Elif…
Luego esos ojos, Alá le había bendecido con la mirada más intensa que había conocido y últimamente estaba teniendo problemas para no pensar en ella. Pasó las manos por su rostro de forma inevitable. No quiso decirlo en voz alta, pero se estaba arrepintiendo de haberse marchado. ¿Cuándo volvería a Estambul? No lo sabía ni le importaba…
Apartó las manos y apretó sus puños.
Odiaba mucho la situación, pero más odiaba que la confundiera.
Ella conoció su lado más tenso, pero cuando sonreía relajado, como en los últimos días y revelaba esos aperlados dientes que podrían hacer que cualquier mujer suspirara, recordaba las palabras de su padre, palabras que no pensó importantes hasta ahora.
—No te confíes de tus ojos nunca, Erkan.
—¿Por qué?
—¿Qué piensas de Ruzgar Arslan? —preguntó
