I

2106 Words
Capítulo uno: Un lingote de oro. Ellen Mickalson. 26 de julio. Exhalo profundamente, los pulmones se quejan ante el movimiento brusco. Pero la necesidad de llevar aire puro hacia ellos silencia el dolor. Han pasado horas, desde que he parado, desde que he tomado un descanso como debería ser. Los gritos del director y los asentimientos efusivos de los demás actores llegan hasta mis oídos; recordándome que esto apenas ha comenzado. Sujeto la toalla blanca que me está tendiendo con una sonrisa de agradecimiento, la tela es suave y libia, al deslizarla por la frente y limpiar el sudor. —Ellen—grita la voz de mi asistente, corriendo hacia donde me encuentro con una mano en el aire. Mostrando un característico sobre n***o, el cual no veía hace años. —Ha llegado una carta—informa deteniéndose a un paso de distancia. Mueve el sobre delante de mis ojos; aquel papel n***o y pulcro se graba en la retina de mis ojos y los recuerdos de haberlo visto una infinidad de veces cuando era niña vienen a mí. La última vez que vi aquel papel n***o con detalles en dorados, fue hace dos décadas. Mis hermanos eran pequeños y uno había sacado aquellas características únicas que identificaban aquella familia. Después de abrir el sobre, mi hermana pequeña desapareció y nunca volví a saber de ella. — ¿Quién la envió? —inquiero aun manteniendo las manos alejadas de él. Las emociones que experimente aquel día siguen clavadas en lo profundo de mi corazón, el cual late descontroladamente ante lo que desea de mí la persona que escribió la carta. —Eliana Greiner—la pronunciación de mi asistente, Carrie, es un asco. El apellido se ve entrecortado unas tres veces y la palabra elegante y antigua; termina escuchándose como un gemido lastimado de un gato callejero. Eliana Greiner, no es nadie más que mi hermana mejor y la única hija de mi madre quien fue reconocida como una Greiner por sus cabellos rubios como el oro y ojos dorados. No odio a mi pequeña hermana, nunca podría ser capaz de sentir alguna emoción desagradable hacia la pequeña niña que fue llevada lejos de nosotros y encontró la manera de visitarnos a escondidas. Nunca podría olvidarme de mi hermana, la cual lloraba cuando la soledad de la mansión Greiner la superaba. Sin embargo, mis emociones y pensamientos son diferentes hacia el líder conservador de los Greiner. Para mí ellos están muertos, tan muertos como se encuentra mi progenitor. — ¿La conoce señorita Ellen? —asiento saliendo de mi ensañamiento. Hace meses que no he oído nada de Eliana, la última vez me enteré de que la familia estaba pasando por un momento de caos. —No necesitas decirme, señorita, Carrie, solamente dime Ellen—murmuro quitando la carta de su mano. Ella asiente y me sigue hasta el camerino, abre la puerta por mí y me deja en la soledad de la habitación; dándome la privacidad que no le he pedido. Carrie, siempre sabe lo que necesito. Las manos me tiemblan y la indecisión me invada. Quiero saber qué dice, pero al mismo tiempo una parte de mí, se niega abrirlo y conocer el contenido. Tiene miedo que la información sea mala. Respiro profundamente, aclarando mis pensamientos y diciéndome una y otra vez que todo estará bien. Nada malo sucederá. Rasgo la pestaña, tirando de los bordes de esta hacia arriba con fuerza e impaciencia; el borde de un papel blanco, grueso y granulado se asoma levemente. Sujeto la esquina del nuevo papel sacándolo con delicadeza. Al desdoblarlo veo la estilizada y elegante letra de mi hermana menor. La carta comienza con dos palabras en cursiva; querida hermana, debajo de aquel simple saludo, sigue un párrafo largo y detallado, pero a la mitad de este me detengo quedando sorprendido por lo poco que he leído y lo mucho que dice. Releo las cinco primeras líneas en voz alta, queriendo comprobar que no he enloquecido. Querida hermana. Te estoy escribiendo esta carta con mucha urgencia, me encuentro en un momento difícil ahora mismo. Necesito de tu ayuda. Nuestro abuelo quiere que me case con el hijo de uno de sus socios; sin embargo, no deseo casarme, he hecho todo lo que está en mi poder para detener aquel matrimonio. Nada ha tenido éxito. Me han confinado en mi habitación al descubrir el intento de escape. Ellen ayúdame a escapar de esta mansión. Al terminar de leer mi nombre en voz alta me doy cuenta de que no había imaginado nada. Las rodillas fallan y caigo sobre un sofá. Mi cuerpo ha perdido por completo la fuerza y se siente como una masa sin forma y líquida; la cual trata de sostener con firmeza aquel trozo de papel blanco, el cual no narra más que una locura. La siguiente mitad del párrafo es aún más desquiciado que el primero; lo que me pide Eliana entre ruegos es imposible. — ¿Todo se encuentra bien, Ellen? —inquiere Carrie desde el otro lado de la puerta. Me aclaro la garganta y toso un par de veces antes de darle un sí. Sé que es una locura lo que te estoy pidiendo, pero no tengo nadie más quien me ayude a salir de las garras de mi abuelo. Todos en esta casa están de acuerdo que me case con una persona que no conozco por el beneficio de la familia. Ellen me van a vender contra mi voluntad. No quiero casarme, apenas tengo veintidós años; no he vivido nada hermana. Tengo miedo. —Maldición—murmuro despegando la mirada de párrafo. No puedo soportar leer esto sin sentir que la sangre bombea por las venas con fuerza y la necesidad de correr hacia Eliana y sacarla de ese martirio. Pero ella tomó su decisión, pensó que era mejor tener todas las comodidades, que vivir una vida de pobreza. La entiendo, comprendo a la perfección la decisión que tomo siendo pequeña; cualquiera a quien se le brinde un lingote de oro al hambre, hubiera escogido lo primero. Sin embargo, aquella decisión nos quitó todo el poder que teníamos sobre ella, no hay forma de impedir la decisión del viejo decrépito. Me mantengo con los ojos cerrados durante unos minutos, respiro lentamente llevando poco a poco aire hacia los pulmones. Sintiendo como la calma vuelve a mi sistema y puedo seguir leyendo esta locura de carta. Pero aquellos minutos de tranquilidad que me costó conseguir se van al diablo cuando abren la puerta y una voz masculina se presenta, desordenando por completa la tranquilidad de mi camerino. —Marc—susurro aún con los ojos cerrados. Él hace un sonido afirmativo y se coloca a unos pasos de distancia. Se mantiene en silencio durante largos segundos, los cuales no hacen más que preocuparme; Marc no es de las personas que saben cómo quedarse calladas o estar quietos durante segundos. — ¿Estás bien? —inquiero al observar su rostro, el cual se encuentra libre de expresiones. —Sí, pero tú no te ves bien—murmura revisando con sus inquisidores ojos marrones todo el camerino, buscando con detenimiento lo que me ha alterado. Niego, esperando que no haga alguna estupidez; sin embargo, su mirada cae sobre la carta que sostengo en las manos, toda su atención va a ella y en un abrir y cerrar de ojos me ha robado. Corre. Alejándose varios pasos de mí. Sus ojos se mueven rápidamente a través de la carta, consumiendo con facilidad la información plasmada en ella; cada segundo que pasa donde sigue leyendo con atención, la expresión en su rostro se deforma pasando por diversas emociones en cuestión de milisegundo. Marc pasa saliva, la manzana de adán tiembla imitando el ritmo de su pecho; el cual se infla y desinfla como un globo, una de sus manos envueltas en un guante sin dedos y deshilachado se escabulle por los mechones de cabello color chocolate. El cabello termina siendo una maraña de paja y la mirada en su rostro es seria, como si le hubieran dicho que será padre. —Es algún escrito de Carrie, para su primer libro, ¿no? ¿Dime que no me equivoco? —aunque su voz se escucha firme y segura, la realidad es que no sabe cómo lidiar con lo que ha leído. Niego con la cabeza acercándome a él. —Es una jodida locura, Ellen, te está pidiendo que te cases en su lugar. Quiere echarte a los lobos para salvar su jodido pellejo, está mal. No puedes hacerlo, absolutamente no. —Es mi hermana pequeña, Marc. — ¿Y? —inquiere este como si aquello no importa, como si lo que me estuvieran pidiendo fuera ilógico. Lo es, la carta de Eliana está llena de incongruencias; parece que un libro de fantasía hubiera vomitado en esa página creando algo surrealista. Sin embargo, Eliana necesita mi ayuda, soy su hermana mayor, debe haber algo que pueda hacer por ella. Además de casarme en su lugar. —Está hablando de matrimonio, bee. No te está diciendo que le preste dinero o que le gusta un muchacho. No, te está pidiendo que te cases con un hombre del cual no conoces nada—gruñe desesperando, queriendo que sus palabras entren en mi cabeza y entienda a profundidad lo mal que está todo. —Maldición, Ellen. No caigas, fóllate a quien desees o has cualquier pendejada, pero no te cases. —Marc. —No—gruñe, sus labios se fruncen y sus ojos se ven cristalinos. —Marc, entiendo lo que quieres decir, pero es mi hermana. Debo saber si hay algo que pueda hacer por ella. Si existe una manera fácil de librarla de ese matrimonio—me da una mirada de cachorro regañado, sus brazos me rodean atrapándome contra el pecho. Impidiéndome escapar del agarre asfixiante. Sé por qué este hombre ha actuado de esta manera, Marc lleva mucho más tiempo que yo en el mundo de la fama, sus padres eran famosos. Él ha vivido toda su vida bajo el foco de una cámara y las bocas de otras personas, conoce de primera mano el interés egoísta de los demás. Por eso ha reaccionado de aquella manera, no hay nadie que conozca mejor la sensación de ser utilizado y tirado después; pero esto es un poco diferente a todo lo que ha vivido. No es una persona desconocida que ha venido hasta mí pidiendo algo ilógico; es mi familia, mi hermana, mi sangre. —No haré nada estúpido—prometo. Él asiente confiando en mis palabras. Pero ninguno de los dos hubiéramos imaginado lo que sucedería, había subestimado lo terco que podría ser el viejo decrépito de los Greiner. —Carrie—grito el nombre de mi ayudante, Marc se deja caer el sofá, acomoda la camisa de franela blanca dejando que los pectorales se vean. Posa una sonrisa arrogante y coqueta en los labios; sus ojos brillan y al verlo fijamente da la ilusión de estar viendo una pintura al óleo de un pirata extravagante y pecaminoso. —Ellen, ¿necesitas algo? —pregunta en voz baja mi asistente, manteniendo la mirada alejada de Marc. Siempre me ha parecido graciosa la manera en que Carrie trata de huir de los encantos de Marc, mientras este último cada día se empeña en lucir más atractivo en sus ojos.—Agenda una salida dentro de tres días, hacia Londres. Visitaré al viejo decrépito—ella asiente sin pedir mayor información, Carrie sabe a quién me refiero cuando uso aquel apodo poco cariñoso. — ¿Sabes algo de mi hermano? —inquiero dejando salir un suspiro, porque será que aquellos mellizos siempre son un problema. —No, hasta el momento no ha dado ninguna señal de vida. Su madre le manda a decir que debería visitarla pronto a casa y debe comer bien—informa con lentitud, leyendo en su Tablet todos los mensajes que me han llegado en las últimas horas. Asiento indicándole que pase a lo siguiente, ella lee con lentitud cada mensaje dándome el tiempo necesario para responder o borrar algunos. Carrie es la mejor asistente que he tenido, es joven, pero práctica y rápida en su trabajo. Nunca tengo que pedirle más de dos veces las cosas que necesito, porque ella ya lo hizo. Tener alrededor a Carrie, no se nota, su presencia es relajante y nunca parece imponerse o alarmarse por mi trabajo. Ha sido unas de las mejores decisiones que he tomado, después que mi hermano menor, helio, dejo su puesto como asistente con la idea de recorrer el mundo. Malditos mellizos incontrolables.
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