Mi vida está en sus manos mi señor, cada palpitar de mi corazón le pertenece, cada aliento mío le pertenece, cada parte de mi le pertenece, me entrego a usted sin condición, mi vida esta en sus manos mi señor. Aymar se deslizó por la piel de ébano de Dido haciéndola soltar un leve gemido, se relamió los labios y subió en búsqueda de sus ojos, los vio hermosos y sensuales como toda e

