CAPITULO 9-5

973 Words
Dio dos pasos, pero Arabelle continuó. —¿Le has dado una razón para darte un sentimiento ajeno a ese? No, nunca. —Nos veremos pronto, Arabelle. Ya en el auto, cerró sus ojos y pasó las manos sobre su rostro. ¿De que se trataba todo esto? Estos seis meses habían sido tolerables, muy tolerables, con ella alejada, pero ahora que estaba en casa, tenia un cumulo de emociones mezcladas que iban de estrés, coraje, exasperación, deseo, excitación y ¿Celos? Había dicho que la vida estaba para disfrutarse, pero odió desde el primer momento cuando le dijo sin ningún tapujo que se había ido toda la tarde con otro hombre. Había estado tan molesto, que tuvo que mandar a Ahmet a comprobarlo y, aun así, sabiendo que fue solo un comentario para enfadarlo, seguía molesto debatiéndose porque algo así le robó el sueño. ¿Le has dado una razón para darte un sentimiento ajeno a ese? Fue cruel, no iba a negarlo. Tenia que esperar tres meses más para estabilizar su vida de la intrusa que ahora sabia, tenia la fuerza de un huracán. No iba a discutir más tiempo con ella respecto a Aygul, si al final no lo aceptaba, que se enfrentara cara a su destino, pues por su piedad, no quedaría. Al llegar a casa pasó por el jardín, muy cerca de la pérgola. Se quedó unos segundos observando la pared que le trajo tan buenos recuerdos y segundos después, se encontró imaginando sus gestos y poniéndose de mal humor al recordar que ella había insinuado que alguien más los había tenido para él. Apretó los puños. —¿Todo bien, señor? —¿Ella está en casa? —preguntó a Ahmet. —Aysu ha dicho que no ha salido de su habitación en todo el día—respondió mientras Ruzgar seguía con los ojos fijos en la pared teniendo recuerdos poco pudorosos—. Todo esta listo para su visita a Mersin. Andar Celik cuestiona si le permitirá ser su anfitrión. Se lo pensó unos segundos. ¿Es tu esposa o la hija de Burak Aksoy? —No. Nos quedaremos en el Divan. —¿Quedarse? —Mi esposa irá conmigo—anunció para luego adentrarse a casa. Cuando volteó hacia el sofá recordó la preocupación que lo invadió la tarde anterior. No sabia que le impactaba más, el hecho de que no tendría explicación que dar o que Arabelle sería la única que las pediría sinceramente. Como ya esperaba, no bajó a cenar. Aysu se había tomado a la tarea de preparar una deliciosa cena que como ya era costumbre, se encargaría de degustar solo. —He puesto un poco de cordero al Kebab. —Gracias, Aysu—dijo dedicando una ligera sonrisa a la mujer. —¿Gusta algo más? —No, está bien—asintió y ella se dio la vuelta—. Aunque… —¿Sí? —preguntó ante su interrupción. —¿No bajará a cenar? La ama de llaves negó. —No, señor. A pedido que no la molesten. Lleva encerrada en su habitación desde anoche. No ha querido que le suban comida y eso me preocupa un poco. Es hora de cenar y ella ni siquiera a desayunado. El hombre se quedó en silencio unos segundos y después se levantó de la mesa y fue a su habitación. No se molestó en tocar y a simple vista el recinto parecía sumido en la soledad. La cama estaba vacía y cuando se adentró, la encontró sobre el sofá, con la pluma en el suelo y con hojas llenas de dibujos por todas partes. Se acercó al sofá y se dio cuenta que estaba profundamente dormida, con sus mechones de cabello renuentes cayendo sobre su frente. Se sentó en el ligero espacio libre y analizó su rostro. Tenia mejillas sonrosadas y ojos realmente preciosos. Sus pestañas estaban quebradas y sus cejas muy pobladas pero delineadas. Su nariz, bien perfilada y unos lindos hoyuelos se formaban en sus mejillas cuando sonreía, aunque los había visto poco. Acarició su piel, suave, muy suave, justo como sus dedos la sentían cada vez que la sujetaban para darle un beso deseoso. Tragó saliva. Quitó con cuidado una de las hojas que usaba para dibujar y se dio cuenta nuevamente que estaba dibujando vestidos. Tenía una colección enorme de dibujos de ellos por todas partes. Solo necesitaba una hoja y una pluma. Su talento no se ponía en duda. Estaba con su rostro sobre su mano e iba a ser incomodo, así que decidió moverla la cama. La sujetó entre sus brazos dejando claro su pequeñes y delicadeza cuando fue ligera como una pluma y la metió entre las sábanas. Desabrochó algunos botones para que dormir fuera más cómodo y le quitó las sandalias para después cubrirla. Notó que tardó demasiado tiempo observándola, especialmente porque sus labios estaban entreabiertos. Era realmente bonita. No contuvo sus impulsos y terminó besando sus carnosos labios por unos segundos empapándose de su suavidad. Sus dedos acariciaron su piel y después se alejó. No pudo dejar a Aysu plantada con su delicioso cordero y terminó bajando a cenar, para luego darse un baño, terminar de revisar los documentos y meterse a la cama cerca de medianoche, entre las sabanas se da gris. Abrió uno de los cajones buscando su reloj, cuando notó una pequeña fotografía de su boda. El rostro de Elif, era similar al que alguien podría en un velorio, aun así, fue inevitable negar que era una novia hermosa. Lanzó la foto de vuelta al cajón y apagó la luz. En algun punto de la noche, se movió inquieto, sintiendo un cosquilleo en el cuerpo. —¿Duermes?—le susurró una voz mientras unos dedos le recorrian el cuerpo. Abrió los ojos de golpe. Mierda. Ya estaba alucinando.
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