CAPITULO 9-2

1002 Words
“Voy llegando a esta hora porque me lo follé tres veces antes de regresar.” —¡Maldita sea! “Voy llegando a esta hora porque me lo follé tres veces antes de regresar.” Su mano cubrió su rostro mientras respiraba con dificultad. Tenía que controlarse porque ahora estaba muy molesto. Primero tuvo culpa, no iba a negarlo, estaba siendo muy cruel con ella. Sus palabras fueron un tormento que no desapareció con el paso de las horas, pues recordó su expresión en la fiesta, con la mirada triste y sola y después vino Aysu con ese sutil comentario que como observadora ama de llaves no pudo evitar, después de que ella se marchó. Es la primera vez desde que llegó a esta casa que la veo sonreír. Sin duda, no escuchó su discusión ni tampoco la cara que puso cuando llamó a su familia alimañas, si no, se habría ahorrado el comentario de la sonrisa que le hizo sentir miserable. Luego estaba Arabelle, diciéndole que le diera tiempo, que la entendiera porque iba a estar confundida, dolida y muy perdida, pero él no tenía la paciencia cuando ella era tan hostil. Le dijo que fue él quien eligió, lo hizo por Kerem, por Arabelle y porque siendo sincero el daba igual al principio. Bebió la copa de golpe y de nuevo… “Voy llegando a esta hora porque me lo follé tres veces antes de regresar.” Tomó aire. No iba a poder dormir. Se dejó caer en el sofá reflexionando la situación. ¿Qué demonios le estaba pasando? Nunca tuvo problemas con que las mujeres disfrutaran la vida, con que Aygul tuviera otros compañeros de cama, pero la sola idea, la sola posibilidad de que esa odiosa mujer hubiera hecho de las suyas le hacía hervir la sangre ¿Podría ser egoísta? ¡No, él siempre fue justo! Después de la sensación de culpa, vino la preocupación cuando Ahmet llamó ofuscado diciendo que no podía encontrarla. Temió que hubiera caído al lago, que alguien se la hubiera llevado o simplemente su escape, sin embargo, este último no importaba demasiado porque jamás iba a poder esconderse de él. No tenía a nadie cercano en quien apoyarse, tampoco dinero y ningún documento, no saldría del país y siendo así, era cuestión de tiempo para hacerla volver viva o muerta. Era una chica astuta, se lo demostró así que pensando que todo era parte de un plan ya supuesto por su sexto sentido, decidió subir a su habitación y con ayuda de Aysu puso todo patas arriba buscando alguna explicación hasta que encontró esa tarjeta que le encendió la sangre por si sola y las cosas solo se complicaron cuando Ahmet le dijo de quien se trataba. ¿Quién era ese hombre? Y sobre todo ¿Por qué le molestaba tanto su presencia? Golpeó sus mejillas con sus dedos. Necesitaba sincerarse. La quería para él. Dos veces había sido suya y las dos se repetían en su cabeza en cada oportunidad, la última estaba más vivida que nunca. Eso era un problema enorme porque ella le tenía desdén. Si era claro, él no la odiaba, odiaba su comportamiento y si tenía comportamientos hostiles con ella era porque le provocaba con solo mirarlo, pues tenía una lengua hostil también que no ocultaba ni se mantenía quieta durante las discusiones. Era como tener una leona enjaulada. Escuchó un toque en la puerta. —Adelante. —He comprobado lo que me ha pedido—anunció Ahmet—. Nadie más ha salido del parque después de ella y el dueño del número de teléfono no está en Estambul ahora. Es imposible que se haya reunido con él. Se llama Ismail Ozturk, vivió muchos años en Esmirna, pero es de Anatalya. Tengo en conocimiento que fue muy cercano a su esposa pues compartieron educación juntos. Amigos cercanos. Ruzgar se sentó en el sofá. —¿Qué tanto? Esa pregunta era imposible de resolver. Era personal. —Señor, eso no… —¡Por una mierda, Ahmet! Te pago seiscientas mil liras por mes, así que creo que es más que suficiente para que si necesito que me des el nombre del tatarabuelo de alguien o de que familia otomana viene su linaje, me lo puedas responder sin problemas. ¡Ahora quiero saber una sola cosa! ¡¿Qué tan cercanos eran?! Alá. Ahmet tragó saliva. —Somos musulmanes, no pudieron ser novios. El guardaespaldas casi perdió la cabeza con la mirada que le lanzó. Maldita sea, eso ya lo sabía. ¡El ochenta por ciento de la población en Estambul era musulmana ¡Claro que no fueron novios! ¡No tenia que decir esa estupidez! —¡Ahmet! —exclamó con exigencia y reproche. Esas malditas respuestas no le estaban sirviendo de mucho. —Investigaré a profundidad, señor. No se preocupe. —Tamam (Esta bien) —dijo jugando con la copa que había dejado en el suelo cuando se acostó en el suave sofá—. Escúchame con atención. Elif Aksoy no debe ir a ninguna parte sin ti. Quiero saber que hace, que dice, que come, que piensa de ser posible y la próxima que un hombre se acerque a ella, le disparas y lo mandas al infierno ¿Oíste? —Si, señor. —Lo que pasó hoy, no debe volver a ocurrir. No quiero que este sola en ninguna parte y menos que yo desconozca que está haciendo. No es bueno que se marche con tanta facilidad. Dale su espacio, pero mantén siempre tus ojos sobre ella. Es increíblemente astuta, porque esos ojos que tiene son vivaces, te corrompen, te…—se encontró recordando la mirada que le ponía durante el sexo y tuvo que callarse de golpe, porque la saliva abandonó su boca. —Seni deli ediyorlar. (Te enloquecen). Ahmet parpadeó incomodo y se aclaró la garganta trayendo a Ruzgar, quien parecía un poco espabilado por el alcohol (quiso pensar), de vuelta en sí. Pensar en ella, le estaba inquietando mucho.
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