Capítulo 16: "Vínculos".

2333 Words
Isabel regresó a su hogar luego de haber dormido abrazada con Sam toda la noche, cursó la escuela virtual y luego le envió mensajes a Umma, a Salomé y a su primo para saber cómo estaban. No era capaz de dejar de pensar en lo que había sucedido la noche anterior. Sam había recuperado algunos recuerdos, la había llamado “mi rosa negra”, y hasta le había pedido que fuera su novia. Sin embargo, aún se sentía abrumada por la pelea que él había tenido con los vándalos. Tenía la necesidad imperiosa de contárselo a alguien. Obviamente, esa persona no sería Juan Cruz, ya que haría un escándalo si supiera lo que había ocurrido. Diría algo así como: “¡Les dije que debían tener cuidado!”. Luego del almuerzo, en lugar de dormir una siesta o de realizar tareas para el colegio, se dirigió a la vivienda de su vecina para hablar con Umma. La atendió su abuelita. —¡Isabel! ¿Cómo estás, nena? ¡Te ves muy flaca! ¿Estás comiendo? —típico comentario de las señoras que aún no comprendían que no debían opinar sobre el cuerpo de los demás. Sin embargo, la señorita Medina respondió amablemente: —Sí, no se preocupe. He perdido peso por la tristeza de haber perdido a mi papá —se encogió de hombros. A Benjamín Medina no le gustaría saber que se veía esquelética porque lo extrañaba. —Lo lamento mucho, querida. En serio… —hizo una breve pausa, y agregó—: ¿Estás buscando a Umma? Ella no está. Me prometió que me ayudaría a configurar las máquinas para hacer la limpieza de la casa ¡Pero todavía no ha vuelto! —¿Se ha ido al club con Facundo y los demás? Sintió una punzada de tristeza al haber recordado el momento en el que se había encontrado con Luis en aquel sitio… y entonces le había contado que Samuel era peligroso. —No… Me ha dicho que ha ido a caminar a la plaza que está aquí nomás ¿Podrías ir a buscarla y pedirle que venga? No me contesta el celular. —Claro. Isabel fue a buscar a su amiga, sin ser capaz de dejar de pensar en los vándalos, en los recuerdos de Sam y en que, esa noche, tendrían que escabullirse para ir al galpón en donde habían encontrado el cuerpo de Daniela Medina. Cuando llegó a la plaza, se encontró con una desagradable sorpresa. Apoyados en un árbol, se encontraban Ezequiel y Umma, abrazados y a los besos. Por alguna razón, recordó que había descubierto a Juan Cruz con Salomé de un modo similar. El joven Acevedo se apartó unos instantes de la señorita Haro y le acarició el cabello. Estaban conversando como si no hubiese nadie a su alrededor. A pesar de que no le agradaba en lo absoluto que su amiga saliera con un bad boy, se preguntó si sería correcto interrumpirlos. No obstante, pronto pensó: ¿Acaso tenía autoridad moral para juzgarlos? Acevedo no era una buena persona, pero… había tenido una vida complicada ¿Él también podría tener su redención? Lo único que deseaba era que Umma no resultara herida en todo esto. Seguramente no sabía que Ezequiel había besado a Salomé hacía relativamente poco. Soltó un largo suspiro y se pegó la vuelta, sin molestar a la joven Haro. Sólo se limitó a enviarle un mensaje a su amiga, avisándole que su abuelita estaba buscándola, y cambió su destino. Ahora iría a visitar a Salomé al local de pirotecnia, y le contaría todo lo que había sucedido anoche (y lo que acababa de ver). Ella seguramente le daría sabios consejos. Salomé estaba de mal humor. Los cargamentos con nuevas provisiones de mercadería estaban tardando en llegar, y los clientes le solicitaban productos que aún no podía vender. Maldición, invertí parte de los ahorros que había heredado de los hijos de perra de mis padres, para mi negocio ¡Y estos inútiles lo entorpecen todo! Magdalena le había ofrecido regalarle el dinero, pero la joven Hiedra lo había rechazado. Quería ser absolutamente independiente, y no deberle nada a nadie. Mientras tanto, Micaela estaba cursando la primaria virtual, y no podía ayudarle a ordenar el semejante lío que tenía en el local. En ese momento, Isabel entró a la tienda. Se veía algo abrumada, como si muchos pensamientos estuvieran acechándola al mismo tiempo. —Hola, Salo… ¿Cómo estás? —echó un vistazo al desparramo de productos que había sobre las estanterías—. ¿Mucho trabajo? —Sí… los proveedores volvieron a retrasarse ¿No me darías una mano acomodando los catálogos digitales? —¡Claro! Isabel tomó un aparato para ayudar a su amiga, y mientras tanto, comentó: —Acabo de ver a Umma besándose con Ezequiel en la plaza. Salomé alzó una ceja. —¿Y qué hiciste? —Nada, vine a contártelo… no me pareció correcto intervenir. —Wow… has madurado. Meses atrás, hubieses intentado agarrar de los pelos a Ezequiel… —bromeó, mientras le contestaba un mensaje a un cliente. —¡Ya te pedí perdón por eso! —protestó la señorita Medina, haciendo alusión a aquella vez que se había peleado con Salomé porque había besado a Juan Cruz fuera de su casa—. Bueno… ¿Vos qué opinás al respecto? ¿Creés que Ezequiel le hará daño a Umma? —Es posible, pero no deberías meterte. Lamentablemente, uno no puede proteger las emociones de sus seres queridos. Si se gustan, deberán vivir la experiencia de salir ¿No creés? —Mm… —no se veía muy convencida. —Ezequiel tiene súper fuerza y, si bien bajo el control de Culturam, ha sido bastante agresivo, ahora está solo y perdido… No podría decir si buscará lastimar a Umma o no. Ella seguramente es amable con él… No sé, realmente no sé qué puede pasar en esa relación. —Me duele que no me lo haya contado. —Vos le has ocultado cosas a ella también. —Sí, pero ha sido para protegerla… —¿Y qué sabés si ella no está protegiendo tus sentimientos? A lo mejor teme que te enojes. No deberías sacar conjeturas hasta no hablar con ella. —Tenés razón. —Además… ¿No creés que está un poco celosa de nosotras? A lo mejor se siente dejada de lado por el tiempo que hemos compartido juntas este último mes y medio… Continuó catalogando la mercadería, callada y pensativa. Salomé la observó de reojo, y preguntó: —¿En qué pensás? —En Sam. —Qué raro —replicó con ironía. —No, no en él, sino en lo que pasó con él… anoche ha recordado algunas cosas. —¿EN SERIO? —Salomé dejó lo que estaba haciendo para pararse frente a Isabel y tomarla de los hombros—. ¿CÓMO NO EMPEZASTE POR AHÍ? —Me distraje con el asunto de Umma —bufó—. Bueno, te cuento cómo sucedió todo… Lionel, el mejor amigo del joven Medina, apareció por la vivienda luego del almuerzo. Se quedaría haciéndole compañía a Juan Cruz hasta que éste se fuera al cine con Isabel. —¿Cómo estás, brother? No volviste a consumir nada nocivo para tu salud ¿Verdad? —¡Shh! ¡Bajá el tono de voz! —murmuró el hijo de Soledad Martínez—. No, hace muchísimo que no me comporto de forma autodestructiva. En cierta forma, a Isabel y a mí nos pasó lo mismo: desde que papá murió, no hemos podido llevar a cabo ciertas conductas que él rechazaría ¿Me entendés? Hablar de Benjamín Medina le provocaba un nudo en la garganta. Lo extrañaba tanto… —Lo siento mucho —el muchacho se encogió de hombros—. Hablemos de temas más lindos: ¿Tenés planes para este fin de semana? —El viernes, sí. El sábado y el domingo, no ¿Por qué? —Los chicos del colegio están organizando una fiesta en el antro más tecnológico del Valle. Dicen que habrá experiencias en cuatro dimensiones, hologramas casi reales y robots que… —¡Lionel! —ya sabía que iba a hablar de las “máquinas del placer”. Sin embargo, él nunca había tenido sexo con una chica (lo más cercano a ello había sido su experiencia con Salomé) y no quería que su primera vez fuese con un robot. Juan Cruz era algo “anticuado”, por así decirlo. En el año dos mil cien, era normal que las relaciones fueran poliamorosas y que cada uno fuera completamente libre sexualmente, lo cual estaba perfecto. Sin embargo… él no se sentía cómodo con ello. —Perdón, olvidé bajar el tono de voz… ¿Irás, o no? —Lo pensaré. Aún no estoy de ánimos. —Justamente, creo que te haría bien salir un poco… e incluso, pasar tiempo con gente de tu edad que no sean los amigos de tu hermana ¿No creés? Juan Cruz soltó un largo suspiro. —Mi pierna aún no se ha recuperado del todo. —No será necesario que bailes, y ni siquiera que estés parado. Si llega a organizarse para el sábado ¿Irás? —Lo pensaré… —repitió. Hizo una breve pausa, y luego, cambió de tema—: ¿No querés que juguemos videojuegos? —¿Tenés la última versión de Dragons en 4D? —Por supuesto. La experiencia es tan realista que el jugador se siente parte del mundo fantástico ¿Estás listo para que te pegue una paliza? —Ya quisieras. Isabel y Juan Cruz miraron una película de terror. La señorita Medina se burló de su hermano en más de una ocasión porque él se asustaba y se tapaba los ojos cuando los monstruos “intentaban salir de la pantalla”. Al salir del cine, tomaron una chocolatada en una cafetería. —¿Sabés de qué me acordé? De año nuevo —comentó Isabel—. ¿Recordás que vos insistías en que dejara descansar a los muertos? —Sí… hasta me hiciste sacarte una foto con mi teléfono viejo —el que Damián jamás le había devuelto—. A veces pienso en esa noche… ¿Bustamante habría apagado las luces para encerrar a Samuel? —Quizás estaba al tanto de que todos nos encontrábamos allí. No sabemos quién exactamente, pero eso había sido obra de los Fraudes, para obligar a Sam a realizar una misión. —Ya, no quiero que volvamos a ese tema —bufó Juan Cruz. —Bueno, vos mencionaste a nuestro padrastro —Isabel revoleó los ojos. —Tenés razón… Continuaron dialogando de diferentes temas (incluyendo que Umma y Ezequiel habían estado besándose), y el joven Medina le comentó a Isabel acerca de una fiesta. —¡Deberías ir! ¡Necesitás ver adolescentes! —¿Y vos por qué no lo hacés? —Ya lo he intentado. Aunque lo desee, lamentablemente desentono con la gente de mi edad… nunca pude ser como ellos. Mucho menos ahora… pero ¿Sabés qué? No todos nacimos para encajar… y eso no está mal ¿Verdad? —Sabias palabras. Una vez que terminaron sus bebidas, regresaron a casa. Isabel había disfrutado del momento con su hermano. Se había sentido prácticamente normal por unas horas… Aunque, en su corazón, habitaba profundamente la angustia de haber perdido a su papá. Le hubiese encantado que él los viese allí, juntos. —Me alegra de haber compartido esta tarde con vos, hermanito —musitó, frente a la puerta de su vivienda. —Lo mismo digo. Hacía meses que no nos comportábamos como personas normales. Isabel le tocó el hombro a Juan Cruz. —Hablando de eso… Esta noche iré a dar una vuelta con Samuel. Aún no pierdo las esperanzas de que recupere su memoria —no le contó del incidente de la noche anterior—. Te aviso para que no hagas un escándalo. —No lo haré. Sólo… Tengan cuidado. —Siempre decís lo mismo ¡Deberías preocuparte por vos mismo! —Y vos también. Mamá dice que no te ve estudiando como antes… Isabel revoleó los ojos. —Ya. Todo bien con mamá, pero ya no la considero una autoridad como años atrás… Bien sabrás por qué. —¿La has perdonado? —le preguntó Juan Cruz, cuyos ojos brillaban intensamente. —No sabría decirte… No puedo ser cariñosa con ella, no como cuando era niña. A veces siento resentimiento porque había permitido que viviéramos con un tipo que acabó lastimándote tanto… —Mamá amaba a Damián. Estoy seguro —opinó el muchacho. —Quizás lo amaba al principio, pero no al final… Una vez que él mostró su verdadera cara ¿Creés que sería posible que aún lo quisiese? Pienso que se quedó a su lado por miedo. Miedo a lo que él fuera a hacer si lo dejaba, y también, por miedo a estar sola. No soy nadie para juzgarla, pero, Soledad nos lastimó, y mucho. Lamentablemente, me importa poco lo que ella opine sobre mi vida. No me falta mucho para ser mayor de edad. —Lo sé. Hubo un corto y melancólico silencio entre los hermanos Medina. —Me siento casi huérfana sin papá… —sus palabras brotaron de manera involuntaria. Se obligó a contener las lágrimas—, pero debemos darle una chance a mamá a pesar de todo. Debemos superar el pasado. Juan Cruz abrazó a Isabel. —Me pasa lo mismo —apoyó su mentón sobre la cabeza de la jovencita—. Me pasa lo mismo. Siento tanto dolor… Ella se sentía excesivamente pequeña al lado de su hermano, a quien ni siquiera le llegaba hasta los hombros. Se acurrucó en su pecho, sin dejar de pensar que, a pesar de que él ni siquiera había cumplido los dieciséis, era un niño muy fuerte. —Espero dejar de sentir esta angustia algún día —comentó Juan. —Espero lo mismo, hermanito. Espero lo mismo…
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD