No podía quedarme en su casa... Era un m*****o desconocido, podría ser un v******r, un secuestrador o algo. Si, quizás eran prejuicios y acusaciones muy fuertes, pero más vale prevenir que curar. No estaba dispuesta a correr ese riesgo. Aparte, podría estar jugando a ser bueno. Sí! Igual intenta ganar tiempo para entregarme a las autoridades. No podía confiar en alguien que apenas conozco. Cada vez me sentía más insegura y cada segundo tenía más miedo.
—¡Siempre que haces eso me da un escalofrío! —Habló algo más alto para que le prestase atención. —No sé si me oyes, si me ignoras o si estás esperando a que te de una señal para que hables—. Agregó, mientras que con pasos largos se dirigió hacia la cocina. De la nevera sacó un cartón de leche y algo más, pero no logré ver el que. —¡Pero mujer, dime algo! Te quedas mirándome y me da cosa, parece que quieras comerme o algo—. Agregó revolviéndose.
—Solo estaba pensando—. Musite deslizando la mirada hacia el suelo.
—Obviamente... ¿Puedes confiar en mi sabes?
Obviamente no puedo.
—Mmm... Creo que iré a...
—¿Adónde? ¿Tienes dinero para un hotel? ¿Sabes que para pedir una habitación tienes que registrarte? Te pedirán la huella dactilar—. Dejó de hacer el desayuno y clavó sus ojos claros en mi. Por un momento parecía querer hallar la respuesta a sus preguntas. Trague saliva nerviosa, no se me había pasado por la cabeza, tenía razón... Odiaba esto. Odiaba depender de alguien y más siendo él un desconocido.
—Si les explico mi situación...
—Pensarán que estás loca—. Me interrumpió de nuevo. —Y lo más posible es que llamen a la policía y estarías en un problema. Hay que mantener la cabeza fría—. Continuó con lo que hacia antes, dedicándome menos atención.
Me relamí los labios, sintiéndome inútil en ese momento. Podía pensar en mil cosas, pero si me iban a revisar en cada lado no tendría ningún sentido llevarlas a cabo.
—Entiendo que te disguste quedarte aquí, pero es la única opción que tienes—. Suspiró con pesadez mientras nos servía unas tostadas. Llevó el plato con ellas a la mesita que había en el salón, dejándolo sobre esta y luego volvió a la cocina a por dos tazas de café.
—Gracias—. Murmuré entre dientes, agradecida. Necesitaba comer algo, sentía como algunos calambres se extendían por mi estómago.
Kilian negó con la cabeza, parecía que estaba a punto de darse por vencido conmigo. Abrió varias veces la boca con intenciones de decir algo, pero terminó negando nuevamente y comiéndose una de las tostadas. También me puse a comer, dejando que un incómodo silencio se apoderase de nosotros. Después de unos minutos, terminamos de desayunar. Él de levantó del sofá y llevó los platos sucios a la cocina, dejándolos en el fregadero.
Se revolvió el pelo y mientras regresaba al salón, empezó a quitarse la camisa. Abrí mis ojos de par en par, sonrojándome nada más ver d*********o su pecho. Desvié la mirada, incluso me puse torpemente de pie, dándole la espalda. El se quedó de piedra, sentía su mirada en mi, no hacia falta ni que le mirase y sabía que estaba observándome.
—¿Te da vergüenza ver a chicos sin camisa? —Cuestionó finalmente, sin moverse ni un poco de su sitio.
—¡Haz el favor de vestirte! —Evité la pregunta. Él soltó una sonora carcajada, mientras que volvió a dar pasos por el piso, aunque algo en ni me susurraba que se acercaba a mi.
—Hace algo de calor aquí y estoy así muy cómodo—. Susurró quedando solo a unos centímetros de mi. Un escalofrío recorrió mi cuerpo, estaba demasiado cerca. Una ola de calor se extendió velozmente por mi cuerpo.
—Te odio—. Gruñí enfadada, dando casi un chillido.
—Si también quieres estar cómoda, te ayudo a quitarte la camisa—. Susurró de nuevo con un tono juguetón. Uno de sus brazos me rodeó, pegándome a él. Me puse como un tomate y empecé a revolverme para que me soltase. —Así puedo comprobar la talla.
No aguante más, me di la vuelta hacia él y sin pensármelo dos veces le di una bofetada. Kilian me soltó del agarre, clavando la mirada en el suelo avergonzado. Con la mano derecha se revolvió el pelo y luego negó con la cabeza.
—Lo siento—. Musitó con un tono de voz escalofriante. —A veces me paso con mi forma de bromear—. Agregó hablando algo más alto.
Y este sujeto es mi única opción.
Dejé escapar un pesado suspiro. Si dependía de él, sin duda estaba perdida. Sentí un escalofrío y en ni empezó a extenderse la sensación de culpabilidad. Quizás me había pasado pegándole. Me di la vuelta hacia él, encontrándome con sus ojos, estaban irritados, parecía que intentaba aguantar las lágrimas, lo que hizo me sintiese peor.
—Perdón—. Dijimos al unísono.
—Siento haberte pegado—. Murmuré apartando la mirada de él.
—Tranquila, yo lo siento... A veces me pongo muy tonto y no sé, supongo que nunca encajaré siendo así—. Susurró frotándose los ojos.
—Solo quería defenderme—. Musité inquieta.
—No iba a hacerte daño... Solo quería, no sé, quitar tensión al ambiente, ambos estábamos muy serios—. Se revolvió el pelo y dio dos tosidos forzados.
—Ya bueno, tienes razón—. Sonreí de manera forzada.
—En fin, hemos desayunado y tal... Si quieres podemos salir y así te haces una imagen sobre como son las cosas ahora—. Volvió a revolverse el pelo, mordió durante cortos instantes sus labios y negó con la cabeza. En su mirada apareció un pequeño reflejo de miedo... ¿Pero miedo a qué? ¿Al rechazo?
Me transmitió una extraña sensación... Parecía como si estuvisen toda la vida rechazándole, como si nadie de su alrededor le aceptase. Podía estar equivocada, pero en parte me sentía como él. Era un desconocido, pero hallaba en el más comprensión que en las personas que me rodeaban en el pasado.
—Si a ti también te parece bien—. Trague saliva nerviosa, peinándome con los dedos. Una sonrisa tímida iluminó su rostro, mostrándome con ello su lado tierno.
—Podemos comer fuera—. Acompañó sus palabras con dos tosidos forzados. A continuación me dio la espalda y recorrió con la mirada el salón. Sin duda buscaba algo. Volví a quedarme callada, me inquietaba verle así, en segundos su estado de ánimo cambió. Ahora estaba confundido y en parte tenía pinta de estar desesperado. —¡Aquí está! —Exclamó. Se acercó a una silla y cogió la camisa azul marina que se hallaba sobre ella.
Solté una sonora carcajada al oír la forma en que lo dijo, me causó demasiada gracia. Kilian se puso la camisa, con las manos se peinó el pelo y luego se echó algo de colonía. Negué con la cabeza y dejé que una sonrisa llena de diversión apareciese en mi rostro.
¿Este era el secreto de los hombres? ¿Por eso tardan tan poco en vestirse?
—¿Por qué me miras como si estuviese loco? Solo quiero ahorrar tiempo.
—Yo no he dicho nada—. Murmuré rascándome la cabeza mientras.
—Tú nunca dices nada... Llevamos menos de un día estando juntos y ya me altera que no digas nada—. Se revolvió, arregló su camisa y luego clavó su mirada en mi. Sentí como un escalofrío me recorrió nada más notar su mirada.
—Soy así—. Reaccioné encogiéndome de hombros. No he cambiado en toda la vida, dudo mucho de hacerlo ahora porque a él no le guste.
—En parte está bien que seas así... Me gustan las personalidades que no dejan que los demás influyan en su forma de ser—. Pensó en voz alta, rascándose con la mano derecha la mejilla. —Bueno, vamonos ya, que podemos parar en una pizzería cercana y comer en ella—. Añadió hablando él de nuevo.
—No tengo dinero para pagar—. Murmuré notando como mis mejillas ardieron en ese momento. Una ola de vergüenza se extendió por mi interior. Jamás había dejado que me invitasen a comer algo, necesitaba pagar o yo todo o mi parte.
—Soy un caballero, obviamente te invitaré a comer—. Sonrió y con pasos firmes se dirigió hacia la puerta del piso. Le seguí insegura. Un escalofrío recorrió mi cuerpo, sentí como mis pelos se pusieron de punta.
¿Y sí decide entregarme a la policía? ¿Y sí es una trampa?
Me quedé de piedra... Al fin y al cabo seguía siendo un simple desconocido.
—¿En qué piensas? —Preguntó cuando ya estaba detrás de la puerta esperando a que yo también saliese para poder cerrarla.
—¿Me vas a llevar a la policía? —Me atreví preguntar después de permanecer en silencio unos instantes. Sus ojos se abrieron como platos. Negó bruscamente con la cabeza e hizo varios gestos con las manos.
—¡Claro qué no! —Alzó la voz alterándose. —Confía un poco en mi. No lo hagas del todo, sería una locura que lo hicieses, pero intenta darme un grano de tu confianza, te juro que no te fallaré—. Continuó hablando al ver que había desviado la vista de él.
—Está bien—. Musité y terminé saliendo de su piso, cruzándome de brazos. Kilian no dijo nada más, se limitó a cerrar la puerta. Lo que me sorprendió, fue que usó su huella dactilar para llevar la acción a cabo.
—Es cosa de la nueva tecnología, se abren y cierran con las huellas dactilares... Les facilita el trabajo a la policía, ya que la huella se registra en la base de datos de todo—. Explicó dándose la vuelta hacia mi.
—¿Entonces si quiero entrar más tarde sin tu ayuda? —Cuestioné confundida.
—Pues tendrás que tocar el timbre. Tienes tres intentos para abrir la puerta, si no lo consigues al cuarto intento viene la policía—. Sonrió y comenzó a bajar las escaleras.
Murmuré un interesante y le seguí. No conocía la ciudad aunque hace años había venido de excursión... Aparte de que estaba segura de que si recordase algo, en los tres años que pasaron, las cosas estarían bastante cambiadas.
¿Funcionará lo de la huella en los demás países también?
Me pregunté a mi misma. Kilian llenó de aire sus pulmones, me sorprendió la sonrisa que decoró su rostro al ver a conocidos pasar por la calle. Era como si no hubiese salido de casa durante días. Hacia sol, pero al mismo tiempo las nubes amenazaban con su presencia. El viento que soplaba era cálido y el aire bastante pesado. La mayoría de personas llevaban camisa de manga corta... En mi opinión era algo exagerado ir tan ligero de ropa en marzo, seguía siendo invierno al fin y al cabo, el tiempo podía cambiar en segundos.
—¡Mira! Esa fuente la hicieron el año pasado—. Comentó emocionado Kilian, quien me agarró del antebrazo derecho y obligó a que nuestros brazos quedasen así.
Mis ojos se abrieron como platos. Inmediatamente inicié una lucha para liberarme de su agarre, pero de nada sirvió. Terminó cogiéndome de la mano, haciendo que nuestros dedos quedasen entrelazados, lo cual me puso aún más nerviosa. Kilian empezó a tirar de mi, hasta que logramos acercarnos lo máximo a la pequeña fuente de agua. La analicé con la mirada pero no hallé en ella nada extraordinario, tenía pinta de ser una fuente normal y corriente.
—Parece una fuente normal, pero en realidad no lo es—. Habló como si acabase de leerme la mente. —Esta fuente canta—. Agregó con una sonrisa en el rostro.
Por un momento me soltó y empezó a rebuscar en sus pantalones algo. Alcé una ceja, sintiendo cierta curiosidad en esos instantes. Terminó sacando una moneda y sin pensárselo dos veces la tiró al interior de la fuente. Nada más tocar el fondo, una especie de melodía empezó a sonar de la fuente. Asustada retrocedí unos pasos, al final dándome cuenta de que había quedado en ridículo. Kilian soltó una corta risa, me atrapó con uno de sus brazos, rodeó mi cintura y volvió a atraerme hacia la fuente.
—Es solo música, no te asustes—. Murmuró, mientras que nos quedamos unos instantes así, bueno, hasta que la melodía de la fuente terminó. Me separé de él, creando distancia entre nosotros de nuevo.
—Me suena de algo esa melodía—. Pensé en voz alta, pero decidí no darle demasiada importancia.
—Supongo que la habrás oído en alguna parte, es del 2012.
—Quizás—. Me encogí de hombros.
Antes de que Kilian pudiese decir algo, un hombre nos interrumpió... Bueno, más bien se acercó a nosotros. Se llevó mi atención nada más oír la primera palabra que dijo. Un escalofrío recorrió mi cuerpo y sentí como un nudo comenzó a formarse en mi garganta. Era un policía. Sus ojos castaños se clavaron primero en Kilian y luego en mi, dejándome aún más nerviosa. Kilian volvió a rodearme con su brazo, atrayéndome a si, provocando con ello que mis mejillas cobrasen color.
¡¿Qué demonios estaba haciendo?!
El policía aclaró su garganta, en su mirada apareció una chispa de desconfianza y sus labios terminaron curvándose en una pícara sonrisa. Kilian empezaba a ponerse nervioso también, ya que su agarre cambió, siendo más fuerte. El policía dijo algo en polaco, a veces lograba entenderlo, pero en ese momento no, lo dijo demasiado rápido. Kilian tampoco reaccionó, lo cual me dejó aún más intranquila. El hombre dio dos tosidos, su sonrisa se amplió y su mirada empezó a brillar.
—¿Son turistas? —Preguntó esta vez en checo. Kilian le sonrió de vuelta, pero después de unos segundos volvió a ponerse serio.
—Sí, venimos de Brno—. Respondió a su pregunta, acariciando mi cintura con los dedos. Tuve que aguantar con todas mis fuerzas la risa, ya que con esos movimientos tan lentos y suaves solo logró hacerme cosquillas.
—¿Puedo pedir vuestra identificación? —Cuestionó sacando de uno de sus bolsillos un extraño cachivache.
—Claro, —me soltó repentinamente Kilian, dándole la mano para que el hombre pudiese usar su huella dactilar— aquí tiene. Yo vivo aquí, pero fui a Brno a recogerla, para que se quedase conmigo unos días—. Le contó mientras se obligaba a si mismo a mantener la calma. El policía no le prestó mucha atención, ya que estaba más concentrado en los resultados que le daría el lector de huellas.
—¿Así que ella es la checa? —Preguntó clavando la mirada en mi.
—Bueno, más o menos, yo la considero más polaca que checa. Sus padres son muy exigentes con ella y nos conocimos cuando vino de excursión. Desde ese instante mis días cambiaron, ya no eran blancos y negros, sino coloridos, porque sus ojos azules como el mismo océano los iluminaron—. Clavó sus ojos claro en los míos, sentí como en mi estómago apareció un pequeño cosquilleo que me dejó nerviosa. Al mismo tiempo, noté como las lágrimas exigían salir, pero las aguanté, por un motivo desconocido, sus palabras me emocionaron... El tono de voz en el que lo dijo, en el que pronunció cada una de esas palabras, sonó tan real.
—¿Una relación a distancia? —Se sorprendió al principio el hombre. A continuación dejó aparecer una sonrisa en su rostro, pero esta vez distinta, más sincera que las anteriores. Kilian asintió con la cabeza, fingiendo estar dolido.
—Es una tortura tenerla lejos, no poder sentirla, ni asegurarme de si duerme por las noches. Le cuesta coger el sueño, por eso se le notan a veces las ojeras—. Le contó y aprovechó mi cercanía para acariciar con la yema de sus dedos mi mejilla.
Tenía ganas de meterme en la conversación que estaban teniendo, de interrumpirla, pero al mismo tiempo, sabía que si decía algo podría cobrar todo otro sentido.
—Les entiendo, mi hija también sufre por tener a su amado lejos—. Suspiró con pesadez el hombre, negó con la cabeza y le dedicó una amistosa mirada a Kilian. —Ya os he quitado suficiente tiempo, venga, continuad con lo que estabáis haciendo—. Agregó cambiando radicalmente de tema y alejándose de nosotros.
Cuando ya se hallaba lo suficientemente lejos de nosotros, Kilian soltó un suspiro lleno de alivio. Creó distancia entre nosotros y se pasó con inquietud la mano por el pelo. Los momentos que pasé entre sus brazos había estado nerviosa, pero al mismo tiempo, sentí una seguridad enorme, una tranquilidad y paz interior en esos momentos... Sin embargo, cuando se separó, volví a sentirme sola, incomprendida y una parte de mi empezó a alterarse.
—Siento si te he incomodado, pero muchos polacos son románticos y siempre suele funcionar algo así con ellos—. Murmuró entre dientes. Le di la espalda, necesitaba asimilar lo que acaba de pasar, necesitaba volver a casa antes de volverme loca.
—No pasa nada, tranquilo... ¿Seguimos viendo la ciudad? —Musité antes de que pudiese decir algo más.
—Claro, —hizo unos pasos, quedando delante de mi— si vamos por ahí, llegamos a otra plaza y la pizzería nos quedará más cerca—. Me miró de reojo, como si estuviese pidiéndome permiso para poder tomar ese camino.
—Pues vamos—. Sonreí, encaminándome hacia ese lugar, pero antes de adelantarme, me cogió de la mano. —Deja de tocarme!
—Perdón—. Me soltó de manera inmediata. —Solo... Te noté nerviosa y quería ofrecerte ir cogidos de las manos. Cuando recorres el mundo con alguien más, es todo más divertido—. Se encogió de hombros.
¿Por qué me hacia esto? Tenía la sensación de que en vez de ayudarme, se dedicaba a... ¿A conquistarme? Quizás solo intenta ser amable, pero se pasa... Aunque si es verdad lo de los polacos...
Suspiré con pesadez y terminé ofreciéndole mi mano. Kilian se sorprendió, pero la tomó, como si fuese una joya. Juntos nos dirigimos hacia la calle que me mostró pocos instantes atrás.