CAPÍTULO 9

1931 Words
En un inicio pensé que esto era una mala idea, pero cuando lo pensé mejor, me di cuenta de que tenía razón. Todo comenzó una mañana fría de septiembre, los pájaros cantaban en la orilla de mi ventana, el revoloteo de sus alas me orillaba abrir los ojos y el pequeño picoteo en el cristal… —¡Mierda! Esa soy yo, gritando, mientras el idiota con el que comparto cuarto ríe como si no hubiera mañana. Respiro por la boca incapaz de sostener el aire, miró al piso húmedo de la bañera y poco a poco me voy adaptando a la situación. El idiota me había metido en la bañera y había abierto la llave del agua helada. —¡Estás muerto, Christian White! —Puede ser —Se encoge de hombros —pero este es un punto para mí. —¿Un punto? ¿Desde cuándo contamos puntos?. El ojiazul sonríe, me topa con fuerza a los azulejos de la ducha y deja sus manos a cada lado de mi cabeza, fijando sus brillantes orbes azules en mis ojos. —Desde ahora —Lleva sus labios a mi cuello, me despoja de la ropa ya mojada con una sorprendente premura y la lanza al piso. —Aún no hemos formado el acuerdo, Christian… Niega, sacudiendo en un movimiento rápido las gotas de agua que deslizan por su cabello, me toma de la cintura y me da la vuelta, pegándome de frente a la pared, para después pegar su erección a mis muslos. —Ya tengo todo listo, Darcy, después de la boda de Cindy —Susurra en mi oído, con sus ojos cerrados y su pecho subiendo y bajando, goleando en mi espalda. El agua helada no es suficiente para calmar el libido que ambos sentimos, es imposible calmar el calor en mi cuerpo, la opresión en mi vientre y la humedad en mi sexo. Es una exquisita tortura que sólo él puede calmar. Lo deseo, lo anhelo y quiero saber que se siente estar con él, si es tan bueno como lo es en mis sueños, pero tenemos pautas y no voy cambiar de idea, por más que quiero que esto pase. —Baja en quince minutos después de mí, o sospecharan. Deja un beso en mi espalda baja, cerca de mi colista, jadeo, cierro mis ojos, abro la boca para tomar aire y antes de que logre irse, lo tomo del brazo y en medio de un impulso doy un pequeño salto y enrosco mis piernas alrededor de sus caderas. —Quédese un minutos más, juez White… su reunión familiar puede esperar. Sonríe y asiente, pegándome de nuevo a los azulejos, para besar mi cuello y bajar a mis senos. Supongo que poner a prueba mi auto control no es buena idea después de todo. Siento como sus manos recorren mis muslos, siento su dureza chocar en mi delicado centro y jadeo, metiendo mi lengua en su boca con desesperación. Ya quiero que sea el día de la boda. (...) Los padres de Chris nos habían reunido por la tarde a una hora familiar para pasar tiempo juntos, conocerme y compartir anécdotas, pero como nada podía salir bien si todos estábamos juntos, algo que había aprendido en un par de días, de un momento a otro todo se descontroló. Chris me había hecho prometerle que nadie sabría sobre su embarazo, y mis palabras habían sido justo estas: "Nadie lo sabrá nunca, te lo prometo". Pero sin saber cómo, ahora se vivía todo un revuelo en el seno de la familia White, y todo se resumía a una simple pregunta. “¿De quién eran esas pruebas que Christian había encontrado en el cesto de la basura de la cocina? " y mientras todos se lo preguntaban, la rubia me miraba con ojos desorbitados de tortura y reproche, pues no se explicaba como su familia lo sabía. Bueno, ahora recordaba lo que había olvidado hacer anoche. ¡Eso también fue culpa del idiota sexy! Todo había empezado porque Christian, el princeso, había abierto la boca para preguntarle a sus padres si tendrían otro hermano. —¿por qué lo preguntas, cielo?. —Preguntó su madre, tratando de no reír por lo que sea que su esposo le estaba diciendo al oído. —Encontré unas pruebas en el cesto de la de basura de la cocina y creí que podían ser suyas. ¿De quién más si no?. Responde Christian, leyendo la revista que se suponía era mía, después de tomarla en la habitación, mientras simulaba que no me miraba con atención mientras me vestía; en donde aparecía los Gentleman más jóvenes y exitosos del mundo de los negocios, siendo el más importante Andrew Daigle, seguido por David Smith y en el tercer lugar, mi mayor tormento, Él. —¿No será de alguna de tus pacientes o de las de Axel? —preguntó ahora la señora White a su esposo. —No, el acuerdo era no traer trabajo a las vacaciones familiares y no tiene sentido traer pruebas caseras a este lugar —contestó su esposo, habiendo una mueca. —Seguro son de alguien aquí. Me perdí por un segundo al recibir un mensaje de texto y al abrirlo encontré que tenía un mensaje de Amber, diciendo que mis padres querían que regresara a Londres lo más pronto posible, pero como no pensaba amargar mi día en ellos, ignoré el mensaje. Cuando reaccioné, todos miraban a una de las hermanas gemelas de Chris. —¡El que sepa lo que son o como se utilizan no quiere decir que sean mías! —Entonces son de Summer. —¿Estás loco? —se defendió la otra gemela —Aún no he hecho nada que me lleve a ese punto, aún espero casarme antes. En ese momento todos rodaron los ojos, como si vieran a babi, la chica rara de "la familia peluche". —Pero entonces… ¿Quién de ustedes…?—inquirió más impaciente el señor White. John, el hijo menor de los White, había iniciado aquel debate, luego todo el mundo se preguntó de quién eran las dichosas pruebas que estaban en en contenedor de basura de la cocina, y las opiniones variaron. —Quizá son de Danna —Señaló el ojiazul, ganándose una mala mirada de Christian y su padre. —No me vean así, hace unas semanas no vino a dormir, si mal no recuerdo el día que la vieron con un sujeto en un bar en Orlando. —¡Callate, gusano!. —Pero seguro no era el compulsivo de Adrien, ese tipo vive en el hospital … —¡Este idio…! La chica que me había encontrado en la cocina hace unos días, tomó el florero que estaba en la mesa de centro y se lo intentó lanzar, siendo detenida por Christian, quien le quitó el florero de las manos. —Entonces es de Chris… —dijo Jonathan, haciendo de este momento el más tenso de nuestras vidas. Christin sudaba a mares, apretaba sus puños y poco faltaba para que se lanzará al piso a llorar de impotencia mientras confesaba que las pruebas eran de ella. Y todo por mi descuido la noche anterior. Debía hacer algo, así tuviera que decir que eran mías, no me importaba. No obstante una idea llegó a mi mente y sin pensarlo mucho, abrí la boca y hablé. —al menos que sean de Chris-tian —Solté con humor, mirando al hombre de mirada hipnótica. Todos en la sala se echaron a reír por mi comentario, menos él, que me miraba con sus ojos entrecerrados. Sabía que él no era de los que se quedaban así, que buscaría la mínima oportunidad para desquitarse, y efectivamente, no tardó en tomar una pequeña revancha. Se levantó de su asiento dejándola revista y el florero en la mesa de centro, se acercó peligrosamente a mí y sin importarle que nos estuvieran viendo, acercó sus labios a los míos y me desafió con la mirada. —Solo que sean nuestras, cielo. ¡Carajo! Sentí el rubor alcanzar mis mejillas, parpadeé un par de veces y lo vi sonreír con triunfo, entretanto su familia nos miraba en silencio, y el aire una vez más se volvía pesado. Si aquel era un punto para mí, inmediatamente ahora era suyo, al igual que yo desde la primera vez que lo vi. (...) Habíamos salido pitando de la habitación de Cindy, una vez se pusieron a abrir sus regalos por su despedida de soltera y en cada uno de ellos habían trajes cortos y ropa interior de encaje, consoladores y multiorgasmicos, regalos que sus hermanas le habían dado y que disfrutaban hablar de cómo la morena podía disfrutarlos con Aaron, mientras le daban una que otra mirada a Chris, como si supieran que de alguna forma aquello le afectara. Yo no les caía bien, y no quería estar ahí, en especial cuando me dolía ver a Chris de esa forma, tan triste. Así que sin darle importancia a sus habladurías tomé de la mano a mi mejor amiga y la llevé fuera, bajamos las escaleras y nos sentamos en el mesón de la cocina para comer un poco de helado de chocolate, tratando de pasar el trago amargo que habíamos tenido en la habitación de Cindy. —No les hagas caso, se nota que nunca han tenido una relación en su vida. —Pero tú tampoco, al menos no una de la que debas presumir —dijo, robando de mi pote de helado una cucharada. Solté una risita y le di la razón, centrando mi atención en mi helado. Mi única relación había sido saboteada por mi prima, aunque no podía echarle toda la culpa a ella, pues si bien ella se le había metido en la cama a mi ex, él le había metido algo más a ella, y no pensó en mí cuando lo hizo, así que no, no tenía una relación de la que podía presumir y por eso, el amor no era lo mío. Cupido y yo no éramos amigos. —Entre diez hombres, solo uno sale bueno —elevé mi cuchara, embarrando un poco mi vestido. —¿Y cuantas probabilidades hay de que lo encuentre en las próximas 7 horas?. Limpié con la orilla contraria de mi vestido la mancha. —La misma de que si lo encuentras ya tenga pareja, o sea gay. Dejó caer su cabeza en la madera y resopló frustrada. —¿Sabes que es lo peor de todo, Su?. —¿Qué cuando tu hijo crezca se parezca a él y todo el mundo sepa que Aaron es el padre? ¿O que cuando eso pase sea en el aniversario de las bodas de oro de Cindy?. —No —elevó la mirada —Que ahora ya no me aceptan en un convento. —Si te aceptan, pero sin hijos y tendrías que renunciar a los hombres por completo… —medité mis palabras con la visa al hecho —Pensándolo bien, deberíamos ir a uno. La rubia se puso a reír, aunque en sus ojos aún yacían un atisbo de tristeza, pero al menos sabía que mientras su sonrisa no se desvaneciera nunca, ella podría con lo que fuera. Seguimos comiendo helado hasta terminar con los tres potes que habían en la nevera, nos enbriagamos de dulce y una vez en la habitación, aprovechando que Christian no estaba, hicimos nuestra propia despedida de solteras. Pronto tendríamos a un pequeño White en brazos y eso era razón suficiente para celebrar. Después de todo. ¿Qué de malo podría pasar?.
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