GOLBASI, TURQUIA. Por favor, por favor, por favor. ¡Por favor! —quiso llorar. No pudo decir nada porque el niqab había sido puesto sobre sus labios dejando al descubierto su cabello, que terminó desparramado sobre el cómodo cojín. Sus ojos ardieron y sus uñas se enterraron en la piel del colchón creando ese sonido que en ese momento no pudo escuchar, porque estaba perdida en sus propios jadeos y en el “Boom” de cada bombeo de su corazón. Ruzgar puso su enorme mano sobre sus labios y con el cuerpo bañado en sudor, sonrió con maldad, al ver sus llorosos ojos al borde del llanto por excitación. Permanecía con la espalda apegada al respaldo del sillón. Le había hecho abrir las piernas y entró en medio de ellas aprovechando el espacio. Ni siquiera debía llamarlo sillón, porque podía ser una

