Seria mostrarse inquieto y nada ajeno a su presencia.
Se sacó el anillo que decoraba su dedo y tragó saliva al darse cuenta de que, en vez de entretenerse con el anillo, estaba pensando en que, sin él, podría jugar a profundidad con ella. Sonrió ante el recuerdo de sus labios hinchados por sus besos y al sonido que emitían sus labios cada vez que la tocaba. Su cuerpo parecía temblar cuando le tenía encima y la intensidad con la que le miraba le provocaba fuego en el alma.
El anillo golpeó la mesita de noche cuando lo dejó sobre ella.
Elif Aksoy era una invitación que estaba disponible y debía superar.
Iba a darse un baño, pero lo haría después de un cigarrillo.
Lo necesitaba con urgencia para relajarse.
El teléfono en su bolsillo vibró. Leyó el mensaje que provenía de un numero común que conocía bien. Aygul le había enviado un nada sutil “¿Duermes?” y posteriormente una invitación a Mersin para su cumpleaños. ¿Cuántos años llevaba con ella? ¿Cinco? Habían pasado varios años desde que la conoció en una visita a su padre. Era esa clase de mujer que seducía con sus modos elegantes y sobre todo porque siempre tenía un carácter manejable. No era exigente, tampoco demandante y entendió desde un inicio lo que él quería sin rodeos.
No era tan joven como Elif cuando terminó en su cama, pero compartían la misma particularidad. Ambas le regalaron su primera experiencia sin tanta diplomacia al respecto. Desconocía si otro hombre había estado en su cama y esperaba que fuera así, porque la vida estaba hecha para disfrutarse y era demasiado corta como para desaprovecharla. No porque él hubiera sido el primer hombre en su vida, se adjudicaría el poder de ser el último o al menos, no durante una relación abierta. Le respondió rápidamente. Enviaría un ostentoso adornó florar en caso de no poder asistir.
Dejó el teléfono en la cama y salió al jardín para poder fumar el cigarrillo con total tranquilidad. Comenzó a caminar aun sin haberlo encendido cuando descubrió a Elif acostada boca abajo sobre un acolchado diván debajo de la pérgola que se usaba para disfrutar del aire libre, mientras la pluma se movía en su mano. Su bata permanecía media abierta y para ella, parecía ser medio día. Parecía disfrutar mucho lo que estaba haciendo, especialmente por la sonrisa en sus labios.
Tenia buena mano para los dibujos, eso era un hecho.
Se afirmó al pilar de la pérgola y se centró tanto en sus ojos que olvidó encender el cigarrillo. Su cabello estaba sujeto en un rebelde moño y sus pantorrillas se movían de arriba abajo en medio de su concentración. Pudieron haber tenido un kilómetro de separación, pero la burbuja de deseo y el sutil coqueteo no se pudo borrar y en cuanto Elif levantó la mirada minutos después y se percató de que estaba siendo observada, la tensión se restableció y no pudo ser rota por palabras. Tampoco es que fueran necesarias. Ella bajó la mirada hacia la hoja y después, sorpresivamente sonrió. Bajó del diván y llegó a él donde descaradamente robó el cigarrillo sin encender de su mano.
Comenzó a caminar en dirección opuesta a la puerta y mientras Ruzgar le seguía vio como lanzaba al suelo el cigarrillo en dos pedazos. Mierda. Soltó un suspiró enfadado. Esa mujer…Enojado, fue detrás de ella siguiendo el perímetro sin iluminación entre la casa y el jardín. Había doblado en una de las esquinas cuando su cuerpo chocó con el de ella. Sus alientos se mezclaron sorpresivamente y segundos después esos fantasiosos labios ya estaban devorando los suyos. Pudo haber terminado como un arrebato lascivo de no ser porque en medio del beso, escuchó el sonido de su cinturón buscando ser liberado de las trabillas por sus pequeñas manos. Preso en sus instintos, la apegó violentamente a la pared y la sujetó agresivamente por la barbilla provocando que un jadeó ahogado brotara de sus hinchados labios cuando se sintió atrapada entre su cuerpo y el concreto.
Ruzgar rozó sus labios con los suyos y entonces, para su mala o buena suerte la vio sonreír con malicia y continuar sacando su cinturón hasta que, de un jalón, lo dejó caer en el césped. Le besó con delicadeza e inclusive se atrevió a tomar su labio inferior con los dientes, en un movimiento sensual que le provocó una erección. Para que mentir, ella le despertaba nada más al verla en ese conjunto que debía ser considerado Haram (prohibido o pecado).
—Hay formas mucho más sanas—susurró Elif contra su boca y bajando la cremallera con delicadeza, mientras sus cuerpos estaban tan juntos que podian sentir el calor corporal del otro—, pero igual de placenteras para bajar la tensión ¿No lo crees, Aşkım (Mi amor)?
El botón fue liberado por sus habiles dedos y antes de que ella pudiera hacer algo más, sus pies dejaron de tocar del suelo y terminaron enrolladas en las caderas de su marido quien agresivamente le sujetó por la pequeña "v" que formaba el escote. Su cuerpo se sacudió cuando la tela se dividió en dos pedazos y la desnudo ante sus ojos hambrientos.