—¿Qué puntada? —Con la que cerraras esa abertura. Ella rio divertida. —¿Qué es tan gracioso? —Eso no se va a cerrar. —¿No es para ti entonces? —Es para mi—aseguró—y yo lo quiero así. ¿Hay algo malo? Técnicamente no, pero cuando bajó la mirada y analizó sus piernas, pensó en lo llamativas que se verían metidas en un vestido así. La expresión de sus ojos fue posesiva. Sus dedos tocaron la tela del camisón y después subieron a su cintura. —En absoluto, siempre y cuando lo uses solo en la habitación. —¿Qué? ¡No! Por supuesto que no. Un vestido lindo debe presumirse Arslan. —No digo que no, pero presúmelo solo conmigo. Sus ojos grises se clavaron en ella y obtuvo como respuesta una sonrisa. Los dedos de Elif subieron por sus hombros y le preguntó: —¿Y tú serás solo para mí

