CAPITULO 9-1

1012 Words
Los pies le pesaban. Necesitaba un baño caliente y una taza de chai o café. Ahmet no dijo nada en todo el camino y ella tampoco se molestó en preguntar nada. Estaba abrumada. Cuando cruzaron los portones, no esperó que le abriera la puerta y bajó el auto dirigiéndose al interior. ¿Qué hora era? ¿Las siete? Levantó la mirada para ver el gran reloj del recibidor y notó que era cerca de medianoche. La casa a esta hora debía estar dormida, con las luces apagadas, pero cuando llegó a la sala notó una presencia moviendo el pie inquietamente en uno de los sofás. Al verla se puso de pie. —¿Has perdido la cabeza, Aksoy? —¿Por qué? —preguntó sin ganas. —¡¿Por qué?! —exclamó levantando la voz más que enfadado y molesto por su pregunta estúpida—. ¡¿Tienes idea de cuanta gente te está buscando?! Tal vez no te des cuenta, pero siendo mi esposa estas a expensas de ciertos peligros que debes tener en cuando te… Ella no le dejó continuar y le interrumpió: —¿Qué peligros, Arslan? No hay ninguno. Todo el mundo sabe que soy la esposa que no quieres y que nos casamos porque te pidieron un favor y como has dicho también porque te di lastima. Una mujer como yo, jamás seria la debilidad de un hombre como tu—reclamó evitando que usara su seguridad como pretexto—. No se te ocurra venir con cuentos baratos de seguridad cuando sabemos que, si un albano me descuartiza, te haría un gran favor y ahorraría trabajo a la Turk. No necesito discutir contigo nada de esto. Intentó caminar hacia su habitación, pero su demandante voz no lo permitió. Un escalofrió le recorrió la espalda. —¡No he terminado de hablar contigo, Aksoy! Volteó. —¿Qué más quieres? Lanzó al suelo una pequeña tarjeta de la que ella ni siquiera se había dado cuenta. La tomó en sus manos y leyó un número de teléfono y el nombre Ismail debajo quedándose completamente fría, pálida. Su expresión no paso desapercibida para Ruzgar, quien la señaló. —¿Dónde mierda estabas? ¿Te reuniste con ese bastardo aprovechando mi tolerancia contigo? —preguntó haciendo que ella se quedara rígida ¿Cómo? —Ahmet ha dicho que cuando saliste te topaste con un hombre que pareció haberte sacudido al verlo. Habló de que parecían viejos conocidos y que te trataba con intimidad y confianza. Se atrevió inclusive a llamarte por tu nombre y hoy, cuando me ha llamado para decirme que no te encontraba y busqué entre tus pertenencias me encuentro con que conservas un número de teléfono bien guardado. ¿Por eso fuiste a Belgrado? ¿Te perdiste en alguna parte con él? Era imposible que supiera quien era y en ese momento, al ver el reproche en sus ojos un intenso calor se apoderó de su rostro. Estaba incrédula a su insinuación, pero no le importaba. Estaba empapada y quería irse a la cama. —Si ¿Y que tiene? —preguntó con provocación—. Me encontré a un viejo amigo del pasado con quien pude haber tenido algo más de no ser porque mi vida se arruinó y terminé contigo. Me las arreglé para enviarle un mensaje de un numero de la servidumbre y acordamos vernos en Belgrado. Voy llegando a esta hora porque me lo follé tres veces antes de regresar ¿Tienes algún problema con eso Arslan? Si es así, no seas un maldito hipócrita, porque vas a Mersin a follarte a Aygul Celik como llevas haciéndolo todo este tiempo. Se dio la vuelta y comenzó a caminar al ver que lo dejó pasmado. Pudo haber seguido tranquilamente, de no ser porque sintió a sus espaldas esa sensación…Nunca la había seguido el diablo, pero sin duda se habría sentido algo como ese. Una respiración caótica a sus espaldas que hizo a sus pies moverse con tanta rapidez, que dejó de caminar para comenzar a correr. No pensó mucho en lo que dijo. Ni tampoco le guardó importancia porque no tenía ganas de explicar algo que le daba igual. Él podía creer lo que quisiera de ella al final del día y le daría lo mismo. Cuando pensó que estaba a salvo, sintió su cuerpo siendo sujetado firmemente y después cargado como un costal de papas sobre su hombro justo antes de que la metiera en la habitación y la lanzara a la cama. Diablos. Había mojado las sábanas. —¿Qué te pasa? ¡No tienes derecho! —Cuida bien lo que sale de tu boca, Aksoy, porque podrías morir por ello—amenazó señalándola rojo de la rabia—. Si antes pensabas que tenías un severo problema de insolencia… —¿Insolencia? —preguntó ofendida—. No soy insolente, soy sincera y realista. No he dicho nada malo. Me hiciste una pregunta y yo te respondí en base a tus propias acciones. No tienes derecho a reclamarme nada. Un hombre que se casa por lastima no tiene derecho a reclamar absolutamente nada y menos cuando tienes una amante en turno… ¿Dijiste que debo ser agradecida contigo por mantenerme con vida? Lo seré, me mantendré viviendo mi vida y tú puedes tomar el camino que desees con la tuya, Arslan. Juraba por Alá que iba a responderle, pero no ahora. Pasó las manos por su cabello y salió de la habitación golpeando la puerta con tanta fuerza que el suelo vibro y toda la casa debió haberlo escuchado. Elif sintió la respiración agitada. Había sido una mentira pero que más daba si eso le amargó la noche. Podía irse mucho a la mierda. Se incorporó de la cama y se metió al baño. Necesitaba una ducha caliente. Su marido en cambio bajó como alma que lleva el diablo las escaleras y terminó en el bar de su sala de visitas, llenando una copa de whisky mientras en su cabeza sus palabras eran un eco enfermizo y abrumador.
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