—Soy alguien que no tiene alas, Arslan—susurró, pero de inmediato se dio cuenta de su error y corrigió—, o que las tiene, pero que no puede usarlas para volar como debe. Para ellos soy una oveja que puede ser destrozada en cualquier momento, su chisme diario, el recuerdo de alguien que les dañó en el pasado y en quien pueden saciar sus emociones reprimidas. No era tu esposa o al menos no hasta hace veinte minutos. Desvió su mirada a donde hubo un ligero charco de sangre y continuó comiendo, mientras Ruzgar analizaba sus palabras e hicieron eco con las de Arabelle. Le propuso casarse con ella por la sencilla razón de que conocía lo que le esperaba y dársela como esposa alguien más, no significaba el respeto de ser una Arslan, lo que Arabelle no tomó en cuenta en ese momento, es que tal vez

