaba cada gesto de él. Parecía tenso y algo incomodo a cada paso que iba leyendo la carta y eso la preocupó un poco ¿no le gustaba?
Cuando el chico terminó de leer, cerró su casillero con brusquedad y hizo un bollito la carta entre sus manos. El corazón de Alma también se fue estrujando hasta quedarse chiquito y sin vida.
—¿Firma A?—la pregunta de incredulidad que había soltado Lucas, hizo que Alma tragara saliva con fuerza.
El chico soltó una leve carcajada, algo exagerada y luego arrojó la carta al tacho de basura más cercana.
Las lágrimas de Alma comenzaron a fluir con tanto ardor que no pudo soportar no llorar.
***
—Muy bien chicos, para la clase siguiente les traeré nuevamente las evaluaciones con las calificaciones marcadas en las hojas.—les dijo la profesora, de pie detrás de su escritorio, finalizando la clase y con las evaluaciones en la mano.
Alma se levantó de un salto y salió del curso en cuanto la clase terminó. Se sentía muy incomoda al estar tan cerca de Lucas.
Ni siquiera tuvo tiempo de fijarse si Tom estaba con ella.
Fue hasta su casillero por su libro de Ciencias Químicas y por su delantal blanco anticuado para su próxima clase. En cuanto lo cerró, el rostro de su mejor amigo Matias apareció frente a ella y como reacción, largó un inaudible gritito.
—Buenos días.—le dijo, animado.
Matias era un chico algo extrovertido y siempre andaba con una sonrisa estampada en el rostro. Motivo por el cual, siempre ponía de buen humor a Alma. El chico lucia su cabello siempre corto (casi calvo mejor dicho) y con un look que parecía algo mezclado con el punk y el rock. Aunque para Alma, los dos estilos era prácticamente lo mismo.
Era de contextura delgada y de hombros anchos, y tenía pecas rojas en su rostro ¡Y no, no eran granos como solían decirle los chicos que siempre lo molestaban!
—Me ha contado Valeria, que te le has declarado a Lucas.
—Ya.
—¿Cómo te ha ido?¿Ya son novios o algo así?
¡Ojala fuesen novios!¡era lo que más deseaba desde el día en que lo conoció!
—No, me rechazó. No le gusté nunca, Mati.—respondió de manera disgustada.
—Ya conseguirás a alguien que te ame de verdad, Alma. Eres muy inteligente para sufrir por ese gilipollas.
Lo que le había dicho su mejor amigo sonaba igual a lo que le dijo Tom. Volvió a mirar hacía atrás y comenzó a buscarlo con la mirada para ver si estaba él escondido en alguna parte, pero prácticamente a Tom, se lo había tragado la tierra.
¿Desapareció para siempre?
—¿A quién buscas?—le preguntó Matias, con el entrecejo fruncido.
—A nadie, no me hagas caso.—le contestó de manera dudosa—¿Por qué no ha venido Val a la escuela?
—No lo sé, estoy seguro que en este mismo momento debe estar soñando con el guitarrista de Paramore.
—Eso si que no te lo discuto.
Los dos jóvenes caminaron hasta su respectiva clase y antes de ingresar se colocaron sus delantales que les llegaba hasta la rodilla, aproximadamente.
Alma seguía mirando a sus alrededores, en busca de Tom. Pero éste no se encontraba en ningún rincón del laboratorio.
—Ven, vamos a sentarnos en la ultima mesada.—le dijo Matias, mientras la agarraba del codo y la arrastraba hasta el fondo.
Cuando la clase finalizó, Alma fue hasta a su casillero con su mejor amigo y percibió que él tenía algo que decirle.
—Matias, deja de morderte la lengua y dime lo que te pasa.—le exigió la chica, y este se encogió de hombros.
—Pero prométeme que no se lo contaras a Valeria.—le rogó,con voz melancólica.
Alma se cruzó de brazos y asintió con la cabeza para que prosiguiera, ¿qué le pasaba a su amigo?
—Estoy enamorado de ella.—confesó.
Si Alma tendría un café en la mano, ya lo hubiera escupido. Realmente no se lo esperaba ¿Cómo no se había dado cuenta antes?
—¿Me estás jugando una broma, Matias?—gritó en un susurro, para que los alumnos del instituto que pasaban a su lado no la escucharan.
—La amo, realmente la amo.—murmuró totalmente indignado por el tono de Alma.
Lo abrazó con fuerza y por poco se echó a llorar. Sabía que Valeria estaba enamorada de otra persona y nunca le correspondería a Matias. Ella más que nadie sabía lo que era sufrir por amor.
—Ya deja de toquetear a tu amigo, Alma .—escuchó que Tom le dijo, y por el susto, soltó de manera brusca a Matias.
—¿¡Dónde diablos estás!?—gritó, mientras lo buscaba entre los alumnos que pasaban y la miraban con el entrecejo fruncido.
—No grites idiota, te estoy hablando a través de tu cabeza.
—¿Alma, qué pasa?—le preguntó Matias, preocupado y sorprendido por su comportamiento.
Miró a su amigo y tragó saliva.
—Tengo que irme, nos vemos mañana.
Sacó sus últimos cuadernos de su casillero, saludó con un beso fugaz en la mejilla de Matias, y se marchó del instituto a toda prisa. No paraba de temblar y miraba hacía todos lados por sí llegaba a verlo.
—¡Cuidado por dónde caminas!—le advirtió Tom, en sus pensamientos.
Pero ya era demasiado tarde.
Sus torpes pies le fallaron y salió disparada por uno de sus cordones desatados que había pisado. En ese momento, como si el destino lo hubiera preparado, Lucas vio de reojo que Alma estaba apunto de estrellarse contra el suelo.
Mientras tanto, Tom observaba la escena en cámara lenta desde lejos.
Lucas rodeó su brazo en la cintura de la niña para hacerla zafar de la caída. La aferró contra su pecho y se hizo silencio en el corredor de la escuela.
Alma parpadeó perpleja y una oleada intensa de emociones, la consumió por completo.
—¿Te encuentras bien?
Por poco cayó desmayada al sentir el labio de Lucas pegado a su oído ¿todo aquello era real?¡No podía ser posible!
Lucas la giró sobre sus talones y sus dos rostros se reencontraron como nunca antes lo habían hecho.
Alma palideció y se quedó petrificada. Su corazón latía demasiado rápido y se contuvo para no chillar de felicidad. Sintió como la mano de él estaba apoyada en su espalda, y éste irradiaba ese calor tan cálido que le era imposible poder desprenderse. Estaba tan cerca de esos labios carnosos que la volvían prácticamente loca.
—Estoy...bien...Gracias.—logró responder, con la voz entrecortada.
Lucas la soltó y le sonrió. Alma se sintió destruida al ver que ya no lo tenía cerca.
—De nada.
Y con pasos firmes, se marchó con rapidez para lograr alcanzar a sus amigos que se iban sin él.
—Voy a llorar. Realmente tengo ganas de gritar de emoción ¡Estoy hecha una loca, loca, loca! —le gritó Tom, imitando a una voz femenina.
Alma cerró los ojos y se concentró para poder caminar con normalidad. Ignoró totalmente el comentario inoportuno de Tom.
Decidió ir a pie hasta su casa, para poder ir procesando lo sucedido en la escuela.
—Soy una idiota.—dijo entre dientes y en voz baja.
—Sí lo eres. Ahora Lucas pensará que eres una floja.
Ahora Tom se encontraba caminando a su lado y no paraba de hacer comentarios estúpidos acerca de Lucas.
—Deja de repetirmeló una y otra vez.—masculló, mientras le lanzaba una mirada furiosa.
—¿Te imaginas lo que deben estar hablando Lucas y sus amigos?
—Tom, sí sigues así, voy a matarte.—le advirtió, ya sacada de quicio.
—No te preocupes, creo que estoy muerto.—le dijo con aire distraído.
Alma se paró en seco y lo miró con el entrecejo fruncido.
—¿Eso es cierto?
—No lo sé.—contestó con franqueza.
Alma siguió caminando y no podía parar de mirarlo. Tom parecía estar pensando, sumergido en sus pensamientos.
—¿Crees que Lucas...ha pensado que soy muy torpe?—preguntó Alma, con el corazón encogido.
Tom largó un suspiro y la miró detenidamente.
—Cualquier chico que te mire, lo último que pensaría sería que eres torpe, Alma.
Sus palabras sonaron muy dulces y eso provocó que ella se estremeciera. Sus mejillas se sonrojaron y una leve sonrisa brotó de sus labios.
—¿Vamos a tu casa?—le preguntó él.
—Tenía ganas de ir a ver a Valeria.
—¿Le contaras lo de Matias?—la voz de Tom subió a una octava.
—¡No, por supuesto que no!—se apresuró a decir—Mejor no iré, no quiero meter la pata.
Los dos jóvenes continuaron caminando por las calles del pueblo, mientras charlaban animadamente.
Alma no se percataba de que la gente que pasaba la quedaba mirando con cara extraña al verla hablando sola. Pero, ya todo le daba igual. Tenía que acostumbrarse a que Tom, ya se había instalado a su vida, sin previo aviso.