Capítulo 17: "El final".

1918 Words
Leona accedió a mostrarle parte de la información que Isabel le había dado a Samuel, esa misma tarde: las fotos de su madre asesinada y los incriminados en el delito, el video conspirativo de Bustamante, y evidencias de los negocios ilegales de Horacio Aguilar. —¿No recordás nada? Samuel se encontraba increíblemente abrumado. Se obligó a sí mismo a no mostrarse triste, y se limitó a negar con la cabeza. Su cariñosa madre había sido brutalmente asesinada por su padre ¡Qué horror! A pesar del dolor que le causaba su defunción, deseaba poder acordarse de todo lo sucedido. —Mm… —la mujer se quedó pensativa—. ¿Sabés qué pienso? Que has recuperado esos recuerdos porque te asustaste y… —No me asusté —la interrumpió con seriedad—. Estaba aterrorizado por Isabel. Si alguien la hubiese lastimado… —apretó los puños sobre su regazo, obligándose una vez más a no llorar. —Entiendo… esa situación límite hizo que recordaras algo. Sin embargo, desearía que no te expusieras más de ese modo ¿De acuerdo? —De acuerdo. Leona no tenía idea de que, más tarde, iría con Isabel al sitio en donde, hacía nueve años, habían hallado el cadáver de su madre. —Este es el lugar —dijo Isabel. El galpón estaba rodeado de hologramas que rezaban: "PROHIBIDO INGRESAR. ESCENA DE CRIMEN" A su vez, había pastizal alto a su alrededor. Evidentemente, nadie se ocupaba de aquella construcción. —¿Qué pasó aquí? —preguntó Samuel, evidentemente confundido. —Encontraron los cuerpos de Luis Roldán y Damián Bustamante, en febrero. Mi padrastro había asesinado a Luis para que no contara “lo que había visto”, y luego, se suicidó con tu sangre, por miedo a tu padre y para vengarse de él. Los Fraudes trasladaron los cadáveres a este lugar para que fueran hallados por la policía. >>Han pasado dos meses de eso. Ya deberían haber quitado las advertencias y limpiado el sitio, pero como está abandonado… nadie le prestó atención. Así es el gobierno del Valle. Confiscó el dinero de Culturam y el de tu padre, también se llevó los experimentos que estaban allí y olvidó el resto… —Incluyéndome —Samuel se encogió de hombros—. ¿Querrán hacer oídos sordos respecto a la existencia de un monstruo de sangre letal? —Probablemente, querido mío. No les conviene que el Valle se entere de estás vivo. Puede que crean que has muerto en la explosión… —Es posible ¿Y qué hay de Salomé y de Ezequiel? —A pesar de tener el material genético mutado, se ven como chicos normales. Han declarado en la policía, y no han demostrado ser “peligrosos”, para la comunidad como lo eras vos. Samuel se encogió de hombros. —Ojalá piensen que he muerto. Isabel lo contempló con tristeza. —Lamento que te hayas sentido tan solo siempre… pero pensá en esto ¡Por lo menos existe alguien que es inmune a tu sangre y que jamás pensaría que sos un monstruo! El joven Aguilar esbozó una sonrisa melancólica. —Gracias, Isa. Ahora, preparémonos. Si Marcela supiera que estamos aquí, nos regañaría durante horas. —Buen punto. Comencemos. Los muchachos se colocaron guantes, gorros, barbijos y protectores sobre la ropa para no dejar ningún rastro de ADN al ingresar al lugar. Esquivaron las advertencias y entraron al galpón. El sitio se encontraba desordenado, había objetos rotos e indicios de que allí había habido una pelea. —Nada de esto me hace pensar en mi madre —comentó Samuel, evidentemente decepcionado. —¿Tampoco te acordás de aquel día en que vinimos, luego del boliche? Esa noche yo te había pedido explicaciones y podría decirse que tuvimos nuestra primera discusión. A su vez, se te ocurrió compararme con una rosa negra. —No lo recuerdo —se encogió de hombros—. ¿Sabés qué me dijo Marcela? Que cree que recuperé algunos recuerdos a causa de la adrenalina que sentí cuando aparecieron los vándalos. Dice que no debería volver a exponerme a ese tipo de situaciones. —Creo que tiene razón. Sammy… ya sabés todo lo que necesitás saber… y aunque no recuperes tu memoria… creo que ahora finalmente ha llegado tu redención. La vida te dio una oportunidad de ser feliz luego de los errores que has cometido y de todo lo que has sufrido. Además, no pierdas las esperanzas. No sabés si en un futuro te acordarás o no de todo lo que has vivido… Sólo espero que no vuelvas a cruzarte a ningún enemigo ni trabajador de Culturam o a nadie que quiera hacerte daño. Samuel no dijo nada. Se limitó a recorrer el espacio con tranquilidad, observando cada rincón como si jamás hubiese estado allí. Decidió no contarle que había visto la evidencia de la muerte de su madre. No quería amargar aún más a Isabel. Llegó el fin de semana. Magdalena, las hermanas Hiedra, Ezequiel, Umma, Samuel y los hermanos Medina se reunieron a cenar en la granja. Una cocina digital preparó el menú que cada uno deseaba, mientras las bebidas habían sido compradas por la señorita Benítez. —Ustedes dos —Magdalena señaló a Umma y a Ezequiel—. ¿Están saliendo? Los veo muy juntitos. —Estamos conociéndonos —admitió la joven Haro, esquivando la mirada de Isabel. La señorita Medina asintió, y no dijo una sola palabra. Como ya le había contado a la señorita Hiedra, no se sentía moralmente autorizada a opinar sobre la vida de su vecina. Instantes más tarde, cuando Salomé se animó a hablar con Juan Cruz, Umma aprovechó para enviarle un mensaje a su mejor amiga. "Lo siento, temía que te enojaras… por eso no te lo dije" "Está todo bien, no te preocupes. Espero que seas muy feliz". Isabel miró a su vecina y asintió con un movimiento de cabeza. Luego, se puso a conversar con la señorita Benítez. Charlaron, comieron, bebieron, hicieron bromas y hasta jugaron al “dígalo con mímica”. Obviamente, los que peor puntaje sacaron fueron Ezequiel y Samuel, cuyas expresiones parecían hechas de hielo. Más tarde, Isabel y el joven Aguilar se fueron a dar una vuelta por la granja, solos. —A pesar de que no soy capaz de recuperar la memoria, hoy me siento un chico normal… Me gusta compartir momentos con ustedes —comentó, acariciando el collar que le había regalado su prima. —Me alegra que te sientas así… —hizo una pausa, para admirar la luz de la luna, y tomó la mano de Sam—. Sammy… ¿No pensás que ha llegado tu redención? Quizás sea lo mejor que no recuerdes todo lo malo que has vivido… o que suceda cuando estés listo… —Desearía saberlo todo, incluyendo las últimas palabras de mi padre. Quiero recordar, pero no puedo. He cometido demasiados pecados para que el universo me los perdone… ¿Cuántas víctimas habrán sido…? —No seas tan duro con vos mismo… y tratá de vivir una vida normal de ahora en adelante. Samuel se encogió de hombros, e Isabel aprovechó para cambiar el tema: —Estaba pensando… ¿No te gustaría que ahorrásemos y el año que viene viajásemos por el país? —Isa, no quiero que descuides tus estudios. Presiento que serías una buena abogada. La joven Medina se sorprendió ¿Acaso lo recordaba? —O detective —añadió él, esbozando una sonrisa. Sam era Sam, aunque no recordara casi nada, su cuerpo sabía cosas que su memoria no podía explicar. Ojalá la vida, una vez que él hubiere sanado sus heridas, le devolviese los recuerdos que él necesitaba para completar su identidad. Isabel le dio un beso en la mejilla. —Puedo ser lo que quiera ser ¿Acaso no me dijiste que soy la persona más brillante del Valle? —Es cierto. Eso no se cuestiona siquiera. —Bueno, entonces ¿Cuál es el problema de que viajemos y vivamos nuevas experiencias? Nos haría bien salir de esta ciudad de mierda, hacer nuevos amigos y trabajar para ahorrar dinero ¿No creés? Somos jóvenes, tenemos tiempo para estudiar y hacer proyectos. Hemos sufrido demasiado. Merecemos ser felices y descansar. Samuel asintió. Se paró frente a Isabel, y le corrió el cabello del rostro. —La idea suena bien. Acepto. Conseguiré un empleo en Internet para juntar plata y así poder viajar de manera cómoda —sus ojos se llenaron de lágrimas. Isabel lo abrazó de la cintura. —Estás emocionado, mi amor… —Sí. Aunque no lo recuerde, sé que es la primera vez en mi vida que tengo la posibilidad de ser feliz. La joven Medina asintió, y dejó caer muchas lágrimas. Habían perdido a sus seres queridos, y eso les dolería para siempre… pero aún se tenían el uno al otro. En un futuro, quizás, podrían mirar al pasado sin llorar desconsoladamente. Isabel se puso de puntas de pie y apretó sus labios contra los de Samuel de forma cariñosa. —Te amo tanto —balbuceó—. Sos la persona más increíble que conozco, Sammy. —Yo te amo más —le acarició el rostro—. Amo cada rincón de tu existencia, Isabel. Si vos no hubieras aparecido en mi vida, estoy seguro de que aún seguiría siendo esclavo de los experimentos de mi padre. —Quizás —admitió Isabel—. Pero yo te di motivación, y el resto, lo has hecho vos. Lo hemos hecho juntos, mi amor. Si logramos eso… podremos hacer lo que queramos en el futuro ¿No creés? Samuel no respondió. Presionó su boca contra la de Isabel, sosteniéndola firmemente de la mandíbula con una mano, y de la cintura, con la otra. No dudó en enredar su lengua con la de la muchacha —la cual sabía a cerveza—, y disfrutar de su tibio contacto. La joven acarició los fuertes brazos de su primo, dejándose llevar por sus intensas emociones… Hasta que los interrumpieron. —Sabía que ustedes dos no aguantarían toda la noche sin besuquearse —Salomé se hallaba de pie frente a ellos, cruzada de brazos—. Samuel ¿Podrías ayudar a Ezequiel, que está borracho moviendo algunos muebles? No querrás que tu jefa te regañe más tarde por ello, ¿Verdad? —¡Oh, no! —exclamó, y corrió hasta su vivienda en la granja. La joven Medina esbozó una sonrisa torcida. —¿Es verdad que Ezequiel está haciendo desmadre? —preguntó. —Sí ¡Es muy gracioso verlo borracho! Hacía tiempo que no estaba así ¿Se sentirá seguro con nosotros? —Es posible. Comenzaron a caminar lentamente hacia la vivienda. —Por cierto… ya no me duele verte con Sam. —¿Cómo decís? —Isabel se sorprendió al escuchar las palabras de su amiga. —Vamos, Isa. Sé que has estado pensándolo… Te has preguntado qué sentía por Sam, te cuento que ya no me duele que estén juntos. Creo… que me estoy enamorando de Magdalena. La joven Medina esbozó una amplia sonrisa. —No sabés cuánto me alegra escucharlo. Realmente merecés ser feliz, Salomé Hiedra. Sos una chica que ha sufrido muchísimo, y lo único que has hecho durante años fue intentar proteger a tu hermana menor. Sos digna de admirar. Salomé le tomó la mano a su amiga. —Vos también sos una guerrera, y merecés ser feliz tanto como yo. Ahora entremos ¡Tenemos que vigilar a nuestros incivilizados mutantes!
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