(...) ¿Era mi imaginación o Christian estaba un poco juguetón esa mañana? Lo había visto levantarse temprano, colocarse unos pantaloncillos de ejercicio y una camiseta blanca que remarcaba su candente figura. Llevaba las almohadillas de los auriculares presionando sus oídos y tenía puestos un par de zapatos Nike blancos. Su cabello claro estaba desordenado y se miraba jodidamente apetecible, pero habíamos dormido tan poco anoche que no me quise levantar y rechacé su invitación. —¿Quieres ir a correr, baby? —Preguntó acariciando mi espalda por sobre la sabana. Había sido tan gratificante escucharlo llamarme así, pero algo en mí, quizá aquella parte de mi realidad que era mi polo a tierra, me impedía fiarme del todo, pues sabía que él tampoco se había entregado del todo. ¿Pero cómo n

