Capitulo 1

1221 Words
Alena abrió apresuradamente la carta de su casa, con la esperanza de que su padre le hubiera enviado el cheque que necesitaba para pagar el alquiler de ese mes. Las cosas no iban bien en casa. El cáncer de su madre había empeorado y su padre había perdido su trabajo en la planta. Ahora se las arreglaba con trabajos a tiempo parcial y lo que él llamaba “tratos clandestinos” para llegar a fin de mes. El segundo párrafo dejó a Alena paralizada. Su padre había sufrido un infarto. Estaba en casa, descansando, pero no tenía dinero. Hacía tiempo que no había dinero y el banco estaba embargando la casa. Se mudarían con su tía Tillie (su hermana) hasta que la situación mejorara. Alena se pasó una mano por su pelo rojo con preocupación y siguió leyendo. Su madre estaba igual, pero con todas las facturas médicas no había ningún cheque para ayudar a Alena. Él no quería que dejara la escuela, ya que la matrícula estaba pagada. ¿Podría arreglárselas consiguiendo un trabajo que la ayudara con el alquiler y demás? Alena lloraba mientras doblaba la carta después de leerla por segunda vez y luego la guardaba con las otras cartas de casa. Quedó café instantáneo de la noche anterior, y lo calentó en el microondas destartalado, y lo fue tomando a sorbos mientras se vestía para clase. Nick se enojaría. No le había dado nada el mes pasado con la esperanza de que un generoso cheque de su padre cubriera eso y algunos otros gastos. Ahora iba a llevar dos meses de retraso. —¿Había pagado la luz? —se preguntó. Esa era su otra parte para cubrir los gastos del apartamento fuera del campus. De hecho, alquilar el apartamento destartalado le salía 40 dólares al mes más barato que una habitación en la residencia. Y lo compartía con un chico, no con una chica que se pasaba el tiempo preocupada por los chicos y no por los estudios. Claro, compartir habitación con Nick significaba que podía tener sexo cuando quisiera y no tener que pasar horas buscando a un chico que considerara "seguro" en la cafetería o el bar del barrio. Compartir los gastos con Nick significaba mucho tiempo para estudiar, y había valido la pena. Sacó solo sobresalientes este semestre y estaba orgullosa de su esfuerzo en ese aspecto. Después de llorar otra vez, Alena se lavó la cara y salió a caminar por el bulevar buscando una tienda con un cartel de “Se busca ayuda” en el escaparate. A media milla de su apartamento encontró una pequeña tienda que vendía collares y otras joyas a buen precio. Alena entró y se reunió con la dueña, una mujer de unos cuarenta años. La entrevista iba bien hasta que Alena mencionó que era estudiante. —No, lo siento —dijo la mujer, interrumpiendo a Alena a media frase—. No, estudiantes, lo siento. —¿Por qué? —preguntó Alena. —Esos horarios tontos que tienes con clases a todas horas. Necesito a alguien que esté aquí cuando se supone que debe estar; no alguien que pueda trabajar una mañana y al siguiente no. Es demasiado trabajo reprogramar los horarios. Lo he intentado y no ha funcionado. Lo siento, quizá alguien más te acepte. Y eso fue todo. Alena probó en tres tiendas más y obtuvo resultados similares, aunque un dueño parecía una buena posibilidad, claro, hasta que le dio una paliza más de lo habitual y Alena se fue antes de que pudiera ofrecerle un trabajo con beneficios. Ese tipo de beneficios no los necesitaba. Decidió volver a buscar al día siguiente y regresó al apartamento. Nick la esperaba, la abrazó y la besó mientras cerraba la puerta de una patada. Alena chilló de alegría cuando él lamió sus labios antes de mordisquearle el labio inferior. Al sentir su lengua en los labios, abrió la boca para recibirla con la suya. Y mientras su pierna se abría paso entre las suyas, chupó su lengua con avidez, haciéndole gemir de deseo. Se separaron y se miraron fijamente un momento. —La cama está sin hacer. No podemos desordenarla —dijo él con voz ronca. —Bien, el sofá no aguanta otra mancha —dijo ella, haciéndolo reír. Alena se dio cuenta de que era la primera vez que se reía en todo el día. Con un brazo alrededor de su cintura, Nick bajó el volumen del estéreo y luego los llevó a ambos a la cocina, donde logró servirles a cada uno una copa de vino tinto barato. Bebieron vino y bailaron un rato, frotándose sensualmente uno contra el otro, hasta que no pudieron soportar más la creciente tensión entre ellos. Alena le dio a Nick un beso largo y suave y empezó a desabrocharle la camisa. Nick era muy corpulento, pero delgado y fibroso, nada voluminoso. Tenía un vello suave y oscuro en el pecho que se estrechaba hasta una delgada y sensual línea al descender por la cintura. Ella besó su pecho, encontró sus pezones planos con su lengua y los lamió, sabiendo que eso lo volvía loco. Cuando él gimió, las manos de Alena comenzaron a frotarle el pecho, los brazos y la espalda. Mientras los dedos de Nick se entrelazaban en su cabello y él mantenía su boca pegada a la de ella, diciéndole con palabras sensuales cuánto le gustaba. Arrasada por la lujuria, Alena le desabrochó lentamente los pantalones, bajándolos por ambas piernas, llevándose consigo los calzoncillos. Cuando su erección se manifestó, ella lo sujetó con una mano y se arrodilló, apoyándose en su muslo para examinarle el pene de cerca. Nick gimió y dijo: —¡Tengo que probarte, nena! —luego la colocó encima de él hasta que su v****a quedó a la altura de su boca—. ¡Ay, estas malditas bragas me estorban! —gimió, y se las arrancó con saña, dejándola solo con su gastado sostén. Él la sorbió hasta que Alena echó la cabeza hacia atrás y se corrió, y luego él se apartó de debajo de ella y se arrodilló sobre ella sosteniendo su m*****o palpitante. —Ahora me toca a mí, Alena —exclamó. Hizo que su pene se sacudiera y ella gritó de alegría. Un momento después, lamió tentativamente la punta de su m*****o hinchado. Nick cerró los ojos de felicidad cuando Alena lo lamió de arriba abajo, mientras sus manos vagaban hasta sus testículos. Finalmente, incapaz de esperar más, respiró hondo y se lo metió en la boca. Le costó un poco su tamaño, pero había practicado el arte de las mamadas con Karen, su mejor amiga del instituto, y se había graduado con Rudy y Georgie en el asiento trasero de la camioneta Dodge de Rudy, a finales de su último año. A medida que se sentía cómoda con el apéndice de Nick en su garganta, Alena se preguntó a quién estaría viendo y soplando Karen estos días. Alena miró a Nick, observándolo mientras él la observaba chuparle la boca. Descubrió que esto la excitaba aún más y exclamó: —¡Fóllame la boca, Nick! ¡Fóllame! La petición pareció confundir a Nick, así que Alena le explicó lo que quería. —Toma mi cabeza entre tus manos, mantenla quieta. Luego, haz lo que te plazca.
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