CAPITULO 8-1

1041 Words
Ruzgar mordió su labio inferior y ella jadeó después de haber permitido que su lengua se adentrara en su boca demandando placer y pasión. Un solo beso le aceleró el corazón durante juego que ella misma inició y que no pensaba parar, menos cuando sintió los dedos de su marido hacer a un lado su ropa interior y buscar tener acceso a su cuerpo. Sus ojos se mantuvieron alertas porque sabía que en cualquier momento un guardaespaldas podría aparecer en su recorrido y sorprenderlos en esa comprometedora situación, sin embargo, no importó. Buscó con desesperación ayudarle a deshacerse de las barreras que impedían su desnudez y se sintió conforme hasta que pudo sentir su m*****o rozando su ropa interior. Llevó su mano a sus labios humedeciendo su palma con saliva antes de bajar con ella hasta la punta que comenzó a acariciar con poca sutileza, pues podía notar el hambre, la necesidad, las ganas mutuas de liberar la burbuja de tensión que solo podría reventarse de una manera. Ruzgar perdió su rostro en medio del hueco de su cuello y ella sonrió cuando la barba le hizo cosquillas, pero esa misma sonrisa se convirtió en el ante sala de un gemido cuando mientras ella le estimulaba, él llevó dos dedos dentro de ella, son sin antes acariciar de forma atrevida su clítoris. Besó su cuello y ella estaba tan presa de sus instintos que terminó dándole acceso, para poder sentir la humedad de sus labios. Sus dientes mordieron delicadamente aumentando a un más la placentera corriente que descendió como un choque por toda su columna. Apretó el agarre de sus piernas contra sus caderas cuando los largos del hombre comenzaron a entrar y salir con rapidez. ¡Dedos húmedos y cargados de éxtasis, maldita sea! Había algo en los ojos de esa mujer, ya fuera lo poco correcto que era estar en esa situación, en un lugar abierto y en sus circunstancias, pero eso en vez de hacerlo retroceder le incitaba a caer en su seductora mirada. Tragó saliva cuando ella acercó uno de sus dedos a sus labios y jugó casi hipnotizada con el inferior. Pídeme que pare—suplicó para sus adentros, pero en vez de eso, obtuvo todo lo contrario. Obtuvo un beso, uno largo, decidido, hambriento y exigente, acompañado de una suplica placentera creada por el estimulo de sus dedos. No fueron palabras, fue una nota casi musical y seductora contra la que él no pudo discutir. Hizo a un lado esa braga se encaje n***o y tomándola desprevenida en medio del arrebato la embistió con fuerza. —¡Si, Dios! El cuerpo de Elif comenzó a sudar. Sus uñas se enterraron en su espalda cuando recibió la imponente embestida que sintió a profundidad, pero de una forma inexplicablemente placentera, cinco veces más intensa que la primera vez. Se aferró a su cuerpo y abrazarse a él no fue una buena elección, especialmente por los besos que depositó sobre su hombro y después esa ropa y piel impregnada de una intensa pero muy, muy bien formulada fragancia. Pronto, se convirtió en un cumulo de gemidos contenidos, con su cuerpo siendo embestido casi violentamente contra la pared. Ruzgar le sujetó el rostro con su enorme mano, regalándole la imagen de sus bien marcadas venas que solo aumentó su agonía. Se sentía ebria entre su perfume y sus modos tan exigentes y poco cariñosos, pero eso solo aumentaba su sentir. Sus ojos brillaron, casi llorosos. Él pegó su frente a la suya y sonrió en pleno éxtasis. Ella con su cuerpo, con esos ojos que le suplicaban más con solo verlo, podían hacer de las noches su parte favorita del día. Egoístamente, le negó un placer tan intenso, que se sentía enloquecer. Síntomas de adicción, así debía llamarlos. —Bana ait—susurró haciéndola tragar saliva, porque justo después que lo dijo, la embistió. Mio, eso fue lo que acababa de decir obligándola a verlo a los ojos y aunque pudo sonar de lo más enfermizamente posesivo, no pudo ser tomado con negativa esa situación. Pudo haber sido una palabra brotada de la excitación de las circunstancias y como todo, fue respondido con la intensidad de un beso lascivo que concluyó, en medio del colapsó de Elif, quien terminó con las piernas temblorosas y tan destruida que él tuvo que sujetarla al sentir como su cuerpo se relajaba ante la llegada del primer orgasmo. Sus pies tocaron el suelo y sus palmas abiertas se aferraron a la pared mientras Ruzgar levantaba los restos del vestido que aún permanecían cubriendo su trasero. Aun tenía la mirada ligeramente borrosa y el cuerpo recuperándose de las sacudidas, así que apegó su mejilla a la pared, dejando que él hiciera con ella lo que deseara porque sabia que iba a disfrutarlo. Siempre, aunque contra su voluntad, terminaba disfrutándolo al igual que la primera vez, por eso era un juego peligrosamente intenso. Las manos de su marido hicieron que la tela se levantara y acarició su trasero, justo antes acuclillarse para depositar besos sobre su piel que debía estar con las marcas de sus dedos debido al agarre nada delicado que tuvo con ella. Pudo haber terminado allí, pero de un ágil movimiento la giró y metió su rostro en medio de sus piernas. Su cuerpo reaccionó y un gemido escapó de ella mientras sus dedos despeinaban su cabello y su espalda se afirmaba a la pared buscando la estabilidad que sus piernas ya no tenía. Su boca la devoró, en el pleno uso de la palabra, con desesperación, chupando, lamiendo y soltando sonidos de satisfacción mientras lo hacia como si él también pudiera sentir los abrumadores sentimientos placenteros que casi la hacían llorar. Solo podía pensar que era nada en los brazos de ese hombre. Caos, eso se formó en la parte baja de su vientre ante la llegada de un nuevo orgasmo en tan poco tiempo. ¡No! ¡Maldita sea! Su corazón golpeaba su pecho con una rapidez sorprendente que ella creyó casi imposible y con una mano enterrando las uñas en la pared (como punto de estabilidad) con su palma abierta y la otra sobre su cabeza, sintió que se partía en pedazos. Ya no podía más, estaba sudorosa, estaba…
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