Nueva York La música retumbaba en los muros de La Mansión, aunque a esa hora, pasada la medianoche, el flujo de clientes comenzaba a menguar, aunque no precisamente a sus casas, sino a las habitaciones donde podían expandir su placer durante más tiempo. Jenna había terminado su turno y, ya cambiada, caminaba por el pasillo trasero rumbo a la barra. El pantalón de mezclilla se ajustaba a sus caderas, y la blusa rosa de escote generoso, con las mangas cayendo sobre sus hombros, le daba un aire descuidado pero provocador. Zoran estaba detrás de la barra, terminando de enjuagar un vaso. Al escuchar sus pasos, levantó la mirada y arqueó una ceja. Él, con su piel morena, el cabello n***o recogido y esa sonrisa fácil, irradiaba un atractivo peligroso. —¿Ya casi terminas? —preguntó ella, apoyá

