—¿Un trato? —preguntó Gabriel con curiosidad, fijando sus ojos azules en los de su sobrina—. ¿Qué trato?
—Eso lo sabrás a su debido tiempo—contestó Maxine —. Primero, lo primero. Vamos a hablar.
Gabriel soltó una risotada irónica y negó.
—¿Has venido a mi casa a darme órdenes?
—No te estoy dando ninguna orden —rebatió Maxine—. Simplemente, te estoy diciendo cómo se van a hacer las cosas. Si a ti te interesa mi propuesta, primero vamos a hablar y me vas a dar respuestas.
—¿Respuestas? Ja. ¿Me crees un imbécil o qué?
—Tú, ¿imbécil? —Maxine lo señaló y movió la cabeza, negando—. No, tío. La imbécil aquí, parece que fui yo, que creí que de verdad querías a mi padre y a mí.
—Por supuesto que quería a Gabriel —rebatió, alzando un poco la voz y dando un golpe con la palma de la mano sobre
