ANKARA, TURQUIA. Las manos de Ruzgar se movían jugando con la pequeña esfera que había como decoración en la mesa principal. No había dormido bien por una buena razón, pero tener que levantarse de la cama a esas horas de la madrugada fue inesperado. Se limitó a vestirse de la forma más casual y neutra posible, pero por el frio de la madrugada optó por usar una gabardina oscura. Con un cigarro en sus dedos entró a la residencia del Mudur en Ankara. Esat estaba muerto, pero podían dormir un poco y discutirlo por la mañana. Que estuvieran allí a esas horas no cambiaria el hecho de que el maldito ya no respiraba. Dio una calada al cigarrillo e intentó ignorar la mirada de Kerem. No le gustaba cuando le dedicaba esos ojos analíticos. Le conocí, no tenía que fingir que no y aunque llevaban a

