CAPÍTULO 6

1255 Words
Estaba tan hambrienta, que mientras Chris había salido corriendo al baño apenas llegamos, yo salí corriendo al lado contrario. Justo en ese momento estaba en la cocina, atragantándome con un pan con jamón y mayonesa. Saqué mi teléfono y abrí Spotify para escuchar música y relajarme. En eso estaba, cuando una bella chica rubia entró en la cocina, tirando la puerta y sentándose en el taburete, frente a mí, en el mesón de madera, entre bufidos, resollando furiosa. —¡Este idiota! —espetó molesta, dejando su teléfono con la pantalla hacia abajo en la madera del tablón, casi quebrandola en el paso, ejerciendo violencia al tirar de sus cabellos con frustración. —¿Todo bien? —dejé el pan de lado, concentrandome en la chica, que parecía querer matar a golpes su teléfono, o al causante de su coraje. Era de estatura media, ni alta, ni baja; Su cabello era rubio claro, su piel era blanca y fina, y sus ojos eran como un par de zafiros brillantes. Era muy parecida a Chris, con la diferencia que el cabello de Chris era de un tono rubio más oscuro. Deslizó sus manos por su rostro y gruñó enfadada, enfocando sus zafiros en mí. —¿Alguna vez has trabajado con un imbécil al que quieres ahorcar, que es peor que un dolor de trasero o un grano en el… ¡ash!?. Parpadeé sin entender, pero me di una idea de a lo que iba. Tragué el bocado de jamón que tenían en la boca, tomé de mi bebida para que la comida bajara, y respondí. —La verdad nunca he trabajado con uno, pero he conocido varios en el camino. Y eso era poco decir. Me observó con atenta curiosidad. —¿Por ejemplo?. —Tú hermano. Rascó su barbilla y miró al techo como si meditara algo, antes de volver a preguntar. —¿Christian, alias "El idiota" o Jonathan "El gusano"? Sonreí con maldad antes de dar mi respuesta. —El idiota. —dije. —¡Oh! Bueno, bienvenida a la familia, ese es un caso perdido. —¿Y tú a quien te refieres?. Al parecer mi pregunta le recordó su furia y la razón de ella. —¡Quiero matar a mi jefe! — espetó colérica, tomando de nuevo su teléfono. Reí bajito, le di una nueva mordida a mi pan y bebí de mi refresco. —¿No hay una película que se llama así. En donde unos chicos se alían para matar a sus jefes?. —No lo sé, pero sinceramente espero que lo hayan logrado. Yo aún no logro que el mío baje la guardia. —Se alzó un poco de los muslos sobre el taburete para alcanzar las tostadas y la jalea, y volvió a bufar, llenando de jalea el pan con más violencia que antes. —¿Puedes creer que está con la víbora venenosa que tiene por novia, en Europa, y aún así se las arregló para convencer a mamá para que me convenza con política de regresar a la empresa. Escondí mi sonrisa delatora tras mi vaso con refresco, pues no quería molestarla más, pero en lo personal si un hombre se las arreglara de esa manera para tenerme a su lado, me haría sentir la mujer más afortunada del mundo. Sin embargo yo, no era una ilusión que sintiera que algún día podría cumplir. Ningún hombre, jamás, enfrentaría a mi madre por mí, en especial porque yo no figuraba nada para ella. —Lo siento. ¿Dije algo malo?. La bella rubia me mira preocupada, con su cabeza ladeada y su tostada a medio masticar, en espera de mi respuesta. Supongo que mi sonrisa había desaparecido en el transcurso de mis pensamientos, lo que ha llamado su atención. —Yo… —Sacudo mi cabeza para apartar toda esa negatividad. —Nada, no es nada. —cambio el tema —. ¿Segura que es solo tu jefe?. Sus mejillas se tiñen de un suave color rosa y asiente, demasiado rápido debo decir, como para creer que es mentira que no pasa nada más entre ellos. —¡Sí! Solo es un ogro narcisista y tentador que me hace la vida imposible. ¡Si alguna vez pasara algo entre Andrew Daigle y yo, te juro que me tatuo su nombre en el trasero! Suelto una carcajada por su ocurrencia, atragantandome un poco con un pedazo de pan. —Suerte con eso —Señalo —. Trata de beber tu peso en licor para soportarlo y asegúrate de que las agujas estén limpias. —La chica hace una mueca de fastidio y niega —. Y si te han dicho que los tatuajes temporales no se notan, te han mentido, cualquiera se da cuenta. —Te equivocas, Andrew no es mi tipo. Levanta su teléfono y me muestra su fondo de pantalla. —¿Ves? No está tan bueno. Abro los ojos y la miro como si estuviera loca de atar. ¡¿Dónde lo encuentro?! Niego y luego asiento, doblando mis labios. —Es verdad — le doy la razón con más falsedad que los senos de Sabrina. Ella se encoge de hombros, como diciendo "¿Ves?. Te lo dije" a lo que la veo con obviedad —. Por eso andas una foto suya en tu teléfono como fondo de pantalla. Abre su boca, boquea cual pez fuera del agua y trata de hablar, pero nada coherente sale de su boca. —B-Bueno, eso…Es po…. Por la marca de la empresa, y bueno..., él tiene novia y yo t-también estoy con alguien… Además, es mi odioso jefe, nos llevamos de la patada y… —Suelta una risita histérica — ¿Te imaginas a Andrew Daigle y yo, juntos? ¡Imposible! Es hasta inimaginable, es como decir que en un par de años tendré cuatro hijos ¡ja! —mueve su mano para restarle importancia —. No me veo como madre y menos si son suyos, es… sería… —baja su cabeza y pensando que no la escucho, murmura: —sería un sueño. Finjo no escucharla y sigo tomando de mi refresco. Supongo que algunas personas si están hechas para el amor. —Te daré un consejo. —termino mi bebida y me levanto para lavar el vaso —. Reconsidera la oportunidad de volver al trabajo, quizá no lo soportes, pero al menos ya no estarás varada en esta situación. —¿Lo dices por el empleo?. Dejó el vaso limpio en la alacena y asiento. —Sí, el empleo, sí. Y en el amor. Salgo de la cocina dejando a la bella rubia pensando en lo que he dicho, con sus ojos puestos en la pantalla, acompañada de uno que otro suspiro. A mi parecer, ese tatuaje es una realidad y los cuatro hijos… ¡Nah! Eso sería exagerado. (...) —Sinceramente creí que habías desempacado las cosas ya. —No, papá y mamá nos están acomodando en las habitaciones de nuevo, ya que no contábamos con que Ethan dejaría el hospital y vendría, somos muchos. Claro que, ellos ya habían elegido su habitación al parecer. —¿Por qué lo dices?. —Por nada en especial, aunque creo que sólo tú, yo y mis primos no tenemos habitaciones asignadas. —¿Entonces es posible que sea mentira lo que tu hermano dijo? —inquiero, esperando que su respuesta sea que sí, mientras que los escalofríos recorren mi cuerpo y los recuerdos de unos minutos atrás regresan a mi mente.
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