Su mano derecha se aferra a mi brazo derecho y con la mano izquierda sujeta mi cuerpo abrazándome contra su costado. Extrañamente, el calor comienza a subir por mis piernas y es una sensación que, a pesar de que no es desconocida para mí, es extraño notar que esta vez se debe a una borrachera.
Había escuchado varias veces que algunas personas se excitan cuando el alcohol es excesivo en sus sistemas; pero yo me he emborrachado muchísimas veces y siempre terminan en sueño o ganas de llorar. Nunca me ha producido ganas de sentarme sobre las piernas de un hombre.
— Max… necesito sentarme un momento…—murmuro apretándome contra su cuerpo para evitar caerme.
— ¿te sientes mal? —. Asiento con la cabeza y él se apresura a llevarme por un pasillo y abrir una puerta roja que siempre ha e
