CAPÍTULO 1

2729 Words
Me miré al espejo, contemplado aquel reflejo que no me gustaba en absoluto. Bajé la mirada hacía mis pies descalzo y fui ascendiendo hasta mi estomago, esto era todo más que raro y me resultaba aún peor que no me conformara con mi cuerpo. Era demasiado delgada y no me gustaba verme tan demacrada. Señores yo comía, y vaya que sí comía como cerda, pero no engordaba y eso me enfurecía, parecía enferma o algo así. Solté un suspiro y caminé desanimada hacía mi cama. Ya tenía las valijas hechas para mañana y me encontraba demasiado nerviosa. En cuanto me había puesto mi ropa para dormir, alguien tocó a mi puerta. —¿Sí?—pregunté, tomando el cepillo para desenredar un poco mi cabello n***o. —Abre la puerta, Amaris. La voz de mi hermano Fred retumbó en mis oídos y la felicidad me consumió por completo. ¡Por fin estaba de vuelta en casa! Corrí hacía la puerta y con torpeza la abrí. Y allí estaba él, mi hermano mayor de treinta y seis años, con una sonrisa radiante y con ese cabello n***o que tanto se parecía al mio. Me abalancé sobre él para abrazarlo con fuerza, ya que lo había echado tanto de menos después de su boda con Michi. —¡No me has extrañado nada! —Soltó con sarcasmo en cuanto me aparté de él. —¿Qué tal estuvo Argentina?¡Quiero que me cuentes todo acerca de tu luna de miel! Excepto los detalles amorosos. Él rió ante mi comentario, y se sentó junto a mí en el suelo en cuanto cerró la puerta. —Maravilloso, te llevaré algún día, te lo prometo. —Espero esa promesa con ansias. —¿Ya tienes todo listo para mañana? Miré mi valija con entusiasmo y con nerviosismo, era increíble que ya mañana fuese el gran día. —Ya tengo todo listo, sólo hace falta esperar. —La pasaras bien. Eso esperaba. Ir a un campamento de verano me resultaba algo emocionante y relajante, necesitaba un tiempo para mí, y debía conocer a gente nueva. —¿Qué me dices de ti? ¿Haz conocido a algún chico o algo así? —Me preguntó, al levantarse del suelo y tendiéndome una mano para que me levantara con él. Su pregunta me hizo ruborizar y sonreí con timidez. No solía hablar de ese tema, ya que contar ese tipo de cosas me recordaba a algo triste que no podía soportar. —No he conocido a nadie y dudo que algún día lo haga. —No seas tonta, eres muy bonita, Amaris. Ya encontraras a ese alguien que te complete. —Lo dudo. En cuanto estuve de pie, Fred me abrazó con fuerza. —No sé que haría sin ti —Murmuró contra mi cabello. —Ni yo, Fred. Nuestro abrazó había sido interrumpido por otros golpes en la puerta, y no tuve ninguna duda de quien se trataba. — Amaris, ¿puedo pasar? —Adelante, mamá. La puerta se abrió y mi madre ingresó a la habitación, sus rostro se iluminó al vernos a mí y a Fred. —Vaya...a pasado mucho tiempo desde que no los veía así de unidos-Logró decir, con la voz quebrada. —El día en que mamá deje de ser tan melancólica, se acabará el mundo —Comentó Fred. Mi madre lo fulminó con la mirada y yo fruncí el entrecejo, nunca comprendí por qué Megumi siempre se comportaba algo cortante con Fred, aunque él no le contestaba de la misma forma. Él siempre era amable y cariñoso con mi madre, pero ella a duras penas le sonreía. —Amaris, ¿tienes todo listo para mañana? Tu padre pasara a buscarte temprano. —¡¿Han liberado a Bartons?! —Gritó mi hermano, apenas la escuchó. Me estremecí por su reacción, y la misma actitud tuvo mamá. Hace dos meses habían liberado a mi padre después de todo lo que había ocurrido. Por lo que me había contado mi madre, mi padre había cometido un error al ser médico y había provocado la muerte de varios niños, pero jamás me explicaron el por qué de lo sucedido, siempre me evadían ese tipo de preguntas y eso era lo que más me irritaba del tema. Le escribía cartas a mi padre y él las contestaba lo más rápido que podía. Lo iba a visitar los días en que lo tenia permitido y habíamos creado un vinculo a pesar de que él estaba tras las rejas, y yo lo amaba y le perdonaba cualquier error que había cometido antes de que yo naciera, porque después de todo, él era mi padre. —Hace dos meses, Fred. —¡Ese hombre se merecía cadena perpetua, mamá! —Sí, lo sé, pero ya se terminó la condena hijo. —No me parece justo, ni para Amaris, ni para ti. —¿Y yo que tengo que ver con todo esto? —Pregunté, confundida. Los dos me miraron y se removieron incómodos ante mi pregunta, y supe que algo me estaban ocultando. —Tu padre hizo cosas malas en el pasado, Amaris y es mejor que no las sepas. —¿De que demonios estás hablando, Fred? —Eso deberá explicártelo tu madre. Fred salió de la habitación, carraspeando entre murmullos e insultos contra mi padre y ya estaba acostumbrada a ese tipo de actitudes suyas, ya que él siempre lo había odiado desde que mi madre y él están juntos. —Siento mucho que Fred se comporte así cuando se trata de Frank. —No te preocupes mamá, algún día se le pasará. Mi madre cerró la puerta detrás de ella y me miró con melancolía, y a duras penas pudo sonreírme. Su rostro envejecía ya a los cincuenta y seis años, y en sus raíces de cabello n***o, se iban teniendo de canas blancas. —Descansa bien, Amaris, mañana será un día demasiado largo para ti. Me dio un casto beso en la frente y se fue. Parecía tan triste, y tan serena a la vez. Siempre llevaba una prenda negra consigo;alguna blusa o polleras negras que le llegaban sólo hasta los tobillos, y su cabello siempre estaba recogido de manera desalineada, como si no le importase que estuviera despeinada. No la culpaba. Según mi hermano, ha estado así desde la muerte de Alia, mi hermana que sigue después de Fred. Jamás la había conocido y sólo la había visto por fotos que él mismo se ha encargado de mostrarme. "Ella era la mujer más valiente que he conocido", me repetía constantemente, "y era también demasiado exigente cuando se proponía algo". Siempre Fred se encargaba de recordarme lo importante que Alia había sido para mi madre y para él. Mi hermano me había dicho que había resbalado de un acantilado con su novio, y nada más. Nunca profundizaba el tema y tampoco parecía apetecerle hablar de él. Alia era hija de mi padre Frank, y Fred era hijo de Melber, la ex pareja de mi madre. Por mala suerte, tampoco tuve el "honor" de conocerlo, pero mi hermano me decía que era mejor perderlo que encontrarlo. Debió pasar algo realmente malo para que Fred odiara a su padre. Mi familia era demasiado rara, pero eso no se mezclaba en absoluto con el amor que me daban, eran demasiado protectores, que en varias ocasiones, me agobiaban. Cuando cumplí los dieciséis, en vez de estar felices por otro año más de vida, parecían preocupados y hasta vi a mi madre llorar, y no eran lágrimas de emoción por más que esa fue su escusa, sino, que parecía entristecida. Mi padre, que para ese entonces estaba en la cárcel, me había mandado una extraña carta que cuyas palabras, me resultarían difíciles de olvidar: "No tengas temor en exponerte al mundo y demostrar lo que realmente eres, tarde o temprano la verdadera TÚ despertará" Esas palabras tenían otro sentido, más allá de que sonaba sabio, y parecían sacados de un libro-dudo que mi padre leyera cosas metafóricas a estas alturas de su vida-Pero esas palabras decían algo más, él quería transmitirme algo más, y no sólo algo sentimental para su hija pequeña. Cada carta que me mandaba mi padre, la guardaba en un pequeño cofre que mi cuñada Michi me había regalado, y que para ella, ese cofre era demasiado importante para su familia. Le pertenecía a su hermano Thomas, que para mi sorpresa, era novio de mi hermana Alia. Los dos habían fallecido el mismo día, y por el mismo motivo; por ese desgraciado acantilado que mi madre siempre solía dejar rosas blancas... Me hubiera encantado conocer a mi hermana más allá de ver sus fotografías colgadas en la chimenea. Tenia varias de cuando era tan sólo una niña de nueve años, y en una de ellas estaba abrazada con mi primo Jamie, parecían muy unidos. En otras, aparecía mirando por una ventana y dándole la espalda a la cámara, como si no se hubiera enterado de que la estaban fotografiando; su cabello rubio de cuando era niña, se había ido para remplazarlo por un rojo fuego intenso e incandescente, le llegaba más allá de la espalda y su mirada parecía entristecida, como si extrañase algo que estuviese lejos de aquel ventanal que le regalaba un precioso atardecer. Me resultaba tan familiar a pesar de que no la conocí, y hasta creia que ella continuaba vagando en esta vieja casa... A la mañana siguiente, mi cabeza me dolió al escuchar el despertador que casi lo arrojé contra la pared para que dejase de taladrarme los oídos. El sol ya se había asomado, eso quería decir que el día del "campamento" ya había comenzado. Me dirigí al baño, arrastrando mi pies en el tibio suelo de madera, y lavé mis dientes. Mojé mi rostro y en cuanto me miré al espejo-cosa que no fui capaz de hacer hasta cepillarme la boca-y noté algo en mis ojos que nunca había visto. Acerqué mi rostro al espejo para tener una mejor visión. Auras verdes rodeaban mi pupila negra, y se mezclaban con el castaño de mis ojos, eran finas y casi ni se notaban, pero yo si pude verlas. Era como si se hubieran convertido en color avellana. ¿Por qué tenia eso? No había visto cosa semejante jamás, y eso me asustaba un poco. No le diría a mi madre, no quería preocuparla, quizá es el día...¿qué diablos me estaba planteando? Dándome por vencida, me dirigí a la planta baja para desayunar algo o comer, para mi sorpresa, en cuanto entre a la cocina me encontré con Michi desayunando con mi madre. —...Fred y yo nos iremos a vivir a unas varias casas de por aquí, para que usted no esté sola y... Pero las palabras de mi cuñada se fueron apagando en cuanto se percató de mi presencia. Michi era deslumbrante, era alta, delgada y tenia una sonrisa que deslumbraba al que la mirara. Su cabello castaño y largo le llegaban más allá de los hombros y lucia sedoso y brillante. No tenía ninguna pizca de maquillaje en su rostro, y aún así, lucia hermosa. Ella y yo siempre nos llevamos bien, ya que tenia un sentido del humor que pocas tenían, y jamás tuvo miedo de demostrarse al natural. Así siempre era Michi, sencilla y educada, y no había mejor esposa que la que tenía mi hermano. Ella se levantó apenas me vio, y corrió hacia a mí, dando pequeños pasos contra la madera con esos zapatos de tacón n***o que me encantaban. —Oh mi Dios, ¿cómo has estado, Amaris? —Preguntó, alegre de verme y dadome un breve abrazo. —Muy bien, te he echado de menos al igual que Fred. —Nosotros a ti también cariño y tu hermano más que yo, jamás lo vi tan ansioso por verte. —No te lo discuto. Rió entre dientes, y me volví hacía mi madre que parecía tener una mañana feliz y tranquila. —Buenos días, mamá —La saludé con un beso en la mejilla. —Buenos días pequeña. Siéntate, tu desayuno ya está listo. Me senté a su lado y mi apetito se abrió de inmediato. El aroma a café recién hecho ingresó por mi nariz y suspiré, maravillada. Amaba el café. Más unas tostadas untadas en mantequilla de maní. —Tu padre pasará a recogerte a las seis y media, y te llevará en su coche hasta Mirducilé. —Lo extrañaba demasiado. —Él también está ansioso por verte. Scott también vendrá con él. Tragué con fuerza en cuanto escuché su nombre, y mi madre pudo notar mis mejillas que se ruborizaron de una manera fugaz. —¿Sucede algo cariño? —No mamá, sólo es que hace tiempo no veo a Scott. —¿Y que hay con eso? —Mamá, tú no te llevas bien con Nora ni con él, y apenas te hablas con Christian, ¿por qué me alegraría de verlo? — Comprendo el dolor de ellos, y de seguro también sentiría rencor si mi padre hubiera tenido hijos con una empleada. Michi se aclaró la garganta y le dirigió una mirada de advertencia, cosa que ella captó en seguida. —Amaris, mi pasado con tu padre no tiene que afectar en tu relación con ellos. —¿Y por qué deseas que esté con ellos?¿Si tu fuiste muy clara que no tuviera nada con ellos por lo ocurrido hace meses atrás?—Le recordé, y ella ahora me miraba con frialdad detrás de su taza. —Porque después de todo, tienen la misma sangre, hija. Me gustaría muchísimo que se llevaran más que bien. —Mamá, no tengo ningún tipo de relación con ellos y en varias ocasiones he visto a Christian y sólo me saluda cuando nos encontramos de casualidad en las tiendas. —Amaris —Empezó a decir Michi —No es fácil aceptar lo que pasaron, debes de tenerles paciencia. Ahora que tu padre está libre de seguro querrá tenerlos a todos juntos. No quería tener ningún tipo de relación con sus hijos y tampoco me interesaba tenerla, y menos con Scott...ya que lo que sentía por él había llegado a mayores y era un pecado terrible que me avergonzaba admitir. No podía engañar a mi corazón, pero...estaba segura de que era algo pasajero y que a todas las jóvenes como yo les sucedía a menudo. —No lo sé, ellos ya son grandes y dudo que quieren compartir un "día de campo en familia"-Solté con cierta ironía que hizo ofender a mi madre. —Pero quizá si quiera que pasen un día con su nieto e hijos. Christian tenía un hijo que era menor que yo, y que nunca pude llegar a conocer y fue el único que tuvo un hijo hasta ahora, al cual llamó Bartolomeo. Su esposa había fallecido en un terrible accidente automovilismo y él y su hijo se encontraban solos viviendo en una de las colinas de Harbor Way, apartados de todo. Nora se encontraba en California, disfrutando del verano con su flamante esposo llamado Jack Ryder, y Scott continuaba viviendo en la mansión de mi padre a sus veinticinco años de edad, con su madre que era la mujer más soberbia y fría que había conocido jamás. La ex esposa de mi padre, Marcie Blonder, era reconocida en todos lados, ya que cuando se trataba de ella, el pueblo no era tan chico que digamos. Y cuando todo el mundo se enteró de su separación con mi padre, fue algo muy vergonzoso para mi madre ya que la tomaban como su rotunda amante, a pesar de que su amor entre los dos venia demasiado en serio. Marcie amaba con locura a papá y por eso él nunca logró pedirle el divorcio, porque le tenia...¿lastima era la palabra correcta? Pero, después de pasar tanto tiempo con una mujer que no amaba en absoluto, logró separarse de ella. En cuestión, mi padre decidió quedarse a vivir con mi madre a pesar de que la casa nunca estuvo a su altura. Seamos sinceros, ¿que clase de persona millonaria se va de una lujosa mansión para vivir en una simple casa que de seguro resulta pequeña para él? Señores, yo creía en el amor al verlos a ellos juntos. Cuando mi madre iba a visitar a mi padre a la cárcel, la manera en la que se hablaban, y en la que se miraban, era de novela y sacado de un libro de romanticismo. La pasión entre ellos, a pesar de los años, nunca moría y se amaban como si fuesen adolescentes. Si eso no era amor ¿qué era? —Amaris, teléfono para ti. La voz de mi madre me sacó de mis recuerdos para volver al presente, ni siquiera había oído el teléfono sonar. Me levanté de mi asiento y corrí para recoger el teléfono, le pregunté a mi madre de forma muda de quién se trataba, y ella respondió con un movimiento negativo de cabeza. —¿Hola? —Soy Scott. Frank y yo estamos en camino a buscarte ¿estás lista? No pierdas tiempo maquillándote y haciendo esas cosas que hacen las chicas, sólo cámbiate y ten lista la maleta. Se me cortó la respiración, ni siquiera tuve la oportunidad de contestarle ya que había terminado la llamada. Me molestaba que mi corazón saltara de ansiedad cuando oía su voz, y me detestaba y me enfurecía que siempre reaccionara así cuando se trataba de él. Mis sentimientos por él eran enfermizos y estúpidos, y la culpa era suya. —¿Quien era? —Me preguntó Michi. —Era Scott, ya están en camino con papá.
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