—¿Vas a darme libertad? —En tus decisiones estará mantenerla o perderla. Ella aun revisaba los dispositivos, cuando sintió su mirada. Era un lindo teléfono color dorado y la computadora tenía el mismo color. Ambos eran sumamente bonitos. Le recordaron demasiado a los antiguos, que eran color rosa y que jamás volvió a ver. —Si no te gustan, Ahmet puede llevarte a comprar nuevos. —No es necesario—aseguró—. Son perfectos. No era momento de dar las gracias, pero pensó en la posibilidad. Arslan volvió su atención a los papeles y colocó una firma en ellos para luego encerrar una cifra con agresividad y rapidez. Cubrió la caja y se acercó al escritorio. No sabia que decir, pero sentía que debía hacerlo. —Llevas muchas maletas y… Ruzgar dejó la pluma de forma agresiva sobre la mesa.

