Un portazo me despertó. De un salto me senté en la cama, observé mi alrededor, pero lo veía todo medio borroso. Dejé escapar un bostezo y volví a acostarme en la cama. —Sumimasen—. Se disculpó con un tono infantil Keiko, mientras que se peinaba con mucho cuidado el pelo. Hice un gesto, me quedé unos instantes más en la cama, hasta que después de unos segundos decidí levantarme de ella. Sentí un punzante dolor en la cabeza, supuse que sería por la pizca de cansancio que quedaba en mi. Nada más pensar en el ayer volvió a aparecer... Esa imagen del hombre borracho. Un escalofrío recorrió mi cuerpo. Keiko me observó mientras se hacía una trenza, en su mirada apareció una chispa de preocupación. —Buenos días—. Murmuré, estirando los brazos. —Ohayou—. Me respondió, dedicándome una sonrisa

