CAPÍTULO 4

4082 Words
Quizá sí, estaba viviendo a la sombra de mi prima, pero no era algo que pudiera controlar, como tampoco podía controlar lo que sucedió después de dos horas, tres botellas y un beso accidental sobre el sofá. Calurosa era la noche, mucho más que cuando llegué a casa. Había encendido el aire acondicionado, le había bajado al termostato y aún así pareciera que nada funcionaba, en especial cuando el chico de hermosos ojos grises tocaba mis piernas y las abría un poco más, pidiendo más acceso, llevaba sus dedos suaves a mi cadera y deslizaba sus manos a mis senos, apretandolos con un poco de fuerza, sin dejar de embestirme despacio, como si quisiera hacerme disfrutar el momento al máximo. Habíamos bebido, nos habíamos alterado y habíamos llegado al punto de mandar todo al caño. Él a Amber y sus amantes, y yo a Amber y a mis padres. Al inicio estuve en contra, pero a medida que los recuerdos y el rencor crecían en mi interior, no pude evitar dejar que aquello me dominara y me hiciera llegar a este punto. Carlos se corre al mismo tiempo que yo, cae sobre mí con su rostro entre mis senos y respira agitado por su boca. Yo trago saliva, retomo aire por la boca y trato de levantarme, pero él no me deja. —¿Por qué no te conocí antes? Sonrío, dejando una caricia en su pecho desnudo, seco el sudor de su rostro y acerco mis labios a su oído. —Porque eres bueno, amigo… Y yo si te hubiera hecho sufrir de verdad. Niega, acorralandome entre sus brazos de nuevo. —No lo creo, no eres como Amber. —¿La chica de la que estabas enamorado hace poco más de dos horas?. Sonríe, llevando sus labios a mi oído. —La chica de la que estoy enamorado todavía para mí desgracia. —Y es por eso, que esto no se volverá a repetir. Pero te aconsejo que busques a alguien que valga la pena, no eres malo… —Pero puedo serlo por ti. Niego, le doy un beso en la mejilla y me levanto. Tomo mi ropa y me visto frente a él, acomodo un poco mi cabello mojado con mis dedos y justo cuando voy a salir de mi habitación para ir por algo a la cocina, escucho que un auto se parquea frente a la casa. Me asomo a la ventana y… ¡Mierda!. —¡Es Amber! —¡¿Qué?! —el chico de cuerpo perfecto y ojos hipnóticos se levanta de la cama, en un movimiento casi fugaz se deshace del preservativo, y se acerca a la ventana, parándose a mi lado. —Normalmente se escapa toda la noche con sus amigos. Enarco una ceja y lo veo confundida, con mi rostro ladeado. No sé si es que es muy enamoradizo o demasiado tonto. Sabiendo lo que Amber hace, estaba dispuesto a casarse con ella. Sacudo mi cabeza repetidas veces para disipar mis pensamientos, y lo empujo hacia el interior del cuarto. —¡Te verá! —¿Y?. —¡¿Cómo que "¿Y?" ¡Eres el… Bueno, el algo de Amber!. O sea, sí, me tiré al "novio" de mi prima y eso habla de mi pésima ética, pero eso no quita que sienta culpa, en algún lado de mi corazón, así que lo vuelvo a empujar. —Dejaré a Amber. —Bien por ti, ahora escondete. —Me gustó estar contigo… —Dices que la amas pero quieres intentar algo con alguien a quien acabas de conocer solo porque tuviste sexo con esa persona, quien además es la prima de tu loca novia. ¿Te sientes bien de la cabeza?. Mi justificación es que esto para mí no tuvo relevancia. Ahora que lo veo bien, este chico está más ebrio que yo la navidad pasada, cuando le dije a todo el mundo que Amber tenía hemorroides y hepatitis B, en el brindis especial. En fin. El sujeto me toma de la cintura, trata de besarme y… lo admito, tiene su encanto, pero no es mi tipo. —Eres hermosa, Susan Kingsley… —De acuerdo, hombresote, es hora de esconderse. —Podemos repetir lo de hace rato…—intenta meter su mano por la orilla de mi camisa. —Carlos, no…. —¿Susan, estás ahí?. Abro los ojos alarmada, le cubro la boca al sujeto y tratando de sonar tranquila, le contestó la pregunta a la chica tras la puerta de madera. —Estoy cambiando… mi ropa de cama. —Necesito hablar contigo. —Intenta abrir la puerta, pero me apresuro a echarle seguro. —¿Estás con alguien? Advierto con la mirada a Carlos y le respondo a Amber con un escueto "No". —Escucha, sé que no somos tan cercanas, pero en verdad agradezco que me hayas cubierto con Carlos sobre mi salida con Robert. ¿Qué no era Esteban?. —Espero que tengas un buen viaje mañana. No quería que te fueras así, enojada conmigo. Genial, Susan, ahora sí puedes sentirte mal, eres posiblemente la mujer más perra del mundo por tirarte al novio de tu prima. Me recrimino una y otra vez por actuar sin pensar, por no haberme negado a esto y por haber disfrutado aquel momento, pero todo eso desaparece cuando Amber dice lo siguiente: —Debo confesar que ahora me arrepiento por haber seducido a Killiam para que te dejara hace años, no debí acostarme con él y enviarte esas fotos... Un momento… ¡¿Qué?! Para los que se lo preguntan, Killiam fue mi primer amor, ese primer amor que te lleva a las nubes, que te enseña a tomarse de las manos, a besar, que te enseña a susurrar en el micrófono del teléfono para que nadie se de cuenta de que estas hablando a altas horas de la noche con esa persona especial por llamada. De esos primeros amores que crees que serán eternos, porque no existe ninguno como el primero. De hecho él fue el primero en todo para mí. Habíamos pasado tanto tiempo juntos, habíamos llegado a primer año de universidad, nos habíamos planeado una vida juntos, y lo había echado a perder cuando llegaron unas fotos a mi teléfono de él teniendo sexo con una chica a la cual no se le miraba el rostro. Sentí una punzada en mi pecho, sin darme cuenta una lágrima resbaló por mi mejilla y sentí que mi sangre hervía. Estuve por salir de la habitación, cuando unos brazos tiraron de mí hacia atrás. —No vale la pena. —Susurra el rubio en mi oído. Era cierto, no valía la pena. Trato de ignorar, aunque duela saber aquella verdad, pues la herida aún sangra un poco. Sin embargo Carlos, tomándome por sorpresa, y no sólo a mí, sino a Amber, habla en voz alta y sobria. —Tranquila, querida… Nosotros lo entendemos. ¡Rayos! Basta con imaginar el rostro de Amber para que mis brazos se enfríen y un escalofrío recorra mi cuerpo. Miró al chico aterrorizada, pero él no parece inmutarse, luego todo se descontrola y Amber empieza a gritar como loca… Sería una noche larga. (...) —Creí que la primera en llegar serías tú, pero me equivoqué. Bajo mis lentes oscuros, mostrando mis ojeras a Chris. —¡Por el amor a las ojeras más horrendas del mundo! ¡¿Qué te pasó?! ¿Fuiste a un funeral o Amber hizo un trío de nuevo con sus amigos?. Me siento a esperar que den el aviso para empezar a abordar, dejo a un lado del asiento, mi maleta, y tomo una bocanada de aire para explicarle a detalle a mi mejor amiga lo sucedido la noche anterior. Me tardó al menos 15 minutos en explicarle como es que hablando de Amber y todas sus cualidades y su poder de manipular a los demás; incluidos mis padres, llegamos a los besos entre risas inocentes, con Carlos Luego le resumo lo que pasó al no poder controlar nuestro libido, pues tampoco es como que a ella le interesan esos detalles o yo quiera relatarlos, y termino por contarle como la gran Amber casi destruye mi habitación en medio de una super rabieta, después de encontrar a su… Lo qué sea, desnudo en mi habitación, después de dos sesiones de sexo sin culpa. Lo sé, estoy condenada y eso es malo. Pero Amber no es mejor, no después de lo que me hizo. Soy una persona pacífica, al menos que me sienta en verdad herida, entonces sufro de rencor severo e incurable. —¿Y luego solo se fue y ya?. Asentí a la pregunta de Chris. —Síp, justo después de decirme de lo que me iba a morir, y terminar con Carlos. Ah, y después de llamar a mis padres para hacerse la víctima. —vaya… qué intenso. —Lo sé, pero no me importa, no es como que vayan a hacer algo ahora. Chris me mira con atención. —No me veas así, en verdad estoy bien. —¿Segura? —Sí, después de todo tendré una semana para relajarme y olvidar en Estados Unidos. Solo espero que haya chicos guapos. Chris niega con diversión. —Deberías buscar a alguien que no sea tan idiota como lo fue Killiam, o tan manipulable e inseguro como ese tal Carlos. Me encojo de hombros, poniéndome de pie al escuchar el primer llamado de abordaje de nuestro vuelo. —Carlos solo fue una noche y ya, y Killiam, es parte de mi pasado. Lo mejor es no pensar en eso y pensar que pronto estaremos disfrutando de Miami beach. —Cerca, mis padres tienen una casa en la playa, a las afueras de la ciudad, y siempre pasamos estas vacaciones ahí. Eso suena mucho mejor. Paz, tranquilidad y nada que fastidie mi paz interior. Es simplemente lo que necesito ahora. Nos hacen otro llamado, así que siguiendo a Chris hacia el vuelo que nos reservo, ya que es la hija del dueño de la aerolínea, dejo Londres atrás, llevando conmigo el cuaderno de la abuela, mi único objeto de valor. Te dicen que no existe un manual para la vida, que aunque existiera no le serviría a todos, pues todos vivimos cosas diferentes, de formas ajenas a otros o tomamos decisiones al azar solo por el gusto de hacerlo; pero creo que no es así, el manual de la vida se ajusta a nosotros de la manera que lo necesitamos, encerrado en la experiencia de los que ya vivieron todo lo que para nosotros es nuevo. Nuestros abuelos. Y yo la llevaba conmigo, porque en el fondo sabía que la necesitaría. —¿Su? —, llama Chris unos pasos adelante. —¿Sí? —la sigo tranquilamente. —¿Nuestro vuelo es el 302 con destino a C. A Estados Unidos?. —Sí. ¿Por?. —¡Mierda! ¡Nos confundimos con el pinché 2, Susan, nuestro vuelo ya está por despegar! ¡Oh! —¡Entonces corre! — la tomó de la mano y cruzamos todo el aeropuerto como locas, con nuestros pasaportes en la mano. Logramos llegar antes de que cierren la puerta, con nuestra lengua de corbata y el corazón a punto de salirse por nuestras bocas. Al otro extremo del aeropuerto seguían llamando para que abordaran en el vuelo con el que nos habíamos confundido. Eso había estado cerca. Por la carrera que habíamos dado por el aeropuerto, me había dado mucha sed, así que haciendo uso de la primera clase, ordené una botella de Whisky y una de vino. Esta era a salud de mi magnífica vida en Londres. ¡Salud por mí (...) El viaje en avión fue reconfortante dentro de lo que cabe, pues me había bebido una botella de vino y por alguna razón antes de bajar del avión, un señor de barba blanca muy parecido a Santa Claus, pero calvo, me miró como si quisiera lanzarme por una ventana. —Qué pésimo servicio de primera clase —se quejó, mirándome con desdén. No recordaba mucho de aquellas horas de viaje, más que haber tomado vino mientras pensaba en la reacción de mis padres al escuchar las quejas de Amber sobre mí. Fue tan nostálgico, casi como cuando eramos niñas y me encerraban en el sótano por su culpa, hasta que, según ellos "aprendía la lección" o simplemente recordaban que me habían dejado ahí. De no ser porque siempre había alguien de cocina que me llevara un bocadillo y me lo dieran a escondidas por debajo de la puerta, quizá no soportaría. Sin comida, sin agua, sin cama para dormir o sin mantas para arroparme, solo yo y los fantasmas en el sótano para hacerme compañía. Al final me sacaban cuando se acordaban, o cuando Amber decía que ya me había perdonado, pero quería que me disculpara. Algunas veces solo lo hacían porque tenían una reunión importante con alguno de sus socios y su familia y teníamos que ir todos, parte del requisito para afianzar lazos entre empresas. Después de un tiempo me acostumbré, el mayor tiempo que habían tardado en sacarme habían sido tres días, el menor, día y medio. —Vamos, mi hermano ya está afuera esperándonos. —Chris llega y me saca de mis cavilaciones. Por alguna razón la veo un poco pálida, también está distraída mirando para todos lados, como si buscará a alguien dentro del aeropuerto, pero al notar mi mirada sospechosa se despabila y me guía hacia la salida, en donde nos espera su hermano. —Christian es un poco inmaduro para su edad, así que trata de tenerle paciencia —advierte, buscando a su hermano con la mirada, en el estacionamiento. —Si no se comporta, solo dime y lo pongo en su lugar, es medio idiota, mamá dice que lo sacó del lado paterno de la familia. Río y asiento. —¿Algo más por advertir?. Miró de nuevo su teléfono, luego tronó sus dientes y exhalo aire con molestia. —Ese idiota me dijo que ya estaba aquí y ahora dice que llegará un poco tarde. ¡Lo mato!. —Tranquila, quizá hay tráfico y se le hizo tarde. Seguro ya está cerca… 2 horas después… Un auto IQ Sport último modelo, se parques frente a nosotros, y siento que apenas lo miro, me enamoro. Sí, soy capaz de sentir amor, pero cuando de mascotas o de autos se trata. —¡¿Es en serio, Christian?! —exclama mi mejor amiga, dándole una patada al auto en la parte delantera. Desde la acerca del estacionamiento, veo homo el sujeto sale hecho furia y la enfrenta. —¡Oye! ¡Calmate, salvaje! Esa voz… —¡Te hemos esperado dos horas! —¡Ah, sí! ¡Es que a veces olvido que a mí me tratan como el chófer de la familia! —No seas llorón. —¿Perdón? ¿Has intentado lidiar con Jonathan por las mañanas antes de su entrenamiento de fútbol? Despacio, sin querer llamar la atención, me levanto, asomo mi cabeza y lo miro a escondidas, mientras ellos discuten. Me quedo de piedra al ver esos brazos, ese pecho duro que se remarca por su camisa, ese cabello n***o que en la luz se ve más claro, y esos ojos… Esos ojos que de pronto se giran hacia mí y se quedan clavado en los míos, deteniendo el tiempo entre nuestras miradas. De pronto el aparta la mirada con desinterés, se mete en el auto y mira por la ventana hacia el lado contrario. —¿Él se llama Christian y tú Christin? —digo, sin poder dejar de verlo. ¿Cómo es que no me di cuenta antes, si son gemelos! —digamos que mamá se emocionó con el nombre de papá y lo llamó así, y conmigo fue una historia similar. —Es extraño, pero me agrada. — finjo una sonrisa, para no salir corriendo, tomar un vuelo de regreso a Amberlandia y refundirme en mi miseria. El sujeto de mirada sombría y cuerpo de infarto se para en la puerta del piloto y suspira exasperado. —¿subirán o no?. —No fastidies, Chris, o le diré a papá. —bufa mi amiga, entrando en el auto, después de lanzarle las maletas al sexy idiota malhumorado que tiene por hermano. —¡¿que llevan aquí?! ¡¿Piedras?! Mi Susan malévola sale a flote, suelto una risita silenciosa y respondo. —Consoladores y lubricantes. — elevo una ceja, mirándolo por el espejo retrovisor. Carraspea, tensa su espalda y me dirige una mirada de advertencia sin que Chris lo note. Sin responder, enciende el auto, a su vez, Christin enciende la radio para relajar el ambiente en aquella lujosa cabina de auto, en donde el olor de su loción invade mis sentidos. Cantamos en voz alta, trato de no verlo mucho y aunque siento su mirada quemar cada parte de mi cuerpo en cada alto, intento ignorarlo. Quizá una que otra vez su mirada se cruza con la mía, pero ambos apartamos la mirada antes de quea tensión en el auto sea percibida por Chris. No puedo creer que él fue el juez de mi tesis, mucho menos la persona que vago por mi mente durante un jodido mes cada vez que cerraba los ojos y más increíble es que sea el hermano de mi mejor amiga y yo no lo supiera. Esto no podía ser peor. Al llegar a casa, nos recibió un ambiente ameno y alegre. Toda la familia de Chris estaba ahí, primos, tíos, sus otros hermanos, sus padres y un tipo alto que por la forma en la que la miraba, Dudaba que fuera algún familiar. La sonrisa de Chris desapareció al verlo, se quedó paralizada y sus ojos se cristalizaron, más, cuando una chica de cabello n***o y ojos azules, alta y de bonita figura, se acercó a ella y la saludo con falsa alegría. Su hipocresía se notaba a lo lejos. La abrazó y le informó sobre su compromiso con el sujeto de enfrente, que seguía viéndola con intensidad. Algo aquí era muy extraño. Chris los saludo con una voz casi inaudible y luego salió corriendo hasta la habitación. Abajo todo el mundo se había quedado callado, mirando el camino por donde ella se había ido, y después de un minuto las voces se descontrolaron, las preguntas no se hicieron esperar y todo se volvió una locura. (...) CHRISTIAN Encantadora, no había otra forma de decirlo. Seguía viéndose igual de hermosa que ese día, tanto, que cuando me provocó en el auto, hubiera deseado que mi hermana no estuviera ahí. Me había torturado tanto tiempo y ahora simplemente aparecía así por así, justo el día que menos la esperaba, justo el día que había terminado por completo con Lilly, como si tuviera que encontrarla. Quise reír cuando la frase "Consoladores y lubricantes" salió de su tentadora boca, pero sabía que sabría que me había provocado algo y eso, no lo podía permitir. Era Christian White, respetado por todos, no podía dejarme llevar por el deseo que la castaña me provocaba. Al llegar a casa todos la recibieron con mucha emoción, más emoción que cuando llegaba yo. —Dejaré a las chicas en tu habitación, supongo que tú regresarás a tu departamento, como dijiste que no irías a la casa de playa con nosotros porque ya te parecía muy tonto. Mamá pasa a mi lado, mirándome con reproche. —Yo no dije que fuera tonto, pero tengo trabajo en la empresa. —Sí, sí, como sea. Rodé los ojos y miré hacia las escaleras, como aquella mujer que me había puesto duro en el auto, subía las escaleras con elegancia, contoneando sus caderas. —¿Y Christin ira?. Sí Chris iba, era lógico que ella también. Tenía que hacerla mía. —Claro, ella no cree que sea tonto. Bufé, abracé a mi madre, la única mujer que podía controlarme y yo lo permitía, y dándole el gusto, acepté ir a las vacaciones familiares. Esa mujer sería mía, ya podía sentir el sabor de sus labios, la textura de su piel y los escalofríos de nuestros cuerpos llegando al clímax. Sería solamente mía. (...) SUSAN —¿De todas formas? — pregunté, cuando Christin me confesó haber tenido sexo "De todas las formas" con el prometido de su hermana. Claro que, ella no sabía que él era el prometido de Cindy, su hermana. —Es lo que recuerdo. —Pero eras virgen. ¡Vaya que aguante tienes! La rubia tomó una almohada y me la lanzó en el rostro. Me disculpé, pues se notaba que esto no era cómodo para ella, y no era para menos, si yo, que ya había visto el mundo desde todos sus lados, me era difícil aceptar que me había acostado con el "novio" de mi prima, para ella debía ser peor. —Tienes que decirle, no puedes dejar que se case con ese tipo. Traté de convencerla, porque contrario a mí, su relación familiar era muy unida. Pero por su rostro, podía asegurar que eso no sucedería, ella aún lo amaba. (...) —Gracias. —dije a Dana, la mamá de Chris, cuando me entregó un conjunto de sábanas. —Iba a dejarlas en la habitación de Christian, ya que es más grande, pero cambió de opinión y se quedará, así que deberán compartir cama con Chris. Espero que no haya problema. —No, tranquila, en Londres hacemos pijamadas siempre. Dana sonríe con calidez y asiente. —Es un gusto tenerte acá con nosotros, Susan. Que tengan buenas noches. Se aleja por el pasillo y la veo irse. Hubiera sido lindo que mamá fuera así, al menos un poquito. Me acuesto al lado de Chris, hablamos por un rato y luego me vence el sueño. ACTUALIDAD Hace frío, demasiado para mi gusto, trato de alcanzar la sabana y no la encuentro, entonces abro obligadamente los ojos y veo que la sabana no está por ningún lado. Suelo dormir solo con una camiseta y un mini bóxer para mujer, de tela de algodón y blonda. Me resulta cómodo, pero acá el frío al parecer es mas fuerte en esta época, más que en Londres. —busqué los lubricantes y no los encontré. Me doy la vuelta sobresaltada al escuchar una voz ronca e imponente a mis espaldas, detallo solo con la luz que la luna me obsequia, el rostro de esa persona, y lo veo. —¿Sabe que a esto se le conoce como acoso, juez White?. Christian sonríe y asiente. —Te sientes acosada. Sus ojos bajan hasta mi mini brahuita y muerde sus labios de forma lujuriosa. Contrario a la incomodidad, siento mi cuerpo extasiado, deseoso y caliente. Trato de quitarle la sabana pero la aparta, levantándose de la orilla de la cama. Tomo una almohada y se la intento aventar, pero adelantándose a mis acciones, me toma de los antebrazos y me hace caer a la cama debajo de su cuerpo. —Hagamos un trato, Darcy. Niego, tratando de controlar mis emociones. —¿Te puedes apartar? —Yo quería esta cama. —Si por mi fuera, dormiría en el sofá para no verte ese horrible rostro. Christian se mueve sobre mí con fuerza, rozando su erección a mi centro. —Esa es la Susan que quería ver. Me muevo en la cama y lo dejo debajo de mi cuerpo, abriéndome un poco más, para tener más contacto entre su m*****o duro y mi feminidad. Acercó mis labios a los suyos. —Si quiere ganarme, juez White, tendrá que esforzarse. Sonríe. —¿El idiota del campus se esforzó mucho? Su sonrisa presumida me molesta más que su comentario, pero lo ignoro. —No, pero tú me desagradas, narcisista pretencioso. Me jala hacia abajo de las caderas y se mueve, como si me estuviera penetrando. Cierro los ojos y echo la cabeza hacia atrás. —¿te desagrado, eh?. Asiento, llevándole el ritmo, sintiendo que la ropa está estorbando. Pero no le daré el gusto de incrementar su ego. Acerco mis labios de nuevo a los suyos y niego. —Pierdes el tiempo. —Ya veremos. De pronto un ruido se escucha abajo y me puedo imaginar de quienes se trata. Chris y Aaron… ¿Será que los descubrieron?. Christian se levanta, me mira y a regañadientes sale de la habitación, bajando las escaleras a la cocina. Esto se pondrá feo.
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