CAPITULO 4-1

1013 Words
CAPADOCCIA Quería follarle esos labios por insolente. Él estaba esperando paciente el momento donde todo el resentimiento contenido cobrara su posición dentro del encuentro y ella decidiera salir corriendo por la puerta. Era joven, inexperta en temas de deseo o eso creyó hasta que notó la forma como sus manos se perdían entre sus cabellos. Cuando la camisa se abrió un poco, Elif divisó un tatuaje imponente en la zona del pecho. Un león amenazante con las fauces abiertas mostrando sus colmillos y de intensos ojos azules que cubría todo su pectoral derecho. Era el único visible hasta el momento, pero llegaba hasta su brazo, ese fornido brazo donde el tatuador había tenido campo abierto para expresar su arte. Tener a esa mujer en sus brazos hizo despertar sus instintos. Más allá del deseo que le causó ver su cuerpo desnudo, estaba la irritación desmedida que le provocaba discutir con ella y que, en ese momento, vio la oportunidad de dejar fluir y denotar de una vez por todas. Que bien sabían sus labios a licor, joder. Su cuello entre sus manos parecía pequeño y no hubo collar más perfecto que su gran mano enrollada a su alrededor, mientras la mantenía controlada para saborear sus besos a completa merced. Sus labios devoraron esa boca con sabor a Raki y en un momento de debilidad, terminó haciéndola girar para pegar su rostro al dosel en un movimiento agresivo que la hizo retorcerse entre sus brazos y soltar un jadeo. Los labios de Ruzgar se deslizaron por su cuello en una línea de húmedos besos que provocaron que el pecho de Elif se acelerara. Su aliento le erizó la piel y sus dedos se afirmaron a la madera mientras sus grandes manos entraban dentro de sus bragas de encaje. Cerró sus ojos y mordió su labio inferior, sintiendo que se derretía por dentro cuando sintió su roce. Alá, Alá, Alá… ¡Alá! Su piel desnuda hizo contacto con el pecho casi desnudo de Ruzgar, quien acarició su mejilla con la punta de su cincelada nariz, justo antes de acariciarla más lejos que cualquier otro hombre del pasado. Apretó las piernas, pero con un ligero siseo le indicó que no era lo correcto. —Creí que querías entretenerme toda la noche—susurró contra su oído de forma provocadora, moviendo su dedo entre sus pliegues con una lentitud avasallante, imaginado que quien se frotaba contra ese coño apretado era su erección en vez de sus dedos—. Podría hacer a un lado esa linda y delgada braga que tienes y olvidar que tenemos que bajar a cenar. —Y yo creí haberte dicho que no quiero bajar. —Pero yo si tengo hambre—insistió—. ¿Quieres que cene en la habitación? Elif ahogó un gemido cuando comenzó a rozar su clítoris. El simple sonido que salió de su boca hizo que el hombre la lanzara a la cama y su cuerpo rebotara sobre el colchón, justo antes de que perdiera sus mechones de cabello entre sus muslos. Maldita sea. ¿Se suponía que debía sentirse así? El rostro de Elif enrojeció cuando su boca besó por encima la tela de encaje. Su espalda estaba envuelta en la suavidad del colchón y sus rodillas moviéndose inquietas, aunque no por mucho, pues él le sujetó por las piernas y la hizo quedarse quieta. El cuerpo de la mujer tembló al ver los divertidos ojos de su marido jugar con la línea delimitante de sus bragas, como si quisiera verla cerrar las piernas y pedirle que se detuviera. No iba a pasar, por supuesto que no, menos cuando le había tomado gusto tan rápido. Elif hizo contacto visual y tragó saliva. Sosteniendo la mirada le retó a quitarla. Sus dedos sujetaron ambos extremos y las deslizó por sus piernas, rozando con la punta de sus dedos su piel que ardía con cada caricia. Besó el interior de sus muslos y de un ágil movimiento, pegó su coño a su boca sujetándola fuertemente por las piernas. Le dejó sentir su húmeda lengua por su piel, mientras se encaminaba a un punto de placer sin retorno. Besó justo por encima de su ombligo y posteriormente descendió. Elif deslizó sus dedos entre las sabanas esperando lo que estaba por venir, cuando un sonido llamó su atención. Tock, tock, tock. Ruzgar no lo atendió, hasta que se repitió y entonces levantó la mirada y dirigió sus ojos a la puerta. ¿Lo estaba imaginando? Era una posibilidad y esperaba que lo fuera porque estaba realmente ocupado. El llamado ocurrió de nuevo. Tock, tock, tock. —¿Qué pasa? —preguntó de forma agresiva y en voz alta. —La cena está lista, señor. La cena que tenía delante le pareció mas tentadora. Ignorando por completo la información que le estaba brindando la mucama a las afueras, llevó su boca en medio de las piernas de su esposa y comenzó una placentera caricia húmeda. Sus labios humedecieron esos pliegues delicados y se tomaron su tiempo sobre su clítoris, el cual, humedeció con su lengua y después chupó con delicadeza. Elif mordió sus labios. Iba a… —¿Señor? —insistió la mujer. Ruzgar alargó su mano apretó uno de sus pechos y después, confiado en que ella no cerraría las piernas, uso la otra para alcanzar su boca e impedir que delatara sus acciones. No podía ser un anfitrión maleducado. Colocó un poco de saliva y se deshizo en atenciones. Elif cerró los muslos y él quedó placenteramente atrapado entre sus grandes muslos. Esa mujer ocultó bien muchas cosas durante esos meses. Tenía muslos grandes y pechos considerables. Se reprendió ante el pensamiento. Era joven, muy joven para él, pero tenía el coño más lindo que había visto. El pantalón le comenzó a molestar desde que lo probó, imaginando lo apretado que debía estar su interior o las decenas de formas en cómo podía poseer ese cuerpo pequeño entre sus grandes manos y toscos modos. Iba a ser una delicada muñeca que se había metido donde no debía.
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