CAPÍTULO UNO

3291 Words
CAPÍTULO UNO Ella retrocedió contra la encimera de la cocina. Se estabilizó y pasó la mano sobre un palo de amasar. El mismo rodillo que, hacía tan solo dos días, iba a lanzar a la cara de su exnovio. Pero en ese momento, esa acción sería inútil, porque su exnovio, Mark Balzano, estaba tendido en un charco de sangre en su sofá. Se encorvó sobre el fregadero, escupiendo los últimos restos de vómito. No porque el espectáculo del c*****r mutilado o la visión de los huesos astillados que sobresalían de la caja torácica de Mark la hicieran sentir náuseas, sino porque se trataba de un acto de violación. Mark era un monstruo, un hombre con problemas e inseguridades, pero nadie merecía la b********d de la que fue objeto. De repente, Ella deseó poder pasar un último minuto con él, tal vez hacer todo lo posible para cambiar su forma de ser. ¿Habría servido de algo? ¿O igualmente habría acabado sin vida en su sala de estar? Ella se sentía como si le hubieran clavado los pies en el suelo. Apenas podía moverse un centímetro, y lo reservaba para impulsarse violentamente sobre el fregadero de la cocina para vomitar la poca bilis que le quedaba dentro. —¿Señorita Dark? —dijo una voz a su lado—. ¿Señorita Dark? ¿Está usted bien? El sonido la sacó de su confusión. De repente, estaba de vuelta en la habitación, solo que recién en ese momento se dio cuenta de que no estaba sola. De hecho, ya había unas diez personas en su apartamento. Oficiales de policía uniformados, técnicos forenses, todas personas que ella no reconocía. La conmoción no solo la había aturdido, sino que también la había alejado de la realidad. Ni siquiera recordaba haber llamado al 911. —Sí —dijo Ella. —Debería salir de aquí, señorita. ¿Quiere que alguien la acompañe fuera? ¿Cuándo habían llegado? ¿Ella estaba allí cuando vinieron? ¿O estaba tan inmersa en la angustia que habían llegado delante de ella? —No —dijo Ella. El policía asintió y desapareció. Ella volvió sobre sus pasos, tratando de encontrarle sentido a aquella situación sin sentido. La noche anterior, Ella había regresado del último caso en Nueva Jersey. Cuando llegó a su apartamento, encontró a Mark esperándola. Él la había acusado de ignorarlo, de engañarlo, a pesar de que su relación ya había terminado. Se habían peleado en el aparcamiento y Ella lo había tumbado de un golpe y lo dejó sangrando. Luego ella huyó y pasó la noche en un hotel. Para mantenerse a salvo, no solo de Mark, sino también de Tobias. En algún momento de la mañana, Ella no recordaba exactamente cuándo, volvió a su casa y encontró a Mark asesinado a puñaladas. Él yacía de espaldas en su sofá marrón y tenía heridas en cada centímetro del torso. Ella solo había mirado a Mark con los ojos de una desprevenida descubridora, no con los ojos de una perfiladora del FBI. Ni siquiera estaba segura de poder verlo así. Lo único que vio fue una muerte, no una escena para analizar. Pero había una verdad aún más triste en todo esto. La verdad era que ya sabía exactamente quién era el responsable de esa m*****a despiadada, pero no quería admitirlo, ni siquiera para sí misma. Desde que se enteró de la fuga de Tobias Campbell de la prisión, el optimismo había logrado alejar de su mente realidades tan crueles como esta. Tobias Campbell era uno de los asesinos en serie más conocidos del país. En 2005, Mia Ripley finalmente lo detuvo tras un reinado de terror que se cobró la vida de al menos cinco mujeres y, desde entonces, él consideraba a Mia como su némesis. Hacía dos meses, Tobias se había puesto en contacto con Ella por correspondencia, solicitando su presencia en su celda subterránea de la prisión estatal de Maine. Acceder a su petición había sido el peor error que Ella había cometido, ya que había aceptado al demonio en su vida con los brazos abiertos. Luego, dos días atrás, Tobias Campbell se había fugado de la prisión con la ayuda de sus cómplices invisibles. El primer lugar al que quiso acudir, aparentemente, fue a la casa de Ella. En el momento en que se enteró de su fuga, ella se preparó para la guerra con el hombre llamado Tobias, pero una parte de sí misma esperaba que nunca llegara a ese extremo. Pensó que tal vez él desaparecería para siempre; tal vez alguien podría reconocerlo y matarlo a sangre fría. Pero no tuvo suerte. Tobias había estado allí y había dejado su huella. Pero ¿por qué Tobias haría eso? ¿Qué le había hecho Mark? ¿El crimen de Mark fue estar en el lugar equivocado en el momento equivocado? Ella no quería reconocerlo. Ya sabía que Tobias tenía su dirección, una de las razones por las que había decidido mantenerse alejada. Solo había regresado para recoger algunas cosas, pero había entrado directamente en la boca del infierno. —Hola, ¿es usted la propietaria del apartamento? —le dijo una voz de mujer al oído, casi en un susurro. Ella se dio la vuelta y vio a una mujer vestida con ropa formal de oficina, con una cámara colgada del cuello. —¡Largo de aquí! —gritó otra persona. La mujer que estaba a su lado quedó como un ciervo frente a los focos, pero eso no le impidió tomar algunas fotos rápidas de la escena antes de salir corriendo. Uno de los oficiales la sacó a empujones fuera de la habitación. Ella no sabía qué estaba pasando. —¿Qué…? ¿Qué ha sido eso? —consiguió decir. —Una periodista. Afuera está lleno de ellos —dijo el oficial. ¿Periodistas? ¿Quién les avisó? —¿Cómo han llegado hasta aquí? ¿Cómo lo saben? —dijo Ella, todavía sujetándose contra los muebles de la cocina. —Llamadas anónimas, señora —dijo el oficial—. Mire afuera. Ella salió tambaleándose de la cocina, atravesó la sala de estar y pasó junto a los técnicos que estaban inspeccionando el c*****r de Mark. Él tenía todo el pecho y el abdomen rotos por las cuchilladas, varias partes de las manos mutiladas y la sangre le manchaba cada centímetro de la cara. Incluso tenía muñones donde solía tener los dedos. Ella luchó por contener el vómito. Se recompuso y echó un vistazo entre las cortinas. El aparcamiento de abajo estaba repleto de furgonetas, coches de policía y dos ambulancias. Un mar de extraños comenzó a tomar fotos de su apartamento, mientras una fila de policías hacía todo lo posible por bloquearlos. Ella sintió que el mundo estaba a punto de devorarla. El abismo se abría bajo ella. Se desplomó contra el televisor y lo derribó. No le importó. Se le llenaron los sentidos de voces, pasos, el sonido de la unidad de la escena del crimen haciendo su poco envidiable trabajo. A través de una visión borrosa, vio a un técnico darle a uno de los policías unas cuantas pruebas embolsadas. Una muestra de ropa, un frasco de sangre y algo más que parecía café molido. La visión del cuerpo sin vida de Mark la llevó de vuelta a lo más profundo de sus pensamientos. Aquello significaba que Tobias había llegado de alguna manera desde Maine a Washington, D.C. en pocos días. Significaba que estaba allí, respirando el mismo aire que ella, y que esta vez no había barras de hierro entre ellos. Ella se levantó de golpe y salió corriendo por la puerta de su apartamento, donde le esperaba otro circo. Un centenar de desconocidos la llamaban mientras oía el clic de las cámaras al unísono. Los dos lados del pasillo estaban repletos de gente, cámaras y micrófonos. Solo la endeble cinta de la escena del crimen les impedía llegar hasta ella. Percibió varias palabras entre los gritos. «¿Quién ha hecho esto?». «¿Has asesinado a tu novio?». «Agente del FBI desprestigiada». «Nunca te saldrás con la tuya». Entonces una mano la agarró violentamente del brazo. —Dark —gritó la persona—. Tenemos que sacarte de aquí. Una cara conocida, por fin. Solo Dios sabía de dónde ha salido, se dijo Ella. Seguía llevando el mismo vestido y las mismas botas que cuando se separaron unas horas antes. —Mia, ¿qué demonios está pasando? —gritó Ella. —Ya lo descubriremos. Vamos, tenemos que irnos. —Mia buscó una vía de escape segura, pero no había ningún camino que no albergara buitres con micrófonos y cámaras—. Vas a tener que abrirte paso a través de algunos de estos imbéciles, ¿de acuerdo? Mia arrastró a Ella del brazo mientras se abrían paso entre la multitud, pero Ella se detuvo justo en medio de ellos. —Espera —gritó Ella—. Tengo que ver algo. —No hay tiempo. Investigaremos más tarde. Ahora tenemos… —No —dijo Ella. Al encontrarse lejos de la escena del crimen, veía las cosas de manera diferente. Necesitaba pruebas. Algo que le dijera al mundo que no había sido ella la que lo hizo. Repasó los últimos minutos en su mente con el mayor detalle posible, y se dio cuenta de que había algo delante de sus narices. Algo que demostraba su inocencia. Ella corrió de nuevo a través de la muchedumbre, volvió a pasar por debajo de la cinta y entró en su apartamento. Encontró al técnico que había tenido las bolsas de pruebas. —Esas bolsas —dijo Ella—. ¿Dónde están? —preguntó. Mia apareció junto a ella. —Dark, podemos ver las pruebas más tarde. Este lugar no es seguro. El técnico levantó una caja de acero que había en el suelo. Había un montón de bolsas de pruebas dentro. El hisopo de la camisa. El frasco de sangre. El café grisáceo. Ella cogió esto último. —Señorita, no puede llevarse eso, es… Pero Ella se fue, con Mia detrás. Se deslizaron entre la multitud, empujando con los hombros a la audiencia expectante. Un hombre puso la mano en el hombro de Ella, pero Mia le dio un codazo tan fuerte que el hombre rebotó contra la pared del pasillo. Bajaron corriendo por la escalera. —Puerta trasera —dijo Mia—. Lo anticipé. En cuestión de segundos estaban fuera, en el coche de Mia y en la carretera, dejando atrás el circo. *** Condujeron durante 20 minutos en silencio. Mia parecía dirigirse hacia las montañas, y a Ella le parecía bien. En ese momento, lo que quería era estar lo más lejos posible de la civilización. Salieron de la autopista y llegaron al campo. Mia detuvo el coche en un carril aislado con vistas al lago Ozette. —Dark, antes de seguir adelante, necesito preguntarte algunas cosas. Ella se llevó los dedos a los ojos para contener las lágrimas. El silencio había aplacado su desamparo, pero ahora que era el momento de hablar de las cosas, la angustia volvió a aparecer. —Lo que sea —dijo Ella. Tenían que hablar, por más difícil que fuera. —Vas a venir a quedarte conmigo por un tiempo, ¿de acuerdo? Nadie sabe dónde vivo, aparte de ti. Allí estarás segura. Ella agradeció la oferta, pero no estaba tan segura. —Gracias. Te lo agradezco —dijo Ella—. Pero ¿realmente crees que estamos a salvo en algún sitio? —No, pero es el lugar más seguro que se me ocurre. No iré a una casa segura. —Sí, yo tampoco. —Tengo cámaras, alarmas, cerraduras electrónicas, dos perros que intentan arrancarle las pelotas al cartero. Estamos a salvo. —De acuerdo —asintió Ella—, gracias. Mia apagó el motor. —Pero primero, necesito saber la verdad. Ella levantó las cejas. —¿La verdad? Ni siquiera yo sé la verdad. Mia se inclinó más hacia ella. —¿Tú hiciste esto? Tienes que decírmelo. Ella se quedó atónita en silencio. —¿Hablas en serio? ¿Crees que he matado a Mark? —No, no lo creo y solo quiero que me lo confirmes. —Yo no maté a Mark. Anoche tuve una pelea con él y lo tumbé de un golpe. Cuando llegué a casa esta mañana, estaba en mi sofá, muerto. No tengo nada que ver con esto. Mia asintió y se volvió para mirar por la ventana. —¿Estás segura? —preguntó. Ella levantó las manos con frustración. —¿Si estoy segura? ¿No crees que recordaría haber matado a mi exnovio? —No estoy diciendo eso. Solo me pregunto si perdiste el conocimiento, si sufriste uno de esos estados de fuga. Tal vez las emociones te dominaron. No lo sé. —Ripley, no puedes preguntarme esto en serio. Tú me conoces. Sí, tuve problemas con Mark, pero no lo quería muerto. Ella estaba segura de que Mia sabía la verdad, pero al igual que ella, no quería admitirlo. —Bien. Eso es todo lo que quería oír. Pero hasta yo tengo que admitir que las cosas se ven mal para ti en esta situación. —¿Mal para mí? Ni siquiera estaba cerca cuando sucedió. Estuve en un hotel toda la noche. —Algunas personas en tu edificio vieron tu pelea con Mark. Fuiste la última persona en ver a este tipo con vida y lo dejaste sangrando. ¿Cómo crees que se ve eso? Ella no podía negar que parecía sospechosa, sobre todo para las personas que eran ajenas a su entorno. La habían visto atacando a Mark y luego lo encontraron milagrosamente muerto en su apartamento. Si ella estuviera del otro lado, entendería por qué podría ser considerada sospechosa. —Lo entiendo —dijo Ella—. ¿Pero qué se supone que debo hacer? —No lo sé, pero sabes que a la prensa le va a encantar esto. Es una historia perfecta para ellos. Dos jóvenes agentes del FBI, una relación tóxica, un brutal asesinato. Añade al Papa y tienen el material perfecto para los tabloides. Aunque Ella fuera inocente, la percepción era la realidad. Si el mundo pensaba que ella había hecho esto, mancharía su nombre para siempre. Podría despedirse de todo lo que consideraba importante. Ella abrió la puerta del coche y sacó la cabeza para tomar aire. —¿Qué crees que pasará? —preguntó Ella después de dos intensas inhalaciones. —Vaya uno a saber. Lo que me pregunto es cómo fue que tu apartamento se convirtió en un circo mediático. —Creo que ambas sabemos la respuesta a eso. —Yo realmente no la sé. ¿Llamaste a la policía? Ella trató de reconstruir la mañana mentalmente, pero todo le resultaba borroso. —No lo sé. No recuerdo haberlo hecho. —Ella sacó su teléfono y miró su lista de llamadas recientes—. No. No hay ninguna llamada al 911 en mi historial. Parecía que a Mia le estaba costando darle sentido a todo. —Entonces, ¿qué pasó? ¿Llegaste y la policía ya estaba allí? —No, si no los habría visto antes de entrar. Recuerdo claramente que estaba sola con el cuerpo de Mark. Luego entré en shock. Lo siguiente que recuerdo es que mi apartamento era la hora pico de Tokio. —Entonces, si tú no llamaste a la policía, ¿quién lo hizo? —El oficial dijo que fue una llamada anónima. Pero Ripley, vamos. Las dos sabemos quién lo hizo. —Ella cerró la puerta del coche. —Creo que sí —Mia se frotó la frente—. Él está aquí. En Washington. No podemos decir que no lo esperábamos. —Viene a por nosotras, pero si está en nuestro terreno; eso nos da ventaja. Mia negó con la cabeza. —¿Una ventaja, Dark? Entró en tu apartamento y mató a un agente del FBI. Ya nos lleva ventaja. Ese maldito hijo de perra. ¿Cómo llegó aquí tan rápido? ¿Cómo llegó a entrar en tu casa? ¿Y cómo podemos probar que fue él y no…? —Mia se interrumpió—. Oh, por supuesto. —¿Qué? —preguntó Ella. —Lo que me hizo a mí hace dieciséis años. Te lo está haciendo a ti. Ella apretó los labios mientras esperaba que Mia continuara. Pero no lo hizo. —¿Qué crees que está haciendo? Mia se rio y luego suspiró. —Te está destruyendo. Un castigo peor que la muerte. El clásico de Tobias. A mí me hizo creer que me estaba volviendo loca y ahora está haciendo lo mismo contigo. Está tratando de inculparte por la muerte de Mark. Está tratando de hacerte creer que tú lo mataste. Tobias está haciendo que pierdas el control de la realidad, y ya está funcionando. Ella empujó con fuerza los pies contra el suelo, un mecanismo que la mantenía anclada en el presente, algo que había estado utilizando desde que era una niña. —Pero podemos demostrar que fue él —dijo. —¿Cómo? Las escenas del crimen de Tobias estaban completamente limpias cuando él asesinaba. Yo lo atrapé por pura suerte. Ella metió la mano en su chaqueta y sacó la bolsa de pruebas que había robado. Era un pequeño estuche de plástico que contenía lo que parecía ser tierra gris. —Esto. Mia lo miró fijamente y luego se lo quitó. —¿Qué demonios es esto? —Piensa en las viejas escenas del crimen de Tobias. En el pasado. —He tratado de olvidarlas. ¿Qué es esto? Ella no dudaba de que Mia había bloqueado algunos de los pequeños detalles de los crímenes de Tobias. —Esta es la madre de Tobias —dijo Ella. La cara de Mia pasó de la confusión a la comprensión. Volvió a reírse, como si hubiera recuperado la memoria. —Dios mío, me había olvidado de eso. — Tobias siempre dejaba algo de las cenizas de su madre en cada escena. No puede matar sin eso. Es el último componente de su ritual. —La compulsión es algo poderoso —dijo Mia—. Sigue teniendo el mismo ritual incluso después de todos estos años. Pero ¿por qué tomaste esto? Tienes que devolverlo. —Lo haré, pero pensé que podríamos usarlo. —¿Cómo? —Si realmente estas son las cenizas de la madre de Tobias, ¿cómo podría tener acceso a ellas después de todos estos años? —Las guardó en algún lugar —dijo Mia. —¿Y alguien se las guardaría durante 16 años? ¿No es más probable que estén en un columbario en algún lugar y que Tobias haya vuelto a buscarlas? —Posiblemente —dijo Mia encogiéndose de hombros—. Es imposible saberlo con él. —Si fue a un columbario, debe haber habido cámaras o debe haber hablado con algunas personas. El sonido de un teléfono los interrumpió. Mia buscó en su bolsillo. —El departamento de policía. —Mia contestó. Sin decir una palabra, se volvió hacia Ella y su expresión le cambió. Mia murmuró unas palabras de aprobación y colgó. Ella ya podía intuir lo que se avecinaba. —Lo siento, Dark. —No lo sientas —dijo Ella. —No. Tengo que llevarte a un sitio. Ahora mismo. —¿Adónde? —preguntó Ella. Cada vez más, todo aquello empezaba a parecerle un sueño del que despertaría en cualquier momento. Mia encendió el motor y dio la vuelta con el coche. —Órdenes del director, pero tengo que llevarte para que te interroguen. Esto era todo, se dijo. Aquí era donde comenzaba su ruina.
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