A Lars se le borró la sonrisa al instante, las pobladas cejas se le arrugaron por completo y sus ojos se hicieron muy pequeñitos cuando se hundieron debajo de estas. Su mirada se tornó contrariada, y muy fiera, y sus pupilas se dilataron, tornándose más oscuras. No podía creer lo que estaba escuchando. ¿Era en serio? O, ¿acaso la cría le estaba jugando una muy mala broma? —Que tú..., ¿qué? —espetó, sintiendo que la rabia y los malditos celos lo invadían y empezaban a cegarle la cordura. Sus dedos se enterraron en la carne de los brazos de Maxine y la sacudió un poco, mientras le exigía una explicación. —¡Dime que estás bromeando! ¡Dime que lo que acabas de decir no es más que una maldita broma! Maxine inspiró aire para calmarse y así no explotar, tal y como él lo estaba haciendo. Sab

