—¡Chicas! Pero qué bueno verlas aquí hoy. ¡Oh! Y aquí está el pequeñín más hermoso. —Deborah pellizca las mejillas de Santi.
—Yo no soy pequeñín, soy un niño grande —dice mi pequeño con toda la convicción del mundo.
—Está bien niño grande, pasa, te tengo galletas y leche de chocolate.
—Urraaahh
—Oye tú, no vas a despedirte de mamá ni de la tía Erika. —grito, se vuelve y abro mis manos para abrazarle.
—Te amo, mami —dice y deja un sonoro beso en mi mejilla.
—También te amo mi niño grande.
—Adiós, tía Erika
—Adiós, cariño. —Le da otro beso a su tía y sigue hacia la sala donde lo esperan las deliciosas galletas de Deborah.
—Deby no deberías darle tanto dulce, no dormirá —digo, observando a mi hijo mientras devora dos galletas de chocolate a la vez.
—No te preocupes cariño, no tienen tanta azúcar.
—Bueno, madre. Nosotras nos vamos, tenemos mucho que preparar. Te quiero. —Aprovecho mientras mi amiga se despide de su madre y voy una última vez para abrazar a mi ángel.
—Pórtate bien, cariño —digo, él asiente con media galleta masticada—. Y hazle caso a la abuela Debby.
—Sí, ma.
—Nos vemos Deborah y gracias por cuidarlo.
Me abraza—. Sabes que es un placer tenerlo conmigo. —Besa mi mejilla y
me deja partir.
***
—Recuérdame otra vez ¿Por qué debemos usar estos puti vestidos?
—Sostengo un vestido azul eléctrico tan corto, que no deja nada a la imaginación.
—Porque, mi querida amiga, hoy debemos celebrar. —Erika se mete en uno igual de corto color amarillo. Reacomoda su cabello rojo en un improvisado moño—. ¿Qué opinas?
—¿Vamos a celebrar o a conseguir sexo?
Lo piensa por un segundo. —Celebrar, pero si obtenemos sexo sería como un valor agregado.
Me quejo. —Erika, sabes que no quiero tener nada que ver con hombres por lo menos en un mes. Hace menos de dos semanas que terminé con Michael —Me estremezco—. Dios aún recuerdo sus besos babosos. El alcohol y yo somos una mezcla peligrosa. No me dejes cometer el mismo error.
—¿Todavía no entiendo por qué después de ese sexo tan pésimo aceptaste una cita con él? —pregunta. El vestido hace que sus pechos enormes se vean mucho más enormes.
—Tus tetas parecen melones.
—Esa es la idea. —Me guiña un ojo y sonríe al volverse para apreciar su reflejo.
—Y respondiendo a tu pregunta anterior, ni yo misma lo sé. Tal vez fue lástima. —Me encojo de hombros.
Michael es un chico que conocí hace unas tres semanas en un bar mientras Erika y yo tomábamos unas copas, es muy guapo, así que cuando se acercó no lo alejé. Hablamos por un par de horas, mientras el efecto del licor hacía estragos conmigo, lo dejé llevarme a su departamento y lastimosamente no estuve lo suficientemente borracha para no darme cuenta del mal polvo que era. Mi v****a se sintió ultrajada cuando pasó su lengua por ahí. Eran como latigazos, totalmente bruscos y ordinarios. A parte de eso su amigo era enorme, pero dormilón... sí, fue un fiasco, un engaño. Al siguiente día me invitó a salir mientras me regaló unas flores y no tuve la valentía de decirle que no. Afortunadamente hace dos semanas se enamoró de una compañera de trabajo y "terminó" —así como él lo llamó— nuestra corta relación.
No sabía que una noche de pésimo sexo y una cita a comer langosta
—Eww— fuera una relación. En fin, sólo les deseo la mejor de las suertes a su nueva novia, y muchos consoladores.
—Eso no fue lástima, fue estupidez. Es decir, el tipo es un fiasco, un paquete chileno e incluso así decides salir con él. Estupidez, recuérdalo.
—Gracias por llamarme estúpida —murmuro mientras esparzo crema depilatoria en mis piernas.
—Las mejores amigas tenemos todo el derecho de insultarte sin ofenderte y sin rencores.
—No lo sabía —Frunzo el ceño—, creí que las mejores amigas estaban ahí para ser "mejores amigas" y eso no incluye insultos.
—Las verdaderas amistades sobrepasan cualquier ofensa —Se quita el vestido y se prepara para el baño—, además sabes que soy mortalmente sincera, es una de las cosas que nos hace especiales, ambas no soportamos una mierda.
—Tienes razón.
—Ahora. Apúrate perra, tenemos una noche que conquistar. Suspiro —Esta noche será larga.
***
Unas horas después, atrapada en este estúpido, pero sexy vestido azul, con mi hermoso cabello chocolate liso y en cascada sobre mi espalda, mis ojos color ámbar retocados, perfume de manzanas y tacones fóllame. Estoy junto a Erika en la entrada de uno de los clubes más famosos de la cuidad, Thre Level.
—¿Cómo logras entrar sin hacer fila? Y, ¿cómo acabas de mostrar pases VIP? ¿Dormiste con el dueño o qué?
—Ewww cómo crees, Andy. Ni que fuera tan sucia. El dueño tiene como sesenta. —Finge estremecerse—. Dormí con su hijo que es diferente, y debo decir que es bueno en lo que hace y en los regalos que da. —Mueve sus cejas haciendo que ría.
—No sabía eso, maldita no me contaste. —Trato de golpearla un poco.
—Lo siento, se me pasó.
Un hermoso camarero —que al parecer es tan gay como mi primo Tony, ya que ha checado a dos tipos— nos lleva hasta el ala VIP para nosotras. Hay tres de ellas.
—¿Por qué nos tocó el camarero gay? —Mi amiga espera a que el chico se vaya para preguntarlo—. Quiero decir, está bien, no me acostaré con el camarero, pero al menos podría coquetear con él. Él ni siquiera miro a mis melones.
—Esas dos cosas son difíciles de ignorar —digo sobre la música del club.
—Exacto. No me gusta que no sean notadas. —Hace un mohín y debo reírme de ella.
Erika tiene un buen cuerpo, pero sus pechos son el centro de atención. Son enormes, su cintura es pequeña, somos de la misma altura —ni muy alta ni muy baja— sólo que ella tiene los pechos y yo el trasero. Ella es una doble D, yo una doble B. las tengo de un tamaño adecuado, así que no me preocupo mucho, mi trasero y caderas, esas sí son mi punto fuerte, mi cintura es pequeña también y la piel en ella tiene ciertas marcas que me recuerdan al pequeño que me espera siempre en casa.
—Bien —Los primeros tragos llegan, le guiñamos un ojo a nuestro camarero gay, brindamos —, por el éxito de nuestro trabajo y porque tus libros se vendan como pan para el desayuno.
—Amén. —Chocamos las copas y bebemos—. Cristo. Esto está muy fuerte.
—No seas gallina. Vamos a bailar.
Bailamos y bebemos por bastante tiempo, cada sala VIP tiene su propio espacio para bailar, como nos sentíamos solas las dos bailando, invitamos a algunas chicas que estaban solas en la barra de abajo.
—¡Gracias! Aquí nos verán mucho mejor —dice una rubia súper hermosa, creo que si fuera lesbiana me engancharía con ella, es tan sexy.
—¿Quiénes? —pregunto.
—Los hombres importantes, los de las otras salas —dice con una mirada de "Dug"
—Ah ya, bien por ti. —Sigo bailando.
Unos minutos después, un sexy hombre rubio entra a nuestro reservado, se dirige como un tigre hacia Erika... Oh, así que éste es el dueño de los pases VIP. No me negaría a pagarle con mi cuerpo por ellos.
Alto ahí... recuerda lo que pasó con Michael, demasiado lindo y un fiasco en la cama.
El hombre toma de las caderas a mi mejor amiga y la besa... Oh Mi Dios.
Si como besa lo hace, tendré que aplicarme el mismo perfume de Erika. Unos gritos demasiado entusiastas desvían mi mirada de la parejita follando en seco. Las mujeres que nos acompañaban se han abalanzado a otro hombre que ha entrado a nuestro lugar. Arrugo mis cejas. Se supone que celebraríamos solas ¿Ahora tengo que aguantar a mi amiga y su conquista, y a otras babeando sobre otro hombre? Me encojo de hombros, qué importa, puedo bailar sola, el licor ya ha sintonizado mi cuerpo con la música así que me dejo llevar.
Muevo mis caderas con el ritmo, soy consciente de la música y del parloteo de las mujeres atrás. Ni que fuera el rey de Escocia para hacer semejante alboroto. Siento un calor detrás de mí que antes no estaba.
Estás ebria sigue bailando, Andy.
La sensación de que alguien está detrás de mí es fuerte, no puedo evitar voltear para encontrarme con unos ojos oscuros, un rostro realmente hermoso y familiar, una deliciosa boca curvada en una media sonrisa, un cabello oscuro desordenado y un cuerpo que...
Cristo resucitado. Ese cuerpo es para adorarlo y morderlo y...
—Pensé que nunca me notarias. —Esa voz. Corrientes pasan por mi cuerpo cuando esa voz se dirige a mí, es ronca, baja e hipnótica. Maldito licor.
Arrugo mi frente. —¿Tenía que hacerlo? —pregunto con un tono de voz normal. Gracias a Dios, no quiero hacer el ridículo como mis protagonistas.
Sorpresa, confusión y algo diferente pasan por ese rostro lleno de promesas.
—Se supone que así debe ser.
—¿Es así? Vaya señor "las mujeres deben besar el piso por dónde paso" lamento mucho decirte esto, probablemente lastime a tu amigo el ego, pero no me interesa rendirte pleitesía. —Señalo a las mujeres que nos observan—. Ellas por su parte, pueden darte lo que deseas.
Una de sus cejas se levanta y se acerca un poco más a mí.
—Lo que deseo está frente a mí. —Uno de sus dedos traza mi clavícula sin permiso, haciendo que la manga de su camisa se levante dejándome ver el final o principio de un tatuaje—. Vamos cariño, tu estrategia de no me interesa funcionó, ya estoy aquí. No te hagas más la difícil y ven conmigo.
—¿Perdón? —¿De qué demonios estará hablando?
—Has estado bailándome toda la noche, esperé a que fueras conmigo, pero te has hecho desear, ahora, bien por ti, una habitación nos espera. Vamos, la noche está corriendo rápido hoy.
¿Que yo le he estado bailando?
¿Haciéndome desear?
Levanto una de mis cejas mientras golpeo su mano, esa que ha estado enviando choques a mis nervios. Posiciono una mano en mi cadera asumiendo esa pose de "perra enojada y hambrienta de sangre" para decirle que se vaya a la mierda.
—Si yo estuviera buscando sexo esta noche, por lo menos buscaría un hombre que cuando esté conmigo no esté pendiente de cómo se ve su trasero en el espejo. —Un alto y grande hombre de color se ríe. No lo había notado tampoco—. Ahora permíteme aclararte que no estaba bailando para ti, deberías consultar a alguien por ese ego tuyo, es peligroso que alguien tan narciso y lleno de sí mismo como tú ande suelto. Y, por último, si deseas revolcarte esta noche con una mujer que te grite lo increíble que eres y todas esas mierdas que inflan tu ego... —Señalo a las mujeres nuevamente, que ahora se encuentran mirándome sorprendidas—, ellas tienen el suficiente entusiasmo para ello. No me interesa buscar un hombre que compre mis zapatos, sigue tu camino, cariño. Esta chica aquí no está interesada en ti, por muy sexy que seas.
La boca de las mujeres, de mi amiga Erika, su amigovio y del mismísimo hombre sexy aquí se encuentran totalmente abiertas. El hombre grande trata de disimular su risa, se gana una mirada fulminante del ególatra y después soy yo el blanco de dicha mirada.
—¿Estás rechazándome? —pregunta con indignación, está acostumbrado a que las mujeres se arrojen a él.
—Sí. ¿Sabes?, Si no hubieras sido tan imbécil y tan ególatra probablemente ya te hubiera besado, pero no quiero competir por el espejo con otro hombre.
—¿Qué? —El músculo en su mandíbula se mueve. Ups, lo he cabreado.
Toco su mejilla, como lo hago cuando quiero consolar a mi hijo —Estás herido, lo lamento mucho —Arrugo mi frente—, en realidad no lo lamento. Sin embargo, ve a ellas. Están muy emocionadas por consolarte.
—¿Andrea qué estás haciendo? —pregunta Erika con reproche.
—Ayudando al ego de éste pobre hombre, hoy me siento caritativa —Le sonrío a mi amiga, pero mi sonrisa muere cuando ella sigue frunciéndome el ceño—. ¿Qué?
—¿No tienes idea de quién soy verdad? —pregunta el sexy como el infierno hombre.
—No. Y no creo que el saberlo me haga cambiar de opinión. —Me volteo para seguir bailado.
—En ese caso, es una verdadera lástima. Mucho gusto —se acerca y susurra en mi oído—: soy Luke Marshall.
¿Qué en nombre de todo lo malditamente sagrado he hecho?
Luke Marshall, la jodida estrella de Rock, el hombre más famoso y caliente de toda la faz de la tierra. Retrocede cuando me volteo con el rostro lleno de sorpresa, ahora las luces iluminan bien su rostro y puedo ver que efectivamente es Luke caliente como el maldito infierno Marshall. Sonríe al ver mi rostro, eso me hace cerrar la boca y entrecerrar los ojos. No conseguirás llegar a mi imbécil, demasiado hermoso para ser tan idiota confiado de sí mismo.
—Felicidades por tu Grammy —digo tranquilamente. Me volteo y sigo bailando.