CAPÍTULO 1 (MI VIDA SIN BREE)
Miré la hora y pasaban las cuatro. Hace mucho ya había pasado la hora de almorzar y yo ni siquiera había desayunado. Esos días no me había estado sintiendo bien y se lo atribuía a que, últimamente, me estaba alimentando muy mal. Tomé mis cosas y le pedí a Caden que me llevara a un restaurante. Él se adentró en la ciudad, mientras yo estaba distraído leyendo unos documentos en mi teléfono, hasta que llegamos a un lugar que yo no conocía. Lo miré sin entender nada y él me sonrió.
—Usted no especificó a qué restaurante —dijo Caden.
—No pasa nada. ¿Ya comiste?
—Hace como unas tres horas, señor.
—Te invito un postre.
—Muchas gracias, pero no. Si llego a comer algo, dejaré mi cena y eso ocasionará que mi esposa se enoje.
Reí —¡j***r, Caden! Quien se iba a imaginar que le tienes miedo a tu esposa.
—Ya la conoce, señor. Tiene un terrible mal carácter.
Me encogí de hombros bajando del auto y entrando en el restaurante. Era lindo, así que, me senté en una mesa un poco alejada, porque hoy no tenía ganas de nada. Me sentía un poco cansado.
Como si una fuerza dominante me dijera “voltea, idiota”, vi a la chica más hermosa del mundo entero. Y juro que yo no era de impactarme por absolutamente nadie.
Como si esa fuerza dominante la atrajera, ella se acercó a mi mesa sacando un pequeño cuaderno para tomar mi pedido. Pero no me miró y tampoco me dijo su nombre. Como un jodido psicópata, busqué desesperado el nombre en su camisa hasta que lo encontré. “Bree” decía su distintivo y tuve que mover mis labios para sentirlo. Agradecí que la chica no me miró jamás, de lo contrario, iba a quedar como un psicópata. Ella tomó mi pedido rápidamente y huyó. Pensé que, tal vez, tenía un mal día, pero ella les sonreía a todos, menos a mí. A mí ni me miraba, así que, me pedí un montón de comida que no pensaba comer. Hice de todo para que ella volviera y me mirara a los ojos, lo necesitaba exageradamente.
Cuando ya no pude más, me fui del lugar dejándole una propina de tres mil dólares. Quise dejarle más, pero hubiese sido un poco extraño. Cuando subí al auto, no pude sacarla de mi cabeza. Necesitaba que ella me mirara y quise ir a cenar, pero me sentí terrible el resto de la tarde, así que, me quedé en casa y me dormí temprano.
La tarde siguiente, le pedí a Caden que me llevara al restaurante y una vez ahí, la busqué con la mirada, pero no la encontré. Estuve dos horas ahí y jamás apareció. Así que, me fui enojado. ¡¿Dónde diablos estaba ella?!
No me rendí y al día siguiente, ella tampoco estaba. Justo cuando estaba por marcharme de aquel lugar, mi asistente me envió a mi teléfono un documento, así que, me distraje en él. Alguien se paró en frente de mí, haciendo que despegara la mirada de la pantalla.
Era ella ¡j***r, era ella! quien, sin mirarme, puso el dinero de hace dos días en la mesa, mientras ignoraba lo que yo tenía para decirle y tomar mi pedido. Le insistí que el dinero era por el servicio de ayer, pero no lo tomó, así que, suspiré abatido y pedí un montón de postres. Ella me miró sin poder creerlo y era la primera vez que me miraba. Sus ojos eran hermosos, como ni siquiera me había imaginado. Podías ver su alma a través de ellos. Así que, como un idiota, nervioso, pedí más de la cuenta. Con lo mal que me estaba alimentando, ahora, con este montón de dulces, iba a terminar en el hospital. Pero no me importaba si era ella quien me atendía.
Antes de irme, hablé con el dueño del restaurante y hasta lo soborné para que la obligara a tomar el dinero.
Esa noche la seguí, no quería que Caden pensara que yo era un jodido loco, así que, le dije que tenía la noche libre y tomé un taxi que estacionó cerca del restaurante.
Cuando la vi compartir el dinero con una familia que vivía en las calles, supe lo buena que era. Ese día, nació en mí, un deseo enorme de ayudarla, de protegerla. Y creo que hasta me obsesioné con esa chica, porque iba a desayunar, a almorzar y a cenar en ese restaurante. Llegué a pensar que, tal vez, me pondría de mal humor si no la veía algún día, pero eso nunca lo descubrí. La pobre trabajaba de lunes a lunes y apenas sí comía en el callejón del restaurante.
Me sentí muy loco por quedarme horas observándola. Quise acercarme y hablarle, pero ella ni siquiera me miraba. Yo no estaba acostumbrado a estas cosas. Estaba acostumbrado a que las mujeres cayeran rendidas a mis pies. En mi estúpida mente, ella me imponía un reto. Me sentí un idiota por creerlo, porque ella no me había hecho absolutamente nada y dudaba, siquiera, de que hubiese hecho algún tipo de mal en esta vida. Así que, ese día, tomé la decisión de dejarla ir, de alejarme de ella.
Esa noche, iba a ser la última vez en que la vería. Me pedí un banquete, cosa que tardara mucho tiempo y yo pudiera apreciarla y, tal vez, hablar un poco con ella. Pero solo se limitó a tomar mi pedido y no me miró. ¡j***r, que esto me volvía loco! Cuando mi comida estuvo lista, apenas sí pude probarla. Es que, no lo sé, hoy Bree estaba diferente. Algo le pasaba y yo tenía la enorme necesidad de saber qué era lo que le pasaba. Algo me impedía quedarme tranquilo.
Extrañamente, después de comer, no me pude ir. Me pedí un millón de tragos sin alcohol o con muy poco, porque no quería hacer un espectáculo y tampoco me quería ir. Iba a ser la última vez en que vería su hermoso rostro.
Cuando terminó su turno, se fue huyendo al callejón, en donde siempre la veía. Creo que iba ahí, cuando se frustraba. No lo sé. Sentí una enorme necesidad de seguirla. Así que, dejé un fajo de billetes de cien y salí del lugar de prisa.
Ella rompió en llanto y yo me tuve que acercar. Mis pies me obligaron a hacerlo y salí de las sombras dándole un susto tremendo. Tengo que confesar, que fue un poco gracioso.
Como el mismísimo diablo, le ofrecí un trato que ella dudosa aceptó. Creo que, pensaba que era una broma. Esa fue la primera vez que Bree y yo tuvimos una conversación. Había tanta inocencia en sus palabras, que me sentía sucio tan solo de hablarle. Se rio de mí un par de veces creyendo que todo lo que yo le decía era broma. Y es que, si el caso hubiese sido contrario, yo tampoco lo creería.
Nunca en mi vida había visto a alguien ser tan feliz, como lo era ella con las pequeñas cosas que yo le daba, así que, yo quería darle el mundo si fuese posible.
Me encontré pensando en Bree más de la cuenta y tan solo su cercanía, hacía mi vida mejor. Así que, me encontré suspirando. Ese día, me di cuenta de que yo estaba loco por ella y estaba dispuesto a decírselo, no me importaba si me rechazaba. Yo necesitaba sacarlo, pero como una maldita señal de la vida, me desperté esa madrugada con un dolor insoportable entre la parte baja de mi espalda. Tuve que ir a emergencia, cuando estuve a punto de desmayarme del dolor. Fue horrible.
Me pusieron calmantes y me hicieron una ecografía. En la ecografía aparecía una masa extraña y posterior, tuve una cirugía exploratoria para tomar una pequeña muestra. El diagnóstico estaba más que confirmado: cáncer renal. Me hicieron unas tomografías computarizadas para saber el estado de éste. El doctor me explicó que las etapas se contaban en números romanos del I al IV. Yo estaba en la etapa I y aún había salvación para mí. Quería correr a los brazos de Bree y contarle todo el miedo que tenía, pero no lo hice. Ella no merecía esto.
Juro que quise llamarla, quise escribirle. Pero ella no merecía cargar con esto, no merecía cargar con un maldito enfermo, así que, preferí alejarme. No le volví a contestar ni una llamada más. Pero siempre estuve al pendiente de cada movimiento que daba. Solo necesitaba saber que ella estaba bien. Ese era mi consuelo.
Caden se ocupó de contratar a una cocinera y a un par de enfermeros para que estuvieran en casa siempre. En ese momento, Olive se unió a nuestra vida y para mí, ella y Caden, eran mi familia.
El doctor sugirió intentarlo con crioablación, un procedimiento donde se inserta una aguja hueca especial a través de la piel y dentro del tumor renal con la ayuda de un ecógrafo. Luego, se usa gas frío en la aguja para congelar las células cancerosas. El maldito procedimiento, aparte de ser espantoso, fue totalmente doloroso, pero no funcionó y fue tanta mi decepción que me eché a morir. Era más sencillo si yo moría y dejaba de sufrir de una maldita vez. Ya estaba cansado de todo.
Ese día llamé a Bree desde un número privado y, aunque quería lloriquearle y decirle que viniera a abrazarme, no hablé. Tan solo escuchar su voz, fue suficiente para mí y me animó a dar el consentimiento para el procedimiento dos, por el que tuve que esperar mucho, porque mi cuerpo tenía que recuperarse. Ese tiempo de espera fue horrible. Los dolores eran cada vez más insoportables, mi apetito era inexistente y gracias a ello, bajé de peso muchísimo. No tenía ganas de nada, solo de dormir y las fiebres eran constantes. El doctor recomendó iniciar con las radio terapias, cosa a la que accedí enseguida. Cuando hizo la pregunta sobre si quería congelar mis espermatozoides, porque posiblemente esto me dejaría estéril, me reí en su cara. Yo no pensaba tener hijos, no estaba en mis planes ser padre y menos, cuando tenía en la cabeza la palabra “muerte”. No pensaba dejar a un bebé sin un padre. Me negaba.
Los rayos redujeron, significativamente, el tamaño del tumor, pero sus efectos secundarios eran devastadores. Los tuve absolutamente todos. Tenía que ser sincero y admitir que pasar por todo esto sin mis padres, había sido demasiado duro. Y, aunque Caden y Olive eran mi familia, no era lo mismo.
La reducción del tamaño del tumor hizo que fuera candidato a otro procedimiento similar al anterior, pero tenía que esperar un tiempo prudente a que mi cuerpo se recuperara. Cuando pasó el tiempo de espera, fuimos con la opción dos, pasamos del frío al calor con un procedimiento llamado ablación por radiofrecuencia. Me insertaron una sonda especial a través de la piel y dentro del tumor renal con la ayuda de un ecógrafo para guiar la colocación de la sonda. Una corriente eléctrica pasó a través de la aguja hacia las células cancerosas, lo que provocó que éstas se calentaran y se quemaran. Este segundo proceso fue exitoso, pero también fue horrible y me dejó dos semanas en el hospital.
Después de pensar que vas a morir, te replanteas tu vida, así que, me dediqué a hacer todo lo que no había hecho y a disfrutar mi vida, cosa que incluyó tener sexo con quien yo quisiera y hacer cualquier estupidez que se me pasó por la cabeza. Un chiquillo imbécil, es lo que fui.
Y así fue como me gané el trofeo al imbécil mujeriego del año. Algo de lo que no me siento orgulloso a estas alturas. Pero es que, no sé qué mierda me pasó. Tuvieron que pasar muchos años para entender que todo se relacionaba con Bree. Que mi rebeldía y estupidez se debía a mi lucha interna de querer estar con ella y ser un soltero idiota para “vivir la vida” y que eso no era vivir, eso no era lo que en realidad yo quería. Extrañaba a Bree, la extrañaba como a nadie en el mundo. Me sentía tan solo últimamente.