Cenamos macarrones con queso, tomamos champán y después de reír con las anécdotas de Daniel y Dana, nos retiramos cada quien a nuestras habitaciones. —¿sonambulismo? —fue lo primero que dijo Christian al entrar en nuestro pequeño espacio. Rodé mis ojos. —¿Se te ocurría algo mejor?. —Bueno —abrió el closet y sacó una cuerda negra de cuero —. Podía escalar por la misma ventana por la que piensas lanzarme si me acerco a ti. Mientras decía eso enrollaba la cuerda en sus brazos y se acercaba despacio a mí, desbordando lujuria de su voz, con sus ojos oscurecidos por el deseo. —¿Qué harás con eso?. —retrocedí hasta chocar con la pared. Me sentía excitada, pero temerosa a la vez, pues me daba una idea pero jamás estuve tan loca como para hacerlo. —¿La chica que solo juega no lo sabe?

