ANKARA, TURQUIA. Ella decidió irse y él no podía obligarla. Quedarse atrás por ella tampoco era opción, pues, aunque la idea de la fiesta le resultara poco emocionante, había detalles que se debían dialogar y con todos los hombres reunidos en casa de los Kurt, lo mejor era hacerlo allí. Se metió en aquel limpio traje y en esa suave camisa de lino negra que abrochó con cuidado mientras veía el reflejo en el espejo. El enorme tatuaje del león había sido una obra de arte que pensaba complementar con una manga próximamente. Tenia algunas ideas para nuevos tatuajes que iban completamente en contra de los deseos del santificado Meclis. Mientras buscaba uno de sus relojes en el cajón, sonrió al encontrar una prenda de encaje n***o. Una braga diminuta que levantó entre sus dedos e imaginó pues

