Tenía una punzada en la cabeza, una punzada que no la dejaba dormir a pesar del cansancio. Tal vez debía tomar una pastilla. Se puso de pie y soltó un quejido cuando movió el brazo de más. ¡Excelente! No salía de una y entraba en otra.
—Allah, Allah—repitió para si misma, sabiendo que le había abandonado de forma garrafal. Rebuscó entre las pastillas en uno de los cajones, cuando escuchó una ligera vibración que se interrumpía y comenzaba nuevamente. Frunció el ceño y abrió todos los cajones sin éxito. El sonido cesó y ella pensó que lo había perdido. Regresó su atención a las pastillas, cuando su torpeza la hizo caer en uno de los cajones abiertos. Mientras la buscaba, el sonido comenzó de nuevo y sus dedos encontraron la caja que vibraba. La sacó a como pudo y notó que no tenía seguro.
