—Me voy de viaje —dijo Evanya mientras se acomodaba un mechón de cabello detrás de la oreja. Jenna, que se había sentado en el sofá con una cerveza en la mano, alzó las cejas. —¿Tan repentino? —Supongo que debe ser algo importante —respondió Evanya, mirando su teléfono como si ahí pudiera encontrar alguna pista. Sus labios se torcieron en una sonrisa nerviosa—. Me dijo que tomara mis cosas… pero no sé qué cosas tomar. Jenna dejó la botella sobre la mesa y se levantó con determinación. —Vamos, te ayudo. Sin esperar respuesta, fue directo al armario de Evanya y comenzó a abrir puertas y cajones con la soltura de quien lo ha hecho mil veces. —Veamos… debes llevar prendas elegantes y cómodas. Por si acaso, tres conjuntos —dijo mientras colgaba sobre la cama una blusa negra de seda, una

