Evanya lo observó, perpleja. Ahora no solo porque tenía que convencer al hombre de asistir a esa cena esa noche. Sino porque ella tenía que acompañarlo. Pero Azran no parecía dispuesto a escuchar razones. Ni a dar explicaciones. Su orden había sido clara. Así que solo asintió. —De acuerdo. Se giró para salir de la oficina, sin añadir una palabra más. Sabía que no tenía otra opción. Mientras cerraba la puerta, su mente ya corría. «¿Por qué ahora? ¿Por qué ella tenía que ir? ¿Qué significaba eso? ¿Tenía que ver con la forma en que la había mirado? ¿Con lo que sintió o creyó sentir?» O con lo que él imaginó… porque Azran no había dejado de pensar en su cuerpo desde que entró a esa oficina. No había dejado de verla bajo él, vulnerable, caliente, jadeando. Y si esa noche la llevaría c

