Capítulo 2

2257 Words
Un descuido, así es como lo llamaron mis compañeras, una desgracia lo llamo la entrenadora, la elevación no salió exactamente como se había planeado, un paso en falso y por poco caigo, pero claro, eso no era relevante, al contrario era motivo de humillación, terminamos la rutina, con una enorme sonrisa falsa y una ovación por parte del publico, la mirada de desconcierto de Jay llamo mi atención, por otro lado estaba siendo juzgada por mi "compañera favorita". - ¿Qué crees que haces? - pregunto al momento de tomar su lugar a mi lado. - ¿Perdona? - la mire disimuladamente, sin borrar la sonrisa. - Has saltado antes. - No, no lo he hecho. Ella soltó una risa sarcástica, demasiado baja para que alguien más oyera. - Claro que lo hiciste. Estas tan desperada por brillar, que te has olvidado de llevar la cuenta. Mis hombros se tensaron, pero mantuve la sonrisa, como si sus palabras no me perforaran la piel. - Prefiero brillar a ser la sombra de alguien más. - Ella se inclinó apenas acercándose a mi oído. - Pero si ya eres mi sombra. Y con eso , se alejo, con su coleta moviéndose al ritmo de sus pasos. Por un par de segundos lo único que escuchaba era el eco de mi propia respiración. Jay seguía mirándome, como si intentara leer un idioma que no entendía del todo. Apenas me di la vuelta, la sonrisa se deshizo de mi rostro como si nunca hubiera estado allí. - ¡Tú, conmigo! - la voz cortante de la entrenadora se escucho por todo el campo. No esperé a que lo repitiera. Caminé hacia ella tratando de mantener la compostura. Su ceño fruncido, que aparentaba estar tallado en piedra, y sus brazos cruzados eran un muro imposible de escalar. - ¿Qué demonios ha sido todo eso? - espetó, apenas estuve lo suficientemente cerca. Al percatase de las miradas curiosas, me llevo a rastras hasta el pasillo que daba a los vestidores. - ¿Tienes idea del riesgo que tomaste? ¿Del ridículo que casi me haces pasar? - Fue un error, sí, lo tenia controlado. - intente explicar, aunque sabia que sonaba más a una excusa. - ¿Controlado? ¿Tú crees que esto es una función escolar? - dio un paso más cerca, su voz bajo pero ganó peso. - Un paso en falso como ese y acabas con toda la rutina. Con tu carrera, con todo el esfuerzo que le has dedicado. Y con la poca confianza que te tienen el equipo. No creas que no lo he notado. Tragué saliva. El aire me sabía amargo. - No volverá a pasar. - Siempre la misma frase, ya comienza a hartarme. - su tono cambió, más frío, más calculador. - Un fallo más y no vuelves a pisar la cancha, ni el gimnasio. Ni como titular, ni como suplente. ¿Entendido? Asentí en silencio. Ella me sostuvo la mira unos segundos más, luego se giro y se alejó sin mirar atrás. Un par de lagrimas rodador por mi mejilla , rápidamente las limpie con la palma de mi mano , tome un par de respiraciones e intente tragarme el nudo que se había formado en mi garganta. Con la cabeza en alto salí nuevamente al campo, donde Jay me esperaba para interceptarme con un millón de preguntas. -¿Qué pasó ahí dentro? ¿Te golpeo? ¿Volvió a amenazarte? Solo negué con la cabeza, sin detenerme. No confiaba en mi voz todavía. - ¡Ey! - insistió, caminando a mi lado - Habla conmigo, te vi, vi tu cara después del salto. - Yo estoy bien. - respondí, apretando los dientes para no quebrarme. - No, claro que no lo estas. Y está bien no estarlo. Me detuve de golpe . Lo mire con mi orgullo tambaleándose. - ¿Y qué quieres que haga, Jay? ¿Qué me siente a llorar aquí mismo mientras el resto del equipo se pregunta por qué ,e dejaron seguir? Jay se quedó callado. - Ya conoces como es ella - una lagrima rebelde bajaba por mi mejilla, pasando mi mano disimuladamente la limpie. - Solo quiero ayudarte. - apoyo su mano en mi hombro - No tenéis que cargar con todo sola. Baje la mira. Por un segundo, el cansancio de fingir que todo estaba bien era mayor que la necesidad de mostrar fortaleza. - No tengo opción. - Siempre la hay. Solo...- El silbato que daba inicio a la otra mitad del partido freno sus palabras. - Tengo que irme. Asentí, Jay regreso a la mitad del campo y Lalo, quien no me había mirado en todo este tiempo, ahora lo hacia con duda. No puedo decir que el juego mejoro a nuestro favor, dado que seria una completa mentira, ya que nos estaban dando una paliza íbamos pero por lo menos habíamos logrado el empate. La tensión comenzaba a intensificarse, entre el publico y cada una de nuestras rutinas se veían opacadas por los gritos de apoyo del otro equipo. Por ello no me sorprendió que la entrenadora nos mirara desde la línea, con una expresión tensa de enojo. - ¡Mikaela! ¡Jessica! ¡Aquí! Corrimos hacia ella. Mi pulso aún no se estabilizaba, pero mis piernas se movían por pura inercia. - Bien, cambio de planes chicas, Mika vas arriba, Jess tomas el lugar de Mika. Parpadeé, atónita. -¿Qué? - ¿Algún problema? - preguntó, sin esperar respuesta - Muy bien, listas, vamos. Rompimos el circulo y probablemente fue en ese instante en el que llegue a mi limite o lo que paso después definitivamente no fue un accidente. Un millón de pensamientos cruzaron por mi mente como una tormenta, era oficial, había sido remplazada. Miré a Mikaela, que apenas podía ocultar su sonrisa de satisfacción. Nos alejamos tan rápido como habíamos llegado. me coloqué en posición, con las rodillas temblorosas, mientras Mikaela se preparaba con aire triunfal, como si ya hubiera logrado su cometido. Y en medio del caos solo una cosa era clara: Yo fui desechada. Los gritos en el estadio de se intensificaron. O tal vez, era mi cabeza que no dejaba de dar vueltas. Me coloque en mi posición bajo Mikaela tal como lo habíamos practicado esa mañana. Pero esta vez no era igual. Todo mi cuerpo respondía por inercia. Brazos firmes. pies bien plantados. Ritmo memorizado. Pero mi mente...mi mente estaba en otro lado. "¿Otra ves tú?" La voz de Mikaela sonaba en mi cabeza, su risa el día que falle en mi primer saltó, el equipo burlándose de mi porra. "Muévete estorbo" Su mirada fría, cada vez que nos cruzábamos en los pasillo, las miradas de los demás estudiante, quienes preferían evitarme. "Yo nunca saldría contigo" La voz de Lalo, el día en que decidí confesarme, sumado a su mirada de horror y asco. "Siempre tan débil, ¿no?" Mi madre, mirándome con despereció después de un esguince. "No es tan buena" El día en que hicimos una pijamada en casa, cuando una de las chicas lo menciono sin saber que yo las escuchaba tras de la puerta. La rutina avanzaba , el balón se encontraba en el aire. Mikaela se elevo, la sostuve, pero las voces no paraban. "Todo lo arruinas" "No eres suficiente" "Nunca lo fuiste". Un leve pensamiento cruzo mi mente, fugaz, casi como un susurro: Suéltala Sin darme cuenta , lo hice, las manos me fallaron, mis brazos cedieron. Mikaela cayó. Esa noche ocurrieron dos cosas. Con forme éramos derivadas por el impacto, el balón caía en manos de nuestros rivales anotando así el touchdown que les daría la victoria. Mientras que nuestros cuerpos impactaban contra el suelo, gritos de euforia, asombro, inundaron el caos que se instalaba en el aire. Lo ultimo que logre percibir fue el ruido sordo que provoco mi cuerpo al impactar en el suelo, junto con pequeños movimientos entre sombras, y luego... Oscuridad. Un ligero movimiento me condujo a abrir los ojos, lo primero que vi fue el cielo. Luego un rostro desconocido. Aquella persona me hablaba con voz baja como si no quisiera asustarme. - ¿Me oís? ¿estás bien? ¿dime cuál es tu nombre? Trade unos segundos en comprender donde me encontraba. Mi cabeza daba vueltas, el corazón retumbaba en mis oídos. Me incorporé con su ayuda, ignorando el ardor en la espalda y el dolor de cabeza. Aquel chico se puso de pie y me extendió una mano, le dedique una sonrisa en agradecimiento. Me puse de pie, tambaleándome, mire a mi alrededor esperando encontrarme aunque fuesa a Jay, pero ni siquiera el había llegado en mi auxilio. - ¿Te encentras... bien? - Sí... gracias...yo...tengo que irme - A cada paso que daba me sentía rota, frágil, sola. Nadie se había acercado a verme , nadie preguntó si estaba bien. Todos se encontraban rodeando a Mikaela, claro aunque no tuviera un rasguño. A mí... a mí ni siquiera me habían notado. Abrí la puerta del vestuario con el cuerpo en automático. Lo único que quería era un segundo de silencio, un respiro, comprender qué acababa de pasar. Pero lo primero que escuché fue la voz de mi madre. - ¡¿Qué demonios hiciste, Jessica?! ¡¿Estás loca?! Me quedé congelada. Ella estaba ahí, con el celular aún en mano, como si acabara de terminar una llamada de negocios. Pero su rostro era fuego. No preocupación. No miedo. Solo enojo. Puro, hirviente enojo. - ¡¿Te das cuenta de la vergüenza que acabas de hacernos pasar?! Mikaela pudo haberse matado, ¡ el equipo entero esta hablando de ti! ¡Sus padres no han parado de llamarme! ¡Puedo perder mi puesto! No dije nada. Quería explicarle que no fue a propósito. Que no me encontraba bien. Que mi cabeza ... se encontraba fragmentada. Pero no podía. Ya no tenia fuerzas para defenderme. Solo la mire. Y con la voz más pequeña que jamás había usado, dije: - Lo siento. Y aun así fue demasiado. Mi madre resopló, ya nada era suficiente, ella seguía hablando, pero yo ya no escuchaba. Algo dentro de mi se había apagado, dejando todo mi interior en oscuridad. - No te aparezcas por casa esta noche. Su tono fue tan sereno. - Necesito... espació. Y tú también, claramente. - se giro en dirección a la puerta . - Cuando sepas qué estás haciendo con tu vida... hablamos. Era claro que el equipo se acercaría a curiosear, es por ello que no me sorprendió notarlos tras la puerta, sus miradas se clavaban cada un más profunda en mi piel, me juzgaban, sentían lastima, pero lo que más incomodaba era que ninguna de ellas demostraba apoyo. Y en medio de todo , Jay. Que seguía sin decir nada, pero cuyos ojos buscaban respuestas que no tenia. Las lagrimas se amontonaban en mis ojos, nublándome la vista, necesitaba estar sola, me estaba asfixiando, antes de que pudiera detenerlas una lagrima se deslizo por su mejilla , luego otra, hasta que el peso que llevaba en el pecho la comenzaba a sofocar. Me abrí paso entre las chicas sin mirar a nadie. Podía escuchar las voces, los murmullos, una mano intentó frenar me, pero me solté con brusquedad. Todo a mi alrededor se sentía borroso, lejano, como si el mundo diera vueltas y yo estuviera a la mitad, corrí a través del pasillo el cual se alargaba como si fuese un túnel sin fin. Sus mis resonaban, junto con pequeños sollozos. Quería estar sola. Necesitaba estar sola. - ¡Ey! - la voz de Lalo la alcanzó - Espera. - No, no ahora. - susurre entre sollozos, sin girarme. Su mano me tomo con brusquedad, obligándome a verlo a la cara. - ¡¿Estás loca?! ¡Pudo haber muerto! - la sangre le hervía, era claro, se podía percibir en su mirada - ¡Habla! - exigió con furia y aumentando el agarre al punto de lastimarme. - Yo...lo siento. - mencione en un murmullo, intentando apartar mi mirada. - ¡¿Solo eso?! ¡¿En que estabas pensando?! - el agarre se intensifico. - ¡Dime! - Me lastima. - volví a mirarlo, y mover mi brazo para que me soltara. - ¡¡Habla!! - gritó , completamente fuera de sí. Parecía no escucharme, mi brazo me dolía y me miraba como si yo fuera lo peor que le había pasado en la vida. -¡QUE ME SUELTES! - le grite, rasgando mi voz en el aire como un cristal rompiéndose. El silencio que siguió fue inmediato, el desconcierto en su mirada, fue la oportunidad perfecta para zafarme de su agarre. Me aleje de el lo más que pude chocando con alguien en el camino. Me refugie en el baño, cerrando la puerta con fuerza y me apoyé contra ella. Finalmente me derrumbe. El frío del suelo fue el único consuelo que encontré. Hundiendo mi rostro entre mis manos, intentando esconderme me mi propio juicio, de mi vergüenza, de mi misma. No podía respirar. No del todo. El pecho me dolía con cada intento. ¿Por qué no podía simplemente desaparecer un momento? Unos nudillos golpearon suavemente la puerta. –Sé que estás ahí –la voz del desconocido sonaba suave, sin juicio–. No te estoy persiguiendo… solo no quiero saber si esta todo bien. Cerré los ojos con fuerza. La frase resonaba en algún rincón dentro de mi cabeza. Pero el silencio fue mi única respuesta.
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