Salgo del baño sintiendo que me he relajado lo suficiente como para que no me atrapen. Finjo un dolor de cabeza cuando me cruzo con el hombre que pagó por mi e intenta detenerme y me excuso para salir a tomar aire fresco. Gracias al cielo no es insistente.
Camino entre la multitud sabiendo exactamente a dónde debo dirigirme, encuentro la salida de emergencias y empujo la barra roja que la abre.
El viento frío me golpea el rostro despertando todos mis sentidos y automáticamente mis manos viajan a la chaqueta para cerrarla. El escalofrío recorre mi columna erizando mi piel y realmente me arrepiento de haberme vestido con lo que ellos me entregaron sin protestar.
No estamos en invierno, pero esta es la horrible temporada en la que, por el día caminas con la montaña de ropa que te has pue
